Los estudiosos del comportamiento animal describen a las gacelas como vivaces y desconfiadas. Cuando olfatean el riesgo se les erizan los pelos de la línea vertebral. Y en la manada, que puede estar integrada por unos cien ejemplares, el primero que advierte el peligro pone en alerta al grupo que huye velozmente dando saltos admirables. Una gacela entre todas se queda siempre a enfrentar al enemigo. Suele ser la más hermosa y la más débil. Algunos expertos subestiman el extraordinario poder de esta última. Y la suelen acusar de inmadura o descuidada. La gacela iracunda prefiere no escuchar las críticas. Después de dar batalla corre hasta la orilla de un mar que alivia sus heridas. No le hace daño a nadie. Pero hay alguien, sin embargo, que apunta desde lejos directo al corazón.
L.
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