domingo, 31 de marzo de 2013

Ausencia

Boca a boca


Futuros amantes, la canción colocada abajo de este posteo, propone un tema interesante que podría encuadrarse en la categoría de verdad poética. Chico Buarque, el compositor, habla de esos amores que por separación, incomprensión, muerte, abandono, distancia o lo que sea se pierden, quedan enterrados o sumergidos quién sabe en qué recóndito agujero del mundo. La idea que sigue es la posibilidad de mandar buzos, arqueólogos, antropólogos, cartoneros y demás tribus encargadas de rescatar lo reprimido en el fondo del fondo. Lo olvidado, lo no usado, lo que vale y por alguna razón fue desperdiciado. Imagina el autor que con ese amor no exprimido -la palabra es perfecta- pueden hacerse nuevos jugos de frutas deliciosas y prohibidas para futuros amantes, esos que dan título al tema y que, nunca se sabe, necesitan alimentarse justamente de esos amores que quedaron en una especie de vida latente pero siempre lista para volver a respirar boca a boca...como debe ser.
L.

Futuros amantes

Erotismo y pornografía


El erotismo literario y artístico suele caer en cierta horizontalidad y vuelo bajo. Lo dicho no es novedad. Las editoriales necesitan vender y los autores necesitan comer. Esto se entiende. Es conocido el caso de la escritora Anaïs Nin que sin querer ganó fama como autora de relatos eróticos. Un enmascarado le pagaba para que escribiera cosas que lo calentaran. Ella tenía hambre y aceptó el trato. El hombre se mostraba conforme con los resultados pero no tanto. Menos poesía, le exigía. Menos poesía. El enmascarado quería hechos, genitales, humedad total y completa. La conclusión que algunos sacaron del episodio es la clásica confrontación entre pornografía y erotismo. Pornografía sería lo sucio y brutal. Erotismo sería algo limpito, poético, donde las cosas son dichas con rodeos y florcitas. Obras donde jamás leeremos, por ejemplo, la palabra culo. El sexo está en todas partes. También en la escritura, en el cine, en el teatro. En estos casos conviene, creo yo, jerarquizar ante todo la calidad. Nadie se atrevería a cuestionar lo explícito en el marqués de Sade. Nadie, con un mínimo de buen gusto, se animaría a cuestionar lo implícito o no dicho en Borges, en Cortázar, en Onetti y en tantos otros autores que se colocaron al margen de la eterna y poco pensada dicotomía entre pornografía y erotismo. Calidad, insisto, es lo único que importa. A un libro bien hecho todo le está permitido.
L.

Seguir viviendo sin tu amor

sábado, 30 de marzo de 2013

Se equivocó la paloma


Hay una vieja canción...Eso no viene al caso. Pero bueno. Empecé así y voy a seguir a ver qué pasa. Hay una vieja canción, creo que de Serrat o no sé quién, donde se dice que se equivocó la paloma. O que se equivocaba. Da igual. Recuerdo nada más que eso. En realidad el origen de estas líneas tiene que ver con una relectura melancólica que estoy haciendo. Debería decir o haber dicho duelo pero parece una palabra demasiado grande para hablar de la muerte de un gato. Lo que en realidad quería decir hoy lo escribí en este blog en marzo de 2011. Fue en un posteo llamado, si no recuerdo mal, un mundo incomprensible. Este discurso empezó confuso y terminará peor aún. Hablaba del extraordinario parecido entre Grusswillis -mi gato desaparecido, muerto o invisibilizado en febrero último- y yo. Sostenía ahí que hasta la parca se confundiría a la hora de llevarnos juntos de una vez. Y eso fue lo que pasó. Vino la muerte a buscarme y por error, o por una similitud extrema, se llevó al pequeño ser. Y así estoy ahora. Respirando pero sin vida. Ya ni sé cómo se escriben las palabras dolor y ausencia. Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Pero es tarde para cambiar las cosas. Ya es tarde, pequeño ser.
L

Atrás de la puerta

Lo perdido

Tantas cosas perdí, tanta gente, tantas esquinas, tantas banderas, tantos animales que me acompañaron y se fueron. Y eso para no hablar de las mujeres. De los parasiempres deslizados en la escalera de Ezeiza o en un puerto. Perdí el jardín de mi casa, perdí a mi única hermana, perdí amigos en Brasil y otros tantos en Moscú. Me fui quedando sin los mejores libros. Mi casa, que no es mi casa, ya parece un cementerio. Malditas cajas de fotos meadas por los gatos. Malditas camas donde el amor pasó dejando manchas ya secas y recontrasecas. Malditas manzanas oscurecidas en la maldita heladera. Hago un recuento del tesoro y solo restan unas pocas monedas sin valor. Una idea me salva sin embargo. Una frase breve y tan inútil como todo lo demás. Lo que queda es con lo que empiezas. Eso.
L.

Concentración

Dispersión

Ya pasó medio día y media tarde y sigo aún sin ropa y sin bañarme y sin comer, disperso y leyendo cinco libros a la vez, esperando que suene un teléfono apagado, prendiendo y encendiendo el ventilador, yendo de la cama al living, cayendo por fin en la silla y dejando pasar los canales donde no hay barcos ni nada que sirva para navegar por un río de verdad, y con plena conciencia de muerte además, y con plena conciencia de vida, además, y sin saber qué hacer con este día.
L.

Claro y profundo

En un cuarto de hotel

Me hubiera gustado clavar la noche de ayer en el cielo como si se tratara de un pez, un sol, una mariposa nocturna. La noche con Paula en un cuarto de hotel de Palmira, sí, en el Uruguay secreto. Habíamos viajado en una lancha de las de antes y muy pronto quedamos abrazados en el combado asiento de madera, observando entre besos y caricias el paisaje melancólico de las islas que lloran como sauces o gatos. Todo ese mundo de pescadores furtivos, la marea que asusta cuando el río sube y la barca se agita. Esa piel erizada como la de Paula cuando mi mano resbalaba en su pelo frío y desde ahí bajaba hasta la nuca infantil, ese vello tan difícil de peinar, y más abajo aún por la espalda tensa que al final se entibiaba. Paula siempre nueva, Paula adolescente, Paula más leve que un sueño olvidado justo antes del final. No quise esta vez fotografiarla. Ni en el barco ni en la cama de ese cuarto vetusto con las paredes llenas de hongos. Desnudos los dos boca arriba mirábamos el techo y jugamos a imaginar formas en las manchas de humedad. Palmira nos dejaba hacer entre las sombras quietas del pueblo apagado. Y de pronto vimos a Eros, pero también a una iguana gigante y hasta la corona de una reina en desgracia. Antes de enredar nuestros cuerpos adivinamos una carta de tarot con la temible imagen de la muerte. Cuánto hubiese deseado que el tiempo no pasara mientras entre risas y olvidos Paula y yo nos burlábamos del mundo aún sabiendo quién gana finalmente esa batalla. Ninguno quiso dormir primero después de la ducha y así nos quedamos encerrados y liberados hasta el día siguiente. Un pez, una estrella, una mariposa nocturna y Paula conmigo muriendo y naciendo en un cuarto de hotel de Palmira, sí, en la calle más oscura de Uruguay.
L.

