viernes, 4 de abril de 2014
Naturaleza viva
Empecé a dibujar y pintar en el taller de Roberto Páez. Yo era un adolescente y me topé de pronto con la modelo desnuda. Superar el primer impacto no fue fácil. Resultaba inevitable pensar algunas cosas. El maestro decía que la modelo es una aglomeración de líneas, sombras y luces. Pero yo no dejaba de ver a una mujer sin ropa ubicada a pocos centímetros de mi cuerpo atento. Pasados algunos minutos pude alcanzar la visión artística. Y entonces sí. Luces, líneas, sombras. Y olvidar entre otras cosas que las nalgas son nalgas. Ya nada importaba. El conjunto empezó a diluirse en mis ganas de plasmar algo en el papel de escenografía. La figura se fundía con la cortina en la ventana, el atril, la silla del fondo, un florero vacío. Sólo al final recuperé mi condición. Algo parecido me ocurrió cuando salí de pasar varias horas en un observatorio astronómico. Las estrellas y las nebulosas desaparecieron y poco a poco volví a fundirme con la tierra que es, también, naturaleza viva.
L.
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