Mis clases de periodismo se parecen cada vez más a una batalla. Trato de imponer un orden mínimo y me resulta cada vez más difícil. La guerra contra los celulares, la guerra contra los que llegan tarde, la guerra contra los que secretean, la guerra contra los que dibujan en sus cuadernos, la guerra contra los que aprovechan para leer el diario o mirar fotos de chicas desnudas. Sé que no puedo contra todo eso. También yo, siendo alumno, hacía dibujitos en papeles y hasta en el pizarrón. También estaba en otro mundo. Pero ahora doy clases y necesito ser escuchado. Y no porque piense que lo que digo es palabra santa. El problema es otro. Pongo demasiada energía en cada clase. Es como si en eso se jugara algo fundamental. Sé que es un error pero así es. No se puede vivir la vida, los días, como si mañana o pasado fuéramos a morir. ¿O sí? ¿O acaso así debe vivirse?
L.
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