viernes, 31 de octubre de 2014

Monólogo del pez

Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo. Los defensores de la moral y las sanas costumbres preferirían quizás que fuera pájaro, puma o dinosaurio. O que no me mueva o moviera siempre entre cortinas de humo. Para colmo el pez está desnudo, lo dice Lispector, y eso es un pecado grave para los pescados. Los dueños del sentido me acusan con el dedo untando en barro gris. Me juzgan por las migraciones que hago contra la corriente para desovar en los ríos de Alaska. Saben que voy a morir en ese lance pero ni siquiera eso me perdonan, como en Guantánamo que le niegan a los peces el derecho a suicidarse en paz. No puedo circular libremente por los cauces de montaña. No puedo copular en las aguas tibias. Quieren que use traje y que trague los grandes y honorables discursos. Se me critican la cama y las escamas. Se me reprocha la cola al descubierto y el hecho de respirar por las branquias y esa capacidad que tengo de hundirme y no ahogarme, de llorar sin que se note, de leer en los corales y abrir la boca, bien abierta, para todos los bellos y engañosos anzuelos, espejismos, que la vida ofrece a manos y aletas llenas. Lo que se me reprocha es ser un pez, es decir, yo mismo.
L.  

Entiendo y quiero continuar


Por delicadeza

Por delicadeza perdí mi vida, dijo Arthur Rimbaud. El autor francés vivió 37 años, fundó la poesía moderna cuando apenas había cumplido 19, revolucionó el universo de las letras con su libro Una temporada en el infierno, se rebeló, de pronto dejó de escribir y encaró el tráfico de armas para finalmente morir de un cáncer en la rodilla. Rimbaud -en resumen- no perdió la vida por delicadeza. Al contrario. Probó todo hasta casi atragantarse. Conviene seguir su ejemplo aún pagando el precio correspondiente por ello. Algunos hombres -se quejan las mujeres- son a veces muy delicados con ellas. Más de lo necesario. No conviene perder la vida con un romanticismo de opereta. No conviene ignorar el sabio consejo. Demasiado respeto, en determinados casos, puede ser visto como una falta de respeto.
L.

No te olvides de mí

jueves, 30 de octubre de 2014

Contra la interpretación

Contra la interpretación. Así se titula un conocido ensayo de Susan Sontag (1933-2004) cuyos planteos no caen del todo bien en el mundo intelectual muy dado a interpretar todas las cosas hasta destruirlas por completo. La intensa escritora y ensayista estadounidense defiende ahí la inocencia de la mirada, la percepción directa de las obras de arte y de la vida sin que medien los sesudos análisis de los críticos, los expertos en estética, los periodistas brillantes y demás intermediarios. ¿Por qué no pensar mejor en una erótica del arte? La pregunta es deslizada por Sontag al finalizar su artículo. Antes admite que ninguno de nosotros podrá recuperar jamás el asombro anterior a toda teoría cuando el arte no se veía obligado a justificarse. Cuando no se le preguntaba a un cuadro, a una novela, a una canción o a un cuerpo que baila qué querían decir o cuál era "el mensaje". Veo a veces a las simpáticas guías del museo de Bellas Artes de Buenos Aires "explicar" lo que supuestamente quiso decir Van Gogh sobre, no sé, un molino de viento o un par de zapatos que pintó alguna vez. Nietzsche parecería tener razón. Ya no hay hechos sino apenas interpretaciones. Pero interpretar todo el tiempo, dice Sontag, es empobrecer. Es reducir el mundo para instaurar la sombría ley de los eternos y solemnes contenidos. Todo significa. Todo debe ser explicado por los que saben, quizás, demasiado. Nada existe por sí mismo. ¿No sería mejor volver a la inmediatez de la pasión por algo o por alguien sin interpretaciones de ningún tipo o especie?
L. 

Fandangos

Para qué un blog

¿Para qué un blog? ¿Para jactarnos de algo? ¿Para compartir con otros el sinsentido de la vida? ¿Un blog es el espectáculo de la intimidad? ¿No soportamos estar solos, desnudos y desamparados? ¿Necesitamos hacer pública la angustia? ¿Queremos buscar a alguien que se ha perdido? ¿Encontrar la salida? ¿Diferenciarnos del resto? ¿Sumarnos a la tendencia de los tiempos? ¿Salir del anonimato? ¿Alcanzar, por fin, la fama y el reconocimiento? Para qué. La peor pregunta.
L.

