sábado, 12 de marzo de 2011

Fin de mundo II


Veo desde una vidriera imágenes tomadas en Japón. Veo decenas y cientos de autos caer como juguetes al mar. Caen también computadoras, cajas, camiones, personas que parecen maniquíes. De pronto la cámara se detiene en las enormes grietas de una ruta. Ahí, a un costado, veo una escena asombrosa. Un japonés de traje y paraguas mira la hora cómo si se preguntara por qué tarda tanto el colectivo. El hombre actúa como si nada pasara, es decir, como todos nosotros. A su alrededor arden las casas y, más lejos, estalla una central nuclear. Tanta grandeza los hombres. Tanta genialidad capitalista. Basta un terremoto seguido de una ola de diez metros o más para que toda la tecnología junta demuestre su total y completa inutilidad. Siguen cayendo los automóviles al mar. Los autos, las laptops, los facebook, los twitter, los McDonald's y carradas de celulares de última generación flotando en el mar del fin del mundo. ¿Fin del mundo? Prefiero pensar como el poeta chileno Jorge Teillier. El mundo no puede terminar/porque las palomas y los gorriones siguen peleando por la avena en el patio.
L.

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