viernes, 29 de marzo de 2013

Blog en retirada


Ya probé/probamos todos los recursos. Cosas como escribir posteos cinco o seis veces por día, elegir divinas fotos y músicas, mejorar la calidad del conjunto...pero todo es inútil. Parece que la gente está atrapada en las redes sociales o mirando fijamente el blackberry. Alguno quizás haya encontrado un buen blog o un buen libro que es todavía mejor. Me dicen los que saben que Facebook y Twitter se tragan todo. Me dicen que el tiempo es veloz y es implacable. Andrea me escribe desde Bogotá para decirme que los únicos seres libres que vio hasta ahora son unos papagayos que vuelan poco antes de ser atrapados. Estamos todos así. Nos pasa igual que a los papagayos de Colombia. Ellos, como nosotros, aprovechan para volar mientras pueden y antes de ser atrapados. ¿Blog en retirada? Todo puede ser. En tal caso nos iremos con las aves y la música a otra parte. Lejos. Hasta el cielo donde caen los autos.
L.

The dreamers

Sin filtro

¿Se puede vivir sin filtro? ¿Podemos andar por la vida como si mañana fuéramos a morir? Digo, ¿es posible actuar de una manera salvaje, casi primitiva, sin medir las consecuencias de tan absurdo comportamiento? La respuesta es sí. Se puede hacer con la vida lo que se nos dé la gana. Pero no es gratis. Vivir en un estado semejante tiene un precio que debemos estar dispuestos a pagar con la vida si es preciso. Y tiene consecuencias también. Los filtros, los velos, cierto grado de fingimiento o actuación, son elementos necesarios para sobrevivir a la ley de la selva. No se los debe omitir por completo. Pero vivir al menos una vez como la luz de un relámpago no tiene precio. Y si lo tiene uno debería estar dispuesto a pagarlo hasta la última y gastada moneda. Lo digo con una mezcla de fervor y escepticismo. ¿Un pacto con la verdad? No, resplandor. Los pactos no eran tu destino. Tu destino era este estruendo al que por un instante toda la Tierra y mi corazón se han rendido.
L.

La primera tentación


No sé por que recuerdo ahora a mi primera novia. Se llamaba o se llama Flor Americana.  Perdí todo contacto con ella. El nombre tiene relación con su familia anarquista. Los anarquistas no ponen nombres cristianos, no sé, algo como Pablo, María, Juan y otros por el estilo.En la familia de mi primera novia la gente se llamaba Selva, Luz, Poema, Flor. Conocí a mi primera novia militando en la izquierda. Ella era o es una chica apasionada. Me enseñó en plena ingenuidad de mi parte todas las cosas del sexo, o casi todas, y la relación no estuvo mal. Una vez hasta fuimos al río y nos quedamos ahí explorándonos como si hubiéramos caído del mapa. Eran otros tiempos. Después conocí a Alicia, otra compañera de lucha y esperanzas, que quería casarse y todo. Me lo dijo una noche de regreso en tren a su casa de Virreyes. Yo no estaba listo aún. Son cosas remotas, palabras sueltas como peces en mi cabeza. Flor Americana, Alicia, Claudia, Sexo, Poema, Selva, Luz. Ahora las chicas se llaman Luciana, Creuza, Cristina o Romina. Ahora el anarquismo está en baja o directamente acabó. No siempre el primer amor es el mejor de todos. Mañana es mejor, dice Spinetta. Y eso pienso en estos días terribles. Mañana. Incluso hoy.
L.

La última tentación


jueves, 28 de marzo de 2013

Un salto vital

A veces conviene animarse y dar el salto. No digo arrojarse desde un noveno piso porque entonces pensaríamos tal vez en un suicidio o en un acto irresponsable. Además el suicidio no ayuda a saltar o llegar alto. Para subir algo hay que animarse y saltar con las piernas largas sobre el río turbulento, caer del puente si hace falta, perder el miedo que hasta ahora nos mantuvo atenazados como estacas a una única manera de ver y sentir las cosas, a una especie de renuncia eterna. Es esa terrible suposición según la cual más vale esconderse que salir y ser descubiertos. Me preguntan si hay riesgos. Claro que los hay. Pero fundamentalmente hay vida. A veces conviene animarse y meterse de cabeza o de culo en el mar, bien adentro del agua fría, bien abajo del cielo ardiente, con el cuerpo erguido y dispuestos a dejarlo todo en el intento. Y todo quiere decir todo.
L.

Primeros días



De haber vivido en la Argentina de los setenta Jesús figuraría en la lista de detenidos-desaparecidos. Su cuerpo hubiera sido arrojado medio muerto y torturado desde un avión y hoy sería difícil no sólo adorarlo sino encontrarlo. Lo poco que se sabe de la vida probable de Jesús de Nazareth permite llegar a estas disparatadas conclusiones. El hijo del Hombre estaba del lado de los que él llamaba pobres de espíritu. Los humildes, las putas, los ladrones. Rechazaba a los ricos. Detestaba los rituales burocráticos. Echó a patadas a los mercaderes del templo. Llegó al colmo de defender la dignidad de María Magdalena, una prostituta, evitando que la mataran a piedrazos. Predicó la idea de que el reino de los cielos está acá, en la Tierra, y no en otro mundo. Hablaba en primera persona. Asumió el lugar de profeta y actuó como tal. Jesús, en suma, hubiera sido calificado de subversivo por los represores argentinos. María, su madre, daría vueltas y más vueltas en torno a la Pirámide de Mayo. 
Con un pañuelo blanco en la cabeza lo haría.
L.

Últimos días

Palabra, cuerpo y paisaje

Quien describe un paisaje, un campo, un lago, un mar, una montaña. Quien  se concentra en las cosas, colores, formas, sensaciones, ¿por qué no describe de igual modo un cuerpo de mujer, los tonos, los pelitos, el sexo, las concavidades prohibidas? Es o debería ser la misma actitud. Todo lo que nos rodea compone una misma cosa que se llama realidad a falta de mejor nombre. ¿Por qué entonces algunos artistas dejan de serlo para dejarse llevar en cambio por cosas banales como erotismo, excitación, deseo y todo eso que le impide observar el simple juego de luces y sombras que resume cuerpos, paisajes, muslos, sueños? Un escritor, por ejemplo, no debería distraerse con el instinto sino con el juego igualmente erótico del lenguaje. Porque no hay instinto sin lenguaje que lo nombre. Limitarse apenas, entonces, a observar ya sea una mujer desnuda como un valle desnudo e igualmente seductor, tibio e inalcanzable.
L.

