Los amantes levantan un castillo. Nadie los ve mientras lo hacen. Nadie los verá. Pero ahora están seguros y trabajan. La construcción se compone de raras esquinas, besos reales o inventados, noches blancas en el cielo y una risa vertical bajo la sábana. Cuidan cada moldura, cada escalón, cada ventana. Es tarde pero los enamorados no descansan. En torno al palacio cavan una zanja circular y por si acaso no colocan puentes. Al contrario. Cierran los portones con llaves de bronce y deciden ponerle nombre a la obra ya finalizada. Se llamará recuerdo, dice ella. Se llamará recuerdo, dice él.
L.
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