lunes, 28 de marzo de 2011

Sin para qué ni para quién


Lo mejor sería actuar sin intención. ¿Es posible? Habría que probar. Sin intención. Es más. Toda obra humana debería prescindir de razones y destinatarios. Vivir sin para qué ni para quién. Avanzar a ciegas por un camino que se ignora. Descubrir, en fin, que lo que se piensa no es en modo alguno tan importante como decirlo, escribirlo o ejecutarlo. Por delicadeza perdí mi vida, decía Rimbaud.
L.

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