Un poco con amor / Un poco con verdad

Periodismo como alienación


El consumo de noticias de manera constante e indiferenciada no nos modifica en absoluto. Ya se ha dicho. Es una adicción al consumo parecida a cualquier otra. Da lo mismo salir de compras, fumar un porro, leer el diario o mirar el noticiero de la tarde. Como pastillas de pronóstico reservado consumimos informaciones que no alcanzamos a entender, hechos que ocurren lejos de nosotros, análisis de sesudos columnistas que circulan por las venas como agua sucia y seca y olvidable. Visto así el periodismo termina siendo una especie de alienación carente de toda función que no sea el puro entretenimiento. La noticia como espectáculo. Porque, seamos honestos, nos entretiene ver un asalto, una guerra, muchos muertos en el suelo de un país lejano. Nos divierte la modelo que exhibe sus contornos. O que se enoja con otra modelo. O que dice divertidas estupideces. Lo mismo pasa con hechos dramáticos o miserables que no estamos en condiciones de modificar siquiera en parte. Por eso ironizaba Chesterton que el periodismo consiste en decir que Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo.
L.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Yo sólo quiero aquél


Me llegan noticias desde los más remotos lugares de la Tierra. Muy remotas novedades que no son tales desde locaciones imposibles. Cartas que ya nadie escribe vuelven a escribirse para decir que mi gato Grusswillis no ha muerto, que lo han visto en las afueras de la ciudad de Bogotá, o en el Parque Centenario de paseo con la gata siamesa que lo había abandonado en los techos, o en la ventosa playa de Quequén acompañando a perros abandonados para siempre en la fría orilla de todos los mares. No creo en esas estúpidas versiones. No creo ya que mi gato se haya reencarnado en una flor, un ratón o una polilla de esas que en los tiempos felices atacaba sin éxito. Grusswillis está muerto y bien muerto para siempre jamás. Pero no dentro mío. No para mí. Los buenos amigos me sugieren que consiga otro gato, como quién dice a rey muerto rey puesto o un clavo saca otro clavo. Pequeño ser. Dos palabras inútiles ahora. Pequeño ser. Yo sólo quiero aquél. Oh pequeño ser, ¿qué haremos tan solos ahora ?
L.

La normalidad no existe


No entiendo a esa gente que ve todo como normal, esperable, típico. No puedo entender cómo no se sorprenden las personas de las bombachas colgadas, de la gente moviéndose en la calle, de las parejas que parecen parejas, de los pájaros muertos junto a la vereda, de que existan palabras como éstas, es decir, normal, pájaro, esperable, colgadas, muertos, vereda. Sonidos que nada significan. Tierras desiertas o exuberantes como cuerpos y maderos. No entiendo de verdad qué es lo que pasa. No entiendo el significado del aire y la asfixia. No entiendo los fluidos sexuales y mucho menos entiendo que haya olvidado a tanta gente que conocí alguna vez y consideré gente normal, esperable, típica de quién sabe qué.
L.

Pájaro beatle


Entre los muros



Mis clases de periodismo se parecen cada vez más a una batalla. Trato de imponer un orden mínimo y me resulta cada vez más difícil. La guerra contra los celulares, la guerra contra los que llegan tarde, la guerra contra los que secretean, la guerra contra los que dibujan en sus cuadernos, la guerra contra los que aprovechan para leer el diario o mirar fotos de chicas desnudas. Sé que no puedo contra todo eso. También yo, siendo alumno, hacía dibujitos en papeles y hasta en el pizarrón. También estaba en otro mundo. Pero ahora doy clases y necesito ser escuchado. Y no porque piense que lo que digo es palabra santa. El problema es otro. Pongo demasiada energía en cada clase. Es como si en eso se jugara algo fundamental. Sé que es un error pero así es. No se puede vivir la vida, los días, como si mañana o pasado fuéramos a morir. ¿O sí? ¿O acaso así debe vivirse?
L.

martes, 26 de marzo de 2013

No sabemos que sabemos

Por alguna razón avanzamos en una dirección y no en otra. Por algún motivo nos enamoramos de una persona y no de otra. Por alguna causa no le contamos todo a todos sino apenas a algunos o a uno solo. Muy adentro nuestro hay una especie de faro inconsciente que guía nuestros pasos. Esa luz secreta y fría puede tomar la forma de un discurso o de un acto. En general no sabemos que sabemos. Pero sabemos. Y por eso vivimos y por eso amamos y por eso sentimos, a veces, que no podemos seguir siendo lo que fuimos hasta hoy.
L.

Danza de los esclavos


¿Adiós a las palabras?

Varios pensadores se preguntan por el futuro de la palabra escrita en los tiempos de Internet, los celulares, los Ipods y, por qué no, la sobreabundante fotografía digital. Es obvio considerar que si tenemos un millón de fotos nos inclinaremos a valorar menos a cada una de ellas, tomadas aisladamente, que en el caso de que sólo tuviéramos diez. En esa línea la palabra escrita se devalúa ante la gran cantidad de textos que aporta Internet. Algunos escritores han expresado que se sienten abrumados ante el torrente y se inclinan a no producir nuevos libros. Algo similar ocurre con las ya desaparecidas cartas de amor o intercambio de ideas. Hasta hoy se publicaban compilaciones epistolares de Van Gogh, Jane Austen, Kafka, Pessoa, Cortázar, Borges y tantos otros autores de categoría. ¿A quién se le ocurriría difundir ahora compilaciones de mails escritos a las apuradas y de manera circunstancial? Hasta los blogs como éste van perdiendo la carrera. Los que saben aseguran que el presente pasa por Facebook y Twitter. El futuro, tal vez, quede reducido a los escasos 140 caracteres de un mensaje veloz y definitivamente transitorio. ¿Y qué viene después? Devaluación final de la palabra o, en el mejor de los casos, una extraña mezcla de ruido y silencio. 
L.

lunes, 25 de marzo de 2013

Del otro lado de la vida


Dos, tres, cuatro y hasta cinco horas de viaje en bus entre el aeropuerto de Ezeiza y la casa donde vivo aún, porque una cosa es hacer pie o pis en alguna casa y muy  otra es estar de paso, o al paso, como quien se va yéndose o desembarca al fin. Dos, tres, cuatro, cinco largas horas de avenidas intoxicadas, fría madrugada bajo la primera lluvia de otoño e invierno, largas colas de caballo en las paradas, gente que ha descubierto de pronto que está viva, o casi, y necesita moverse, como yo claro, desplazarse bajo la lluvia y en horribles transportes para llegar a algún lado donde no habrá, tampoco, alivio. Todos moriremos. Mujeres de formas amables, mujeres de formas torpes, mujeres calladas con auriculares en las arejas y quizás en otros tantos agujeros del cuerpo como en los días de Fahrenheit 451. Somos miles de millones y nadie ha besado a nadie aún. Y yo no pude volar esta vez a Puerto Rico. Ya no está el pequeño ser para esperarme del otro lado de la puerta, lo que ya es decir o llorar, oh pequeño ser, del otro lado de la vida.
L.

