sábado, 12 de marzo de 2011

Fin de mundo I


El día del fin del mundo será limpio y ordenado como el cuaderno del mejor alumno. El borracho del pueblo dormirá en una zanja, el tren expreso pasará sin detenerse en la estación y la banda del regimiento ensayará infinitamente la marcha que toca hace veinte años en la plaza. Sólo que algunos niños dejarán sus barriletes enredados en los alambres telefónicos para volver llorando a sus casas sin saber qué decir a sus madres. Y yo grabaré mis iniciales en la corteza de un tilo pensando que eso no sirve para nada. Los evangélicos saldrán a las esquinas a cantar sus himnos de costumbre. La anciana loca paseará con la sombrilla. Y yo diré:
El mundo no puede terminar, porque las palomas y los gorriones siguen peleando por la avena en el patio.
Jorge Teillier

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