Se habla de quince mil muertos que pueden ser más. Dos reactores nucleares están al borde del derrame. Pero Japón permanece en silencio. No se han registrado escenas de horror, tampoco saqueos, asesinatos, violaciones y cosas que se han visto en otros países en situaciones similares. ¿Por qué? Responder en un blog sería una falta de respeto. El tema es largo y complejo. Tiene que ver con una cultura diametralmente opuesta a la de Occidente. Hisayasu Nakagawa aporta algo en su interesante Introducción a la cultura japonesa (Melusina/2006). Dice por ejemplo que en Japón no existe la primera persona del singular. El yo de los japoneses se encuentra en un estado de indefinición que se vincula a situaciones concretas. Hay mas bien un nosotros que impera como las flores de loto. De esa primera persona del plural Occidente entiende poco. Hay algo más. El japonés supone que lo que pasa no puede dejar de pasar, entiende y acepta la fuerza con la cual los acontecimientos se forman espontáneamente. La muerte, por último, se asocia al acto de fundirse con el movimiento natural del universo y continuar de ese modo viviendo eternamente. Los japoneses son extremadamente discretos y callados. Eso no significa que no sufran. Al contrario.
L.
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