sábado, 23 de marzo de 2013

Instante


Mátenlo

Viajaba hoy en el colectivo 24 por la zona de Once cuando asistí a un acto de barbarie extrema que me cuesta digerir. Un grupo de cuarenta o cincuenta personas golpeaban a un joven con bates de béisbol, caños pesados, fierros, cascotes y patadas. El muchacho, probable ladrón o arrebatador o quién sabe qué, se defendía como podía con sus manos hasta que se derrumbó en la vereda por los golpes y la gente, mujeres y hombres de bien, acababan con él dándole golpes certeros en la cabeza ya destrozada mientras el conductor del colectivo en el que yo viajaba, sin siquiera informarse de lo que había ocurrido, gritaba mátenlo, mátenlo, mátenlo, así, tres veces, lo cual alentó aún más el furor criminal de los ciudadanos indignados. Me cuentan que los linchamientos como el que vi se extienden en la Capital y el Gran Buenos Aires. Con ellos daría la impresión de que la idea de justicia por mano propia también se extiende con potencia. Imaginemos adónde puede llevarnos ese camino. El que mata debe morir, ha dicho la fiscal Susana Giménez en medio de aplausos. Cuarenta o cincuenta hombres y mujeres de bien seguramente ya ultimaron y remataron a ese joven de remera negra y apenas dos manos para defenderse. Y sé que por contar esto puedo ganarme fama de resentido, amargado, un imbécil dedicado a contar horribles historias como ésta un sábado a la noche. Será que no aprendí a ver el vaso medio lleno. Será que me resisto al lado luminoso de la Luna. Será que sólo puedo ver el asesinato colectivo de un joven, ignorando ángeles y rosas, y que no puedo ya dejar de oír el grito estentóreo del chofer justiciero. Mátenlo. 
L.

En las alturas más altas


viernes, 22 de marzo de 2013

Amor y subversión


Dice Octavio Paz que en nuestro mundo todo se opone al nacimiento y desarrollo del amor. Clases, moral, leyes, razas y, a veces, hasta los enamorados conspiran contra sí mismos. La mujer ha sido siempre para el hombre "lo otro", su contrario y complemento. Si una parte del ser varonil anhela fundirse a ella, otra, no menos imperiosamente, la aparta y excluye. Varias religiones y culturas imaginaron a la mujer como ídola, diosa, madre, hechicera o musa. En casi todos los aspectos la mujer es hacia adentro mientras el hombre es, al menos entre sus piernas, hacia afuera. El amor no es un acto natural. Es una creación. Algo que hacemos todos los días y que todos los días deshacemos. Para realizarse a pleno el amor necesita quebrantar la ley del mundo. Por eso para muchos el amor es escándalo y desorden. Es, de algún modo, la transgresión de los astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran de pronto en la mitad del espacio. Ruptura o catástrofe el amor se nutre de la libre elección entre quienes integran la pareja. Y esto último, claro, molesta a los eternos centinelas de la moral.
L.

jueves, 21 de marzo de 2013


Escena

Hay humo en la cocina. Humo de bife o incendios o desesperación. Mi mujer, es así como la llamo, ha prendido la radio. Se oye la voz de un hombre que critica fuertemente a un gobierno. No importa cuál. Los hijos juegan ajedrez en el otro cuarto. La casa entera se llena de niebla. Niebla de bife o fingido erotismo. Mi mujer lleva la blusa entreabierta y yo pienso que en otros tiempos eso me hubiera excitado mucho. Pero no ahora. Ahora no. Pienso en otras mujeres que no cocinen llenando la cocina de humo, angustia o desesperación. Se adivinan los pechos de mi esposa debajo del último botón. Los hijos ahora miran televisión. Salgo a pasear al perro. Ya era hora de hacerlo. Me detengo en un quiosco pensando en comprar cigarrillos. Hay una mujer ahí esperando ser atendida. Le pregunto algo mientras el perro la olfatea profundo entre las piernas. La mujer tiene pudor ante la circunstancia. El olor a bife o entrepierna confunde al hombre que mira a la mujer con rara expectativa. El hombre recuerda la última visita a las aguas termales del acuífero guaraní. Nada que ver. En la cocina espera la mujer desabrochada, en el cuarto los hijos, en la esquina hay un árbol entumecido. El perro orina fuerte contra las nalgas de la mujer. El hombre, confundido, regresa a la casa que, ahora, se ha vaciado de extraños.
L.

Blues de la espera


Esperar la luz verde del semáforo. La roja/la amarilla/la luz negra. Esperar que ella se quite la ropa que no tiene. Esperar aquel llamado o el mail que nunca será escrito ni enviado. Esperar el subte de las seis y diez. Esperar que suene el timbre de la casa o de la escuela. Esperar la marea de las olas, cuando el agua deja la costa sin playa, esperar la noche, esperar el día, las vacaciones, el beso de la muerte, de la suerte o de la vida. Esperar que lluevan flores en la piel cansada de esperar. Saber que la espera desespera y que lo esperado no existe. O que se presenta cuando es tarde para todo.
L.

Brumas del futuro


En esos días


Y de pronto llega la noche y la casa convertida en un cementerio privado y la desesperación que se desata y entonces el hombre agobiado y cansado dice y hace cosas fuera de lugar. A todo hombre sumido en esas condiciones suele ocurrirle algo así. En tales casos conviene, antes de abrir la boca o dejar correr los dedos sobre el oscuro teclado, calmarse un poco, mirar el cielo estrellado, evocar los labios amados, recuperar el eje que nunca debió perderse. No es justificación ni excusa alguna la angustia o la tristeza para dar rienda suelta a lo peor de cada uno. Lo primero es no dañar.
L.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Ligeros


Más livianos al andar y desandar, menos ideas hundiendo la cabeza y los pies en el pantano cansado, menos muebles endebles y rumiantes, menos libros en la biblioteca mental, menos sueños, tantos son los sueños que no nos dejan vivir lo real, lo que vive y late con sangre de verdad. Infiel como el ala de los pájaros infieles. Sutil como la arena de los días felices. Ligeros de recuerdos pero atentos al pasado y al presente y al futuro que a veces y siempre también es un peso.
L.

Sólo piano


Los antifilósofos

Todas las buenas doctrinas son inútiles -dijo Wittgenstein en los cuarenta-. De lo que se trata es de cambiar la vida. Badiou aplicó el calificativo para aquellos pensadores que encaran el presente, ponen el cuerpo, se ensucian con la existencia. Figuras como Lacan, Nietzsche o Kierkegaard entrarían en el club. El antifilósofo se consagra a su pensar de manera violenta, se anima a despreciar lo consagrado, es un esteta, un amante cuya vida sabe zozobrar por un hombre o una mujer, un erudito que frecuenta los despliegues de las ciencias sin creer demasiado en ellas. Los antifilósofos son rebeldes (hoy se diría que son terroristas), y, como queda dicho, descreen de las buenas doctrinas a cambio de cumplir con el legado de Rimbaud, es decir, cambiar la vida, las horas, los minutos, los segundos.
L.

