sábado, 9 de marzo de 2013
Elogio de la curiosidad
Si algo caracteriza a los chicos es la curiosidad expresada en todas y cada una de sus formas. Se les da un juguete y en general lo rompen porque quieren saber cómo funciona el mecanismo. Preguntan por qué hay viento, por qué hay olas, por qué nacen los bebés. Después quieren saber cómo está conformado el sexo de cada cual, desean conocer la muerte de cerca, siguen rompiendo juguetes y hasta le sacan la ropa a las muñecas con la idea de ver cómo es la cosa. La curiosidad es la verdadera madre de los niños y de quienes tienen alma de niños. Los grandes, en cambio, creen saberlo todo. Miran a su alrededor con gesto sobrador, hablan con todos los lugares comunes existentes, no rompen ya juguetes sino que los regalan a sus hijos en vez de jugar con ellos. Cualquier pregunta les parece estúpida. ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizás lo sepamos alguna vez. Quizás no. Pero mientras tanto -como dijo San Agustín- el alma arde porque quiere saberlo todo...incluso aquello.
L.
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