No sólo leer libros. Leer también los labios, la calle, la ciudad, los gestos, el movimiento interno de las aguas. Leer en el abismo de un escote, en las manos, en los árboles, en el fuego. Leer en los silencios de la gente, en las miradas, en la oscuridad del taxista o el colectivero. Leer en el cielo y en la tierra y en todo lo que está entre los pies y la cabeza y arriba y abajo y al costado. No sólo leer libros o diarios o revistas. El universo es una biblioteca ambulante.
L.
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