Tantas cosas perdí, tanta gente, tantas esquinas, tantas banderas, tantos animales que me acompañaron y se fueron. Y eso para no hablar de las mujeres. De los parasiempres deslizados en la escalera de Ezeiza o en un puerto. Perdí el jardín de mi casa, perdí a mi única hermana, perdí amigos en Brasil y otros tantos en Moscú. Me fui quedando sin los mejores libros. Mi casa, que no es mi casa, ya parece un cementerio. Malditas cajas de fotos meadas por los gatos. Malditas camas donde el amor pasó dejando manchas ya secas y recontrasecas. Malditas manzanas oscurecidas en la maldita heladera. Hago un recuento del tesoro y solo restan unas pocas monedas sin valor. Una idea me salva sin embargo. Una frase breve y tan inútil como todo lo demás. Lo que queda es con lo que empiezas. Eso.
L.
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