Enseñanzas


Demasiado extendida la idea de que los libros -también las películas, las obras de teatro y las ensaladas de tomate- dejan enseñanzas. O sea que leeríamos y viviríamos para aprender algo y ser mejores. Qué lindo. Por fin se ha descubierto una utilidad también para la lectura. Aprendemos algo como se aprende de los libros de autoayuda y de las experiencias. No pienso así. No lo pienso en absoluto. Los buenos libros no enseñan nada. Muestran algo. Sólo eso. Y los leemos con el mismo placer con que a veces hacemos el amor, es decir, sin esperar algo práctico de esos actos. Haciéndolos apenas por placer y deseo, palabras obviamente ofensivas que da pudor pronunciar en este blog.
L.

miércoles, 29 de octubre de 2014


Georgia

Cuando la saqué del hospital se puso más agresiva que de costumbre. La locura está afuera, dijo en voz baja. Afuera. Pasaban los autos y Georgia llevó sus manos a la cara. Fue un gesto instintivo como cuando se tapaba los ojos o corría pegando saltos de gimnasta en la vereda. Sus hombros no soportaban el mundo: los pasos apurados, las radios, los gritos, la frialdad generalizada. Ella moría de cosas así. Nunca supe bien qué le pasaba. Un día me ofrecí a sacarla de los pabellones donde ni siquiera había cortinas en las duchas. La locura está más allá de las cortinas. En el parque amenazó arrojarse sobre unas palomas. Ella tenía una demencia infalible que me asustaba y a la vez me atraía. Yo creo que la amaba. Cuando tomaba sol en el patio hacía algo raro con los dedos, como si tejiera en silencio una trama invisible. En el cuarto de internación coleccionaba recipientes pequeños y llenos de un líquido transparente. En el centro solía haber una virgen, un paisaje, una sirena. Si uno sacudía el objeto empezaba a caer una especie de nieve en forma de copos ligeros. Georgia tiene el pelo como líneas de crayones dibujados en la frente. Usa polleras largas, de vieja, y habla de trenes que van y vienen. Es su tema preferido de conversación. Cuando se hizo de noche, el día que la saqué del hospital, señalé una estrella que, le dije, está situada a diez mil años luz de la tierra. Eso quiere decir que tal vez no exista hoy. Puede haber estallado hasta convertirse en un agujero sin fondo. Estamos viendo el pasado, concluí. ¿Y cómo era yo hace diez mil años?, preguntó Georgia sin dejar de mirar hacia arriba y tejer agujas con los dedos. Cuando el cielo empezó a nublarse traté de hacerle entender que en ese tiempo ni siquiera existíamos. Inesperadamente lloró íntima y secreta. Entonces la abracé como queriendo armar un refugio que la salvara del desastre. La locura está afuera, Georgia. Afuera.
L.

Gacela

Caminaba en silencio por la playa cuando encontré una gacela que dormía: ojos de nuez, pelitos finos, cejas resueltas en líneas desgarbadas. Sin hacer ruido giré en torno al animal de boca singular y patas largas. Me quedé quieto. Casi mudo. Pero la prudencia fue inútil. La gacela despertó, avanzó hacia mí y ya no supe qué hacer. Mientras pensaba en cosas vagas –un sonido de violín en el desierto- me senté en un manto ennegrecido por el humo. Las gacelas no lloran. Las gacelas no aman. Ella olió mi camisa, tembló al ver mis manos en declive, se hundió como una lámpara en el cielo. Transcurrieron las horas, los años, los peces. Por un instante quise escapar. Pero al final seguí esperando la noche. Con la última luz dibujé palabras que una ola menguante borró. Ahora la gacela y yo caminamos juntos por la orilla. No le hacemos mal a nadie. Pero hay alguien, sin embargo, que apunta desde lejos directo al corazón.
L. 

Tecnologías

Las tecnologías digitales trajeron consigo enormes ventajas que en realidad no son tales. Nadie puede perderse. Hay una aplicación en los celulares que permite ubicar las coordenadas exactas del otro y de uno mismo. Era hermoso perderse por falta de caminos. Era perfecto establecer una cita y poder no llegar nunca. Otra indudable ventaja que no es tal consiste en la comunicación constante. Ya nadie puede estar solo y en silencio en un cuarto cerrado. Ahora estamos en red todo el tiempo. Era hermoso poder estar solos y en silencio en un cuarto cerrado y con un libro abierto. Eso ya no es posible. La lista podría seguir hasta el infinito. Ya no podemos desnudarnos en privado. Era hermosa la intimidad cuando existía. Y cada cosa que hacemos debe ser compartida con la comunidad movistar o como se llame. No hay más personas sino fantasmas. Divinos fantasmas que no dejan de enviar mensajes incomprensibles. Nadie está donde está. Hubo un tiempo que fue hermoso. Fuimos libres de verdad.
L. 

