No deberíamos subestimar el discurso amoroso. Me refiero a las palabras que constituyen y sostienen los vínculos así sea mediante engaños inconscientes y perdonables. Palabras limpias como amor, te amo, pienso en ti. Palabras sucias e irreproducibles que cada pareja echa a rodar como códigos íntimos de expiación y excitación entre las sábanas que el viento agita. Despojado de tonterías y obviedades el discurso amoroso construye una hermosa mitología que conviene aceptar, alentar, expandir como el universo que no deja de buscar un imposible más allá que, pasado cierto tiempo y espacio, se alcanza mucho más acá de todas las fronteras obscenas e imaginarias.
L.
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