Invención del pasado

¿Recordar es vivir? No. Vivir es otra cosa. Pero desde Freud hasta aquí resulta inevitable suponer que el pasado, recordado más o menos fielmente o deformado, condiciona gran parte de nuestros actos, pensamientos y elecciones. Por eso se dice que aún la novela más imaginativa y fantasiosa esconde un corazón autobiográfico que de tanto en tanto se deja ver. Más allá de eso no es difícil deducir que lo que recordamos llega alterado, reescrito, modificado. La memoria es astuta. No evoca porque sí. Descarta detalles inútiles. Se concentra solamente en lo que importa. Una imagen, una palabra, el pliegue de una blusa. Los recuerdos, además, encubren otras situaciones en un plano más profundo. Por ese motivo, entre otros, debemos desconfiar cuando alguien nos dice, a modo de resumen, que tuvo una infancia feliz, un amor feliz, unas lindas vacaciones.
L.

martes, 19 de marzo de 2013

Tú me recuerdas las calles


Con la juventud en bandolera

Instrucciones posibles

No eludir los problemas que se van presentado. Atravesarlos. Dejarse tomar por la vida. No tratar de entenderla por completo. No evitar entender algo de ella. Optimismo en la acción. Pesimismo en la idea. No confiar tanto en el enamoramiento como en el amor cotidiano donde el vuelo alto se prueba a través del vuelo bajo. No obsesionarse. Evitar todo tipo de paranoia. Amarás a tu prójimo tanto como él te ame a tí. Las formas de hacer el amor son tres: contra natura, a favor de natura o ignorando a natura. Los amigos que valen son muy pocos. A veces uno solo. A veces ninguno. No hace falta viajar para ser feliz o conocer gente. Pero viajar es hermoso. No es bueno tener un hijo como solución de los problemas de pareja. El estudio en instituciones es útil. Pero el verdadero estudio empieza después. Todo empieza y termina después. La palabra después es fundamental. Pero la más importante de todas es ahora.
L.

Instrucciones imposibles


Si no dejamos testimonio así sea en una libreta que será quemada, o en un blog como éste, vamos a perdernos en lo cotidiano. Escribir entonces para no morir. Escribir con vergüenza o desvergüenza, escribir con todo el cuerpo. Escribir por los que no están, oh, pequeño ser. Escribir para inventarnos otras vidas. O porque Dios ya no escucha. O porque todos moriremos.  Escribir para no tener que salir de este cuarto. Para salvar los restos. Para no olvidar ni las palabras ni el tartamudeo. Escribir lejos de la computadora o incluso en la computadora. Escribir para conocer el sabor de tu piel. Escribir desde el vacío y hacia el vacío. Escribir entre una y otra oscuridad. Escribir en idiomas olvidados. Escribir para volver a casa.
L.

lunes, 18 de marzo de 2013

Fracasados exitosos


Dice Pavese que el verdadero fracasado no es el que no tiene éxito en las grandes cosas (¿acaso alguien lo tuvo alguna vez?). Dice también que el verdadero perdedor fracasa no en las grandes sino en las pequeñas metas. No llegar a tener casa propia, por ejemplo. No conservar una novia o un amigo. No ganarse la vida dignamente como todo el mundo. Ese sería, dice y repite Pavese, el fracasado más triste. Sobre el tema tengo un pensamiento más extremo. Considero que el fracaso es constitutivo a la condición humana. Todos vamos a morir pase lo que pase. Y a la larga todos vamos a fracasar. Ahora, si esto último es cierto, y si el destino humano va en ese camino, quiero decir, si vamos a fracasar, que sea de la mejor manera posible. Trabajemos para ser fracasados exitosos.
L.

viernes, 15 de marzo de 2013

Lo imposible



Hace siglos que intento desnudarte; pero no sé, no puedo, no alcanzo. Después de un esfuerzo tremendo pude llegar a un lugar. Creí ingenuamente estar al borde del triunfo. Durante horas intenté liberarte de esas malditas redes. Pero no. Los breteles eran de acero y tus pechos continuaron guardados como perlas robadas. Seguí intentado más abajo. Cuando pensé que por fin había hallado el tesoro de los sueños volví a frustrarme. Vos no dejabas de reír. Te burlabas de mi cara de asombro frente a la arrogancia del cielo y las estrellas. La tierra estaba húmeda y oscura. De pronto girabas como un trompo de modo que yo viera la curva aciaga de tu espalda, la selva ensortijada, el tajo imperceptible. Quise poseerte cuarenta millones de veces. Pero en el instante final te escabullías en silencio como un hada en fuga permanente. Cantabas desde lejos. Durante mil noches y un día traté de desvestirte con las manos, con la lengua y hasta con oscuros pensamientos. Pero siempre estás vestida. Y al final de cada batalla me encuentro derrotado una vez más, anudado en trapos, ardiendo en fuegos que te ocupás de apagar con frazadas, túnicas, paredes, olas de un mar para siempre inalcanzable.
L.

Amantes crucificados


Veo una película de Mizoguchi llamada Los amantes crucificados. La historia se sitúa en un tiempo vagamente medieval. Una joven vive casada con un pequeño empresario, un buen hombre al que no ama. Llega al lugar un nuevo empleado y los dos, la casada y el joven, se enamoran y huyen. Escapan por un bosque sabiendo que en el país se castiga el adulterio con la muerte. A caballo se alejan por los campos perdiéndose en senderos, lagos, barcas y cabañas donde hacen el amor o lloran de manera incesante. El esposo traicionado, sin embargo, los protege. Se siente herido pero dado que quiere a su mujer entiende su decisión. No así la sociedad. No así la justicia. No así la religión imperante. El marido miente que su esposa viajó al interior a visitar unos parientes. Es inútil. Los amantes son capturados y conducidos al suplicio mayor. La última escena sorprende. Hombre y mujer atados a la espalda y camino a una muerte atroz no parecen angustiados. Al contrario. Sonríen tímidamente inmersos en su amor. Los amantes no desean morir. Al contrario. Antes de terminar el film, en la pantalla se lee que el amor es todo aquello que resiste a la muerte.
L.

