En un cuento clásico (La fornicación es un pájaro libre) Abelardo Castillo dice que en el pasado la frase hacer el amor significaba una cosa distinta a la de hoy. No dice qué. Otra cosa. Bender, protagonista del relato, ahonda en la idea. Hablé poco y forniqué mucho –dice-. Pero nunca hice el amor. Puticé, fifé, rompí, serruché…Pero nunca hice el amor con nadie y a nadie. Algunas líneas más adelante Bender o como se llame profundiza en la cuestión. El amor no puede hacerse en unas horas ni en semanas. Se tarda años. Hay hombres y mujeres que mueren sin haberlo hecho, sin saber cómo se hace. Hay chicas y chicos a los que asesinaron sin haberles dejado levantar una sola viga ni abrir una sola ventana (pensemos en los 30 mil jóvenes desaparecidos bajo la dictadura); sin darles tiempo a reunir los materiales para hacer el amor. Y finalmente, como en un rezo, dice Bender. Hacer el amor, armarlo, levantarlo piedra sobre piedra, arco a arco, columna a columna, es desafiar nuevamente a Dios. Y construir una pequeña flor -se podría añadir citando otro texto de Abelardo- es un trabajo de siglos.
L.
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