Beber amor cada día

Zonas remotas

Hay en el cuerpo y el alma zonas remotas no muy fáciles de ver o sentir. Es inútil darse vuelta, sacarse fotos a uno mismo, primeros planos, colocar espejos de mano en sitios escondidos y secretos. Pasa también al escribir, por ejemplo, una autobiografía, apuntes personales o incluso diarios íntimos. Hay zonas oscuras y remotas que por alguna razón mencionamos apenas o directamente silenciamos. Tratamos entonces de redondear las cosas y escribimos para encubrir o embellecer lo roto. Los adultos son muy dados a resumir sus primeros años con la expresión infancia feliz. Se trata claro de una construcción posterior, consciente o inconsciente. Mejor no entrar en detalles. Juventud aventurera. El primer beso. Todo bien ordenado y clasificado por etapas. El primer hijo, el amor de la vida, la familia soñada y un presente lleno de encanto y de promesas. Cae sin embargo la lluvia detrás de la ventana. Y con ella también caen las máscaras, las evocaciones retocadas y los vestidos. Nos vemos de pronto solos y desnudos. Hay silencio en la escena. Buscamos entonces las zonas remotas del cuerpo y el alma. Y claro. Las encontramos.
L.

martes, 28 de octubre de 2014

Comer, dormir, decir tonterías

Los personajes de Chéjov (1860-1904) no son grandes personajes. Son mujeres y hombres triviales que sin embargo padecen esa trivialidad. El escritor solía decir que sus criaturas no eran muy diferentes a la gente común. ¿Y cómo es la gente común? Chéjov se limitó a decir una vez que lo único que hace la gente es comer y decir tonterías. La mayoría no recita poemas, no protagoniza actos heroicos, no se arroja a un abismo. Come y habla todo el día (y eso que entonces, siglo XIX, no había celulares). En las obras de Chéjov la gente se aburre, mira llover por la ventana, se enamora por un tiempo y después se desenamora. Algunos valientes intentan cambiar algo del entorno pero pronto se arrepienten. Otros tienen brotes de piedad y espíritu salvaje que duran poco. Decía el escritor que en literatura y arte dramático es importante que la gente entre y salga, coma y hable del tiempo, juegue a las cartas, copule, que todo sea tan complicado y al mismo tiempo tan sencillo como en la vida. La gente come -insistía- no hace otra cosa que comer. Pero mientras tanto va forjando su destino dichoso o destruyendo, también, su vida.
L.

Consumo

El amor no se consume. No se consigue ni en el supermercado ni en Internet. El amor está más allá de la satisfacción de una necesidad. Lo más importante que el amor tiene para dar no es comparable a una propiedad, un auto, una casa. De ahí nace la definición lacaniana del amor. Dar lo que no se tiene a quien no es. Importa la respuesta del otro pero no el otro como un bien utilizable. La respuesta del otro/a es más importante que la satisfacción de una necesidad. Y con eso no hay nada que hacer. Dos que se aman comparten un vacío. Se regalan mutuamente la nada que son. Y desde ahí construyen un puente que, como todo puente, puede caerse un día.
L.

Autorretrato

Mosquitos

Hasta en el paraíso hay mosquitos. Lo supieron Adán y Eva pero también todos los que estuvieron en hermosas playas, lindísimos hoteles de cinco o seis estrellas, selvas lujuriosas, lunas de miel dorada y montañas de suaves pendientes. Enfrentados al insecto que pica y zumba algunos individuos se proponen acabar con él de una vez y para siempre. Aunque parezca increíble ponen en la tarea una energía digna de mejor causa, o sea, mucha más de la necesaria. Es tanta la fuerza malgastada, o mal administrada, que hasta se diría que los matadores de mosquitos se consagran al objetivo como si no hubiera nada más importante que hacer. Levantan altares. Casi convierten al insecto en un dios todopoderoso. En el camino pierden de vista las metas que realmente importan, las bellas sirenas que aguardan en la arena tibia, el espacio que conviene cuidar como lo más sagrado. En conclusión. Un mosquito es sólo un mosquito. ¿Para qué perder tiempo con él? ¿Por qué erotizarlo tanto? ¿Acaso no convendría colocar la fuerza vital y creadora en otra parte?
L. 

