Varios pensadores se preguntan por el futuro de la palabra escrita en los tiempos de Internet, los celulares, los Ipods y, por qué no, la sobreabundante fotografía digital. Es obvio considerar que si tenemos un millón de fotos nos inclinaremos a valorar menos a cada una de ellas, tomadas aisladamente, que en el caso de que sólo tuviéramos diez. En esa línea la palabra escrita se devalúa ante la gran cantidad de textos que aporta Internet. Algunos escritores han expresado que se sienten abrumados ante el torrente y se inclinan a no producir nuevos libros. Algo similar ocurre con las ya desaparecidas cartas de amor o intercambio de ideas. Hasta hoy se publicaban compilaciones epistolares de Van Gogh, Jane Austen, Kafka, Pessoa, Cortázar, Borges y tantos otros autores de categoría. ¿A quién se le ocurriría difundir ahora compilaciones de mails escritos a las apuradas y de manera circunstancial? Hasta los blogs como éste van perdiendo la carrera. Los que saben aseguran que el presente pasa por Facebook y Twitter. El futuro, tal vez, quede reducido a los escasos 140 caracteres de un mensaje veloz y definitivamente transitorio. ¿Y qué viene después? Devaluación final de la palabra o, en el mejor de los casos, una extraña mezcla de ruido y silencio.
L.
L.
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