domingo, 10 de marzo de 2013

Sin para qué ni para quién


Nadie visita ya este blog. Eso podría preocuparme. Eso podría impulsarme a buscar nuevos anzuelos para captar la atención de los lectores perdidos. La casi total ausencia de visitas podría empujarme a publicar fotos de gente desnuda, eso no falla, o a contar historias de muerte y resurrección. Pero no. Un blog a puertas cerradas me da la libertad de escribir sin para qué ni para quién. Siempre lo hago de algún modo. Lo hago siempre. Pero ahora más que nunca. Ahora se me permite destilar palabras sin objetivo, sin querer impresionar a nadie, sin provocaciones eróticas, sin metáforas, sin experimentaciones, sin frases llamativas, sin literatura. Esto último por encima de todo. Sin literatura. Porque si por el arte literario o la poesía se entiende la pura afectación, la retórica, la utilización de imágenes asombrosas (el mar es el templo de la naturaleza, por ejemplo) el uso de palabras bonitas, citar, no sé, a Clarice Lispector que en un blog siempre queda bien, o a Pablo Neruda o a Miguel Hernández, entonces mejor dejar este espacio y entregarme por entero a las redes sociales de las que participo a media máquina. Ahí donde la gente pone fotos de perritos, donde las chicas muestran sus atributos para ver si consiguen novio y donde los novios ofrecen brillantes pruebas de ingenio, humor y juventud. Qué tanto. Este posteo es una muestra perfecta de lo que pretendo ahora que soy libre. No decir nada. No contar historias. Dejarme ir como los ríos donde nadie se baña dos veces y ni siquiera una sola vez.
L.

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