Entiendo y quiero continuar


lunes, 27 de octubre de 2014

Sostener

Mi maestro de yoga insiste en que se debe sostener la postura. Dice que ahí está el secreto de la disciplina oriental. No se trataría entonces de cambiar constantemente de figuras o estiramientos sino de quedarse en el lugar y aguantar aunque duela. Todo este prólogo absurdo se relaciona con lo que va quedando de este blog en declive luego del ataque generado por el hombrecito gris o los hombrecitos grises. Nunca se sabe. Suspendelviaje ha perdido visibilidad en el mundo y también fronteras adentro. Eso dicen al menos las cifras internas de visitas al sitio. La barrera ética, estética y sinfónica impuesta por blogger influye en esos aspectos y este espacio se va convirtiendo en una estación de tren abandonada y sola, algo que los defensores de la moral y las buenas costumbres deben estar celebrando a su modo, quiero decir, la fiesta no debe ser muy divertida. ¿Se puede sostener un blog como quien mantuviera una laguna de agua estancada? Y si uno siente que ya no hay nadie o casi nadie del otro lado, ¿hasta cuándo podrá aguantar la postura heroica? Mi profesor de yoga diría que debo dejar de lado el ego y mantener la asana contra viento y marea. En apretado resumen. Sostener el blog aunque duela. Y tal vez el maestro tenga razón. Pero bueno. Quizás esté llegando el momento de dar un gran salto de equilibrista y retirarse hasta que vuelvan tiempos mejores. Como en el circo.
L.   

Querido diario I

Querido diario II

Los diarios íntimos no están de moda. Eran más frecuentes cien o doscientos años atrás. Ahora las intimidades se vuelcan en las redes sociales. También en blogs y libros confesionales a la manera de memorias. Dicen que los diarios personales son cosa de mujeres. Es posible. Los hombres somos, en casi todo, hacia afuera. Y las mujeres son, en casi todo, hacia adentro. Componer un diario íntimo es dibujar un mapa virtual de la vida interior. En tal caso los textos clandestinos probarían la doble vida del autor, hombre o mujer. ¿Y quién no la tiene así sea en sueños? El diario íntimo puede ser visto además como un prodigio de hipocresía, chismes y banalidades. O como un género narrativo. O como una apuesta al futuro posible que algunos llaman posteridad. Se lo podría considerar, por último, como un depósito de desechos, fascinante y peligroso a la vez. Los mejores diarios íntimos fueron escritos por Kafka y Fernando Pessoa, este último bajo el seudónimo, o heterónimo, de Bernardo Soares. El de Alejandra Pizarnik, desparejo a veces, tampoco es desechable. Ningún diario íntimo es totalmente íntimo. Es un texto literario más donde la presencia constante del yo confunde un poco. Grandes obras de la literatura universal nacieron, curiosamente, con ese formato. Se habla a veces del diario íntimo como de un desnudamiento público o semi-público. Es más bien al revés. El autor empieza a escribir desnudo (vacío) y termina su obra casi completamente vestido.  
L.

Apenas

Constelación

La dobló y la usó como a una adolescente, la conoció y le exigió las servidumbres de la más triste puta, la magnificó a constelación, la tuvo entre los brazos oliendo a sangre, le hizo beber el semen que corre por la boca como el desafío al Logos, le chupó la sombra del vientre y de la grupa y se la alzó hasta la cara para untarla de sí misma en esa última operación de conocimiento que sólo el hombre puede dar a la mujer, la exasperó con piel y pelo y baba y quejas, la vació hasta lo último de su fuerza magnífica, la tiró contra una almohada y una sábana y la sintió llorar de felicidad contra su cara que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel.

Un amor

Un amor, si es amor, no tiene nombre. Es algo que sucede más allá del lenguaje y las ideas. Es la cosa en sí. Es el ser del tiempo, o, mejor, una interrupción bendita en el río del tiempo. Un amor, si es amor, no se deja ver con claridad. O deja ver solamente algunas partes. El resto es agua y menos tu vientre, dice el poeta, todo es confuso, raro y sin vida como la foto de un álbum. Un amor, si es amor, es ahora o no es nunca. No tiene nombre ni lugar. Y cualquier lugar es todos los lugares. Y cualquier instante es todos los instantes.
L.

domingo, 26 de octubre de 2014

Los limpios

La mayoría de la gente se considera buena gente. En la bonita y mayoritaria categoría incluyo a torturadores, violadores, abusadores de sus hijos y nietos, egoístas y seres peligrosos de alta gama. Pero basta hablar con ellos o leer lo que escriben en las redes sociales (pienso por ejemplo en los autodenominados poetas) para que la idea quede clara. Los malos son los otros. Los tóxicos son los otros. La