Un único elemento

Y de pronto los árboles y el bosque, los juguetes cansados, las medias, los perros, los corpiños, las hojas del otoño adelantado, todo se redujo a un único elemento. Había vivido en el error. Creía en la diversidad del universo. Pero de pronto las estrellas brillaron en una, los planetas cayeron junto con los autos nuevos, los cuerpos, los motores oxidados. Mi vida reducida a un único elemento.
L.

jueves, 14 de marzo de 2013

Vivir sin historia


Así como fue privado de su biografía el hombre contemporáneo parece vivir también sin historia y privado, también, del acceso a la experiencia. Esta idea de Giorgio Agamben concluye en otra idea todavía más alarmante. La incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea uno de los pocos datos ciertos que el hombre tiene sobre sí mismo. El autor afirma que al finalizar la Segunda Guerra la gente regresaba enmudecida de los campos de exterminio o las batallas. No regresaba más rica sino más pobre en experiencias compartibles.¿Y qué pasa hoy con la vida cotidana? El hombre vuelve a la  noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos divertidos, tediosos, insólitos, comunes, atroces, placenteros, sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia, es decir, en algo realmente vivido y sentido y digerido. Quizás la escritura, o el psicoanálisis, constituyan la última experiencia posible en este siglo.
L.

Los soñadores mueren


No siempre les va bien a los que sueñan, se mueren antes, desesperan, no soportan el mundo real y tienen sus razones, los soñadores, caen a los abismos llevados por el peso de sus sueños, sus deseos no realizados, sus frustraciones admitidas, los soñadores, no siempre disfrutan de la vida como los que no sueñan, los que viven sus pesadillas como si fueran orgasmos, los soñadores, se van antes, se mueren antes, se desmayan como vírgenes o gatos o hadas y desaparecen entre las grietas donde Dios acecha, los soñadores.
L.

Los soñadores viven


Los buenos


Los buenos suelen ser los peores. Cuidarse de ellos es fundamental. Son tan buenos, tan sensibles, tan solidarios, que hasta serían capaces de matar con tal de demostrar su casi infinita bondad y simpatía. No cometen pecados (¿qué cometen?), no faltan a su palabra (¿qué palabra?), son fieles (¿a quién?), ayudan a los pobres (¿a cambio de qué?). Los buenos, como se ha dicho, son, adelante y en el fondo, peligrosísimos. Los malos en cambio no generan mayores problemas. Uno ya sabe con quién trata y se atiene a las consecuencias. Los buenos, en cambio, ya sea por estupidez o por una especie de perversión encubierta, son capaces de concretar los actos más atroces...siempre en nombre del altruismo y la bondad. Comparten hasta su propia muerte. Son buenos, es decir, siniestros.
L.

El arco y la lira


Consejos inútiles

Se atragantan los consejos a veces. Y se vuelven más inútiles a la vez que se agigantan. Se atragantan. Se agigantan. Se empantanan. Se amamantan. Cada vez que me planto frente a un grupo de aspirantes a poetas o narradores o escritores sin género...no sé qué decir. O sí. Empiezo por aclarar que la escritura se resuelve dentro de la escritura misma. La escritura es un hecho de lenguaje, digo también. Y añado que de poco sirve tener una buena historia para contar si no se trabaja la forma. Que todo es forma. Eso digo. Pero consejos como esos los da cualquiera. El problema es saber qué hacer con ellos. No faltará el que me diga que una mujer buenísima en formas puede ser hueca en una conversación. Y lo acepto. Pero las formas, hay que admitirlo, son el primer golpe de contenido de algo. Una manzana, por ejemplo. Sabemos que es manzana y no pera sin necesidad de morderla. Este posteo se está volviendo raro. ¿Pero entonces no hay contenidos? Hay sí. Pero eso está o no está en el escritor o aprendiz. Si esa persona es además de escritor una persona entregada a la vida y sus riesgos, al amor y sus miedos, a la muerte y sus agujeros, es probable que todo termine deslizándose en la prosa. Eso ocurrirá, insisto y aconsejo, si cuidamos la forma. Porque la forma arrastra al contenido así como el río lleva pequeñas hojas o luces inesperadas en la tensa y fina superficie.
L.

El discurso amoroso

No deberíamos subestimar el discurso amoroso. Me refiero a las palabras que constituyen y sostienen los vínculos así sea mediante engaños inconscientes y perdonables. Palabras limpias como amor, te amo, pienso en ti. Palabras sucias e irreproducibles que cada pareja echa a rodar como códigos íntimos de expiación y excitación entre las sábanas que el viento agita. Despojado de tonterías y obviedades el discurso amoroso construye una hermosa mitología que conviene aceptar, alentar, expandir como el universo que no deja de buscar un imposible más allá que, pasado cierto tiempo y espacio, se alcanza mucho más acá de todas las fronteras obscenas e imaginarias.
L.

miércoles, 13 de marzo de 2013


El diálogo no existe

La idea que preside este posteo pertenece a Jacques Lacan, continuador de Freud, creador de un cuerpo de ideas ineludible a la hora de querer entender al menos algo del alma humana. El diálogo no existe ha sido uno de sus lemas preferidos. Y si lo pensamos bien comprobaremos que así es. El caso más gritante en este punto es el intercambio de mails. Muy raramente la gente se entiende hablando pero menos aún por correo electrónico. Al contrario. Por este medio surgen todo tipo de confusiones ya sea amorosas, amistosas, laborales o instrumentales. La razón de este malentendido permanente se vincula con el lenguaje y su polisemia, es decir, con la multiplicidad de significados y lecturas posibles. Alguien escribe a una amiga algo tipo "te quiero" y eso de inmediato puede ser interpretado como una declaración de amor. La falta de "un beso" al final, asimismo, se lee a veces como frialdad. La palabra "saludos" es intraducible e incomprensible. Y sin embargo millones de personas la utilizan como cierre de sus mensajes. Ante la desaparición gradual de las personas como cuerpos con olor y sudor y su conversión en twits o frases de computadora todo o casi todo empieza a embarrarse. Es verdad que antes del advenimiento de las nuevas tecnologías la confusión también existía a través de las cartas en papel o en diálogos furtivos en una alcoba a la luz de una vela. En conclusión puede decirse que no debemos sobrevalorar el papel del diálogo entre las personas, entre los pueblos, entre los países. Pero tampoco subestimarlo. Sin un mínimo puente de entendimiento lo único que queda y nos queda es la eliminación del otro por medio de la guerra o por los silenciosos drones. No parece buena idea si se pretende, así sea por unos pocos años más, la continuidad de la especie.
L.

Cien veces no debo


No debo llamar al gato desaparecido. Debo aprender a estar solo. Cien veces no debo hacer lo que me duele. Siguen tirados los trapos meados en la terraza. No debo mantener en pie los árboles caídos. La casa es buena fosa donde dormir. No debo innovar. Los gestos son los mismos aunque la tierra se llene de cohetes que llevan a otros mundos. No debo llamarlo, oh pequeño ser, no debo llamarte. Ya no.
L.

