Usa vestidos largos y rojos como si fuera una bailarina de flamenco. No entiende nada del mundo. Se viste, se desviste, se cansa y se descansa. Paula no quiere llenar su casa ni su cabeza de objetos o adornos. De pronto se apoya en la baranda del balcón y sus pechos miran hacia abajo iluminando la tierra. Usa pies descalzos. Le gustaría quedarse hasta la noche pero algo la retiene afuera. De pronto calla. Afuera se oyen pasos lentos e invisibles. Alguien se acerca. Paula y yo sabemos quién es. Hablamos de otra cosa.
L.
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