Mi vida


martes, 12 de marzo de 2013

Apariencias

El río del tiempo nos engaña de manera magistral. El día de hoy se parece al de ayer y el de ayer al de mañana. Cada acto realizado se reproduce en el próximo y eso nos alivia enormemente. Suponemos que nada ha cambiado y que todo está en orden. Hacemos la cama y el amor con movimientos maquinales. Es inútil fingir que esta vez fue distinto porque incoporamos tal o cual variante espectacular. Hacer la cama y el amor, sacar la basura por las noches, darle agua a las niños, encender la televisión donde las noticias parecen distintas. Pero no es así. No lo es de ninguna manera. Todo sigue sin novedad en la veteada calle. El río del tiempo nos engaña de manera magistral. El día de hoy se parece al de ayer y el de ayer al de mañana. Y a eso llamamos vivir el presente. 
L.

Último tango


La desobediencia

El mundo avanza gracias a la desobediencia. Si nos limitáramos a cumplir con la ley en todos y cada uno de sus apartados y artículos viviríamos sumidos en una vida chata, oscura y sobre todo cruel. Las revoluciones, las protestas sociales, las huelgas, la indignación, la lucha por una vida más digna confluyen con el tiempo en mejoras para el conjunto de la sociedad. Pero la desobediencia también estimula el crecimiento tanto en los individuos como en las individuas. La necesaria ruptura de los jóvenes con sus padres, por caso, mejora la relación con esos padres y le permite a cada cual crecer por sí mismo, parirse, nacerse por obra y gracia de la desobediencia virtuosa. El presente tal vez sea de los arrodillados y juiciosos. Pero el futuro es de los desobedientes.
L.

A la deriva


A la deriva entre velos de humo. A la noche del mismo día que mañana. A la mierda. Ella giró en la cama y sus pensamientos se sucedían así, de manera deshilvanada, caótica, sin poder establecer un orden mínimo que sirviera de puente entre lo que sentía y lo que realmente le pasaba. Giró en la cama. Estaba en la casa de alguien que había conocido anoche en un bar de las afueras, cerca de las grúas del puerto, un tugurio de esos donde no sólo hay marineros sino hombres sin fe y casi al borde del desastre. Su compañero ocasional estaba en el baño ahora. Ella giró en la cama. Se preguntó cuánto tiempo debía pasar hasta que decidiera levantarse e irse y no volver nunca más. Eso era lo que correspondía si tenía en cuenta como se habían planteado las cosas. Pero algo, no se sabe qué, la retenía en esa cama ahuecada y húmeda. Un poco de amor, se dijo a manera de justificación. Y giró, una vez más, sobre sí misma.
L.

Junco


Delgada como un junco, más fina y ligera que una línea trazada con tiza en la pizarra de la noche. Menos aún. El hilo invisible de un cabello que viaja desde la nuca hasta el cuello y desde la cintura hasta nunca y jamás, la nuca delgada y más liviana que un junco.
L.

Pina Bar


lunes, 11 de marzo de 2013

Doble de cuerpo


El peruano Julio Ramón Ribeyro observó algo notable en el cuerpo desnudo de hombres y mujeres. Y ese algo es la simetría que gobierna la anatomía más allá de todo. A saber. Tenemos dos ojos, dos orejas, dos orificios nasales, dos series de dientes numéricamente exactos, dos amígdalas, dos clavículas, dos bronquios, dos pulmones, dos omóplatos, dos tetillas (o pezones), dos brazos, dos riñones, dos caderas, dos nalgas, dos testículos, dos juegos de costillas curvas. Con razón se pregunta el escritor de dónde pudo haber salido un orden binario tan perfecto y eficaz. Pero además, ¿qué relación existe entre estos órganos o miembros repetidos y los únicos como la lengua, el esófago, el estómago, el corazón, el hígado, el pene o el ano? Somos, en definitiva, una extraña combinacion de lo solitario y lo doble. Por eso a veces estamos solos y por eso, a veces también, estamos en pareja.
L.

Drones

Ahora que ya nadie visita este blog (mentira, unos cuantos siguen viniendo y comentando y alentando) me siento libre para hablar de los drones. Es un tema poco agradable. No es tan lindo como copular, viajar o desarrollar el amor filial. Pero voy a encararlo igual porque ahora soy libre. Acabo de enterarme que la aeronaves robóticas llamadas drones mataron ya, por orden de Obama, a 4.700 personas. Eso en los últimos dos o tres años. Las víctimas son, eran, habitantes de Afganistán, Yemen, Somalía, países del Sahel, Irak o Filipinas y otros lugares. O sea. Países raros donde seguramente debe vivir gente muy mala y digna de ser asesinada.  Es fácil. Alguien, un desconocido que trabaja para la CIA o el Pentágono, alguien situado en una oficina de Disneyworld o cualquier lugar así, oprime un botón de joystick y listo. Asunto acabado. El sistema es perfecto. No hay pilotos ni tripulaciones, los ejecutores quedan liberados para siempre de tareas aburridas, sucias y peligrosas y, encima, el tamaño de la nave es comparable a un juguete. Valga como ejemplo el minihelicóptero Black Hornet Nano, de apenas diez centímetros de largo, 16 kilos de peso y equipado con una cámara. Lo usan las tropas británicas en Afganistán en sus acciones de "combate urbano". Para fabricar los drones, informa El País de Madrid en su edición del domingo último, intervienen cuarenta países con EEUU e Israel a la cabeza. Hay una única sombra en medio de tanta luz. Los drones no sólo invaden el espacio aéreo de otros Estados sino que contravienen del derecho internacional y aún el Tratado de Cielos Abiertos, en vigor desde 2002 y que compromete a 34 Estados firmantes. En síntesis. Se trata de ejecuciones sumarias que rompen con la tonta idea de que en una guerra no se busca la muerte de individuos concretos sino la derrota de un ejército o grupo armado sin nombres propios. La operacion es tan perfecta que le evita al "país dron" la engorrosa carga de tener que soportar, en beneficio de la víctima elegida, la tediosa opción de defensa o juicio justo. Cero problema. Guerra limpia. Ahora, mientras escribo este posteo, un dron se aproxima a mi casa. Ya es hora, por eso mismo, de suspender el viaje o cambiar de tema con urgencia.
L.

domingo, 10 de marzo de 2013

Amor y socialismo


Leo un interesante artículo de Oscar Wilde (Dublín/1854-París/1900) a favor de la implantación del socialismo a escala mundial. Lo hace con el refinamiento y la ironía de siempre. En una parte de la nota habla de sexo y amor y ahí me voy a detener. Situado en tiempos de Cristo, por ejemplo, Wilde habla de una mujer a quien sorprendieron cometiendo adulterio (se refiere, claro, a María Magdalena). No se nos cuenta la historia de su amor, dice el escritor. Pero debió de ser muy grande ese amor pues Jesús declaró que sus pecados le habían sido perdonados. Y no porque se hubiera arrepentido -supone Wilde- sino porque su pasión había sido intensa y maravillosa. Unas líneas más adelante el autor sostiene que el socialismo y la abolición de la propiedad privada salvarán al amor de sus actuales cadenas posibilitando que tanto el vínculo amoroso como el erótico puedan desarrollarse en un plano "más maravilloso, más bello y más noble".
L.

Sin para qué ni para quién


Nadie visita ya este blog. Eso podría preocuparme. Eso podría impulsarme a buscar nuevos anzuelos para captar la atención de los lectores perdidos. La casi total ausencia de visitas podría empujarme a publicar fotos de gente desnuda, eso no falla, o a contar historias de muerte y resurrección. Pero no. Un blog a puertas cerradas me da la libertad de escribir sin para qué ni para quién. Siempre lo hago de algún modo. Lo hago siempre. Pero ahora más que nunca. Ahora se me permite destilar palabras sin objetivo, sin querer impresionar a nadie, sin provocaciones eróticas, sin metáforas, sin experimentaciones, sin frases llamativas, sin literatura. Esto último por encima de todo. Sin literatura. Porque si por el arte literario o la poesía se entiende la pura afectación, la retórica, la utilización de imágenes asombrosas (el mar es el templo de la naturaleza, por ejemplo) el uso de palabras bonitas, citar, no sé, a Clarice Lispector que en un blog siempre queda bien, o a Pablo Neruda o a Miguel Hernández, entonces mejor dejar este espacio y entregarme por entero a las redes sociales de las que participo a media máquina. Ahí donde la gente pone fotos de perritos, donde las chicas muestran sus atributos para ver si consiguen novio y donde los novios ofrecen brillantes pruebas de ingenio, humor y juventud. Qué tanto. Este posteo es una muestra perfecta de lo que pretendo ahora que soy libre. No decir nada. No contar historias. Dejarme ir como los ríos donde nadie se baña dos veces y ni siquiera una sola vez.
L.

Por una vida poética


Mejor que hacer arte es vivir artísticamente. Cualquiera pinta un cuadro más o menos bien. Cualquiera consigue contactos para dar una conferencia en Berlín sobre el arte de narrar. Lo que no es tan fácil es vivir poéticamente, entregarse a quien lo merezca, hacerse cargo de la parcela que cada cual tiene a su cargo, compartir, estar dispuestos incluso a dar la vida para que algo se alivie en este mundo crispado. Mejor que hacer arte es vivir y morir artísticamente. Mejor que escribir poemas es ser el poema en carne viva.
L.

sábado, 9 de marzo de 2013

Elogio de la curiosidad


Si algo caracteriza a los chicos es la curiosidad expresada en todas y cada una de sus formas. Se les da un juguete y en general lo rompen porque quieren saber cómo funciona el mecanismo. Preguntan por qué hay viento, por qué hay olas, por qué nacen los bebés. Después quieren saber cómo está conformado el sexo de cada cual, desean conocer la muerte de cerca, siguen rompiendo juguetes y hasta le sacan la ropa a las muñecas con la idea de ver cómo es la cosa. La curiosidad es la verdadera madre de los niños y de quienes tienen alma de niños. Los grandes, en cambio, creen saberlo todo. Miran a su alrededor con gesto sobrador, hablan con todos los lugares comunes existentes, no rompen ya juguetes sino que los regalan a sus hijos en vez de jugar con ellos. Cualquier pregunta les parece estúpida. ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizás lo sepamos alguna vez. Quizás no. Pero mientras tanto -como dijo San Agustín- el alma arde porque quiere saberlo todo...incluso aquello.
L.

Lo que duele y salva



Vivir el presente

Me dicen que debo vivir el presente y nada más que el presente. La idea suena bien. Vivir el hoy y olvidarse del ayer. Otros dicen también que hay que mirar hacia adelante. Nunca hacia atrás. Otra idea que suena bien. Mirar hacia adelante. Perfecto. Pero, qué pena, el presente es apenas un punto de intersección entre el futuro y la historia. ¿Qué cosa es el presente? ¿Este texto? No. Este texto será viejo en pocos segundos. La primera frase (me dicen que debo vivir...) ya se ubica más atrás. ¿Y si miro hacia adelante? Lo siento. No veo nada. Todo lo que tenemos es lo ya experimentado. Y ni eso. Porque los hechos pasados como tales han caído. ¿Qué tenemos entonces? En el mejor de los casos la vida. Eso. Tenemos la vida.
L.

viernes, 8 de marzo de 2013

Hablar o ser hablados


La mayoría de la gente no habla. Repite. Una cosa y la otra no son lo mismo. Hablar es parir, producir algo nuevo, romper el hielo con una palabra-martillo. Repetir, en cambio, es el tedio de lo eterno viejo, es como hacer el amor con la misma persona toda la vida, es, de última, aburrido y previsible. Esto es fácil de escribir pero difícil de aplicar a la vida cotidiana. En general somos hablados por otros. ¿Por quiénes? Padres, maestros, políticos, curas, periodistas. Ellos hablan por nosotros y debemos alzar una pared frente a todos ellos. Hablar y no ser hablados. De eso se trata. Y de eso se trata aunque el discurso inicial resulte balbuceante, confuso, tembloroso. La alternativa es de hierro. Nuestra palabra, la mía, o la de todos los demás.
L.

Última foto


Esta foto se había perdido en una marea de mails y días y noches olvidadas. La fecha y las circunstancias se extraviaron. Todo parece indicar que mi gato Grusswillis intenta bajar de la pared, algo que hacía con frecuencia. Había adquirido la increíble habilidad de caminar hacia abajo por la pared sin caerse. Creo que se ayudaba con las uñas. Las clavaba en el yeso y de ese modo se sostenía. Nunca pude entender esa manía de caminar hacia abajo por las paredes. Pero ahora sí la entiendo. Todos tendremos nuestra última foto sin saber que es la última. Sonreiremos, posaremos como siempre, haremos alguna mueca de esas que hacen las parejas cuando se fotografían a sí mismas con un blackberry. Pero este asunto de caminar hacia abajo por las paredes. Toda esa cosa de buscar el centro de la tierra como sólo puede hacerlo un gato, es decir, fuera de toda lógica humana y cerca de toda lógica felina. El rey de reyes busca su tumba y su gloria ante la indiferencia del mundo. Pero de todos modos la alcanza. Y todo este discurso inútil. Y esta foto, la de arriba. Esta imagen encontrada sin querer y sin debe y sin haber.
L.

El testigo



En lenguaje jurídico podría decirse que perder a un testigo es casi como perder el juicio. La frase puede leerse de varias maneras. Perder el juicio es enloquecer. Pero perder un testigo silencioso y atento que observó mis evoluciones y mis involuciones a lo largo de 16 años, bueno, está el riesgo de perder el juicio. A eso lo podemos llamar tristeza o lo que sea. Pero prefiero adoptar la actitud pudorosa de Gruswillis y, claro, permanecer en silencio o alejarme hasta que vengan tiempos mejores. O hasta sentir que el pequeño ser, oh pequeño ser, empuje la puerta del cuarto con su cabecita como siempre lo hacía y entre, sí, para salvarme de una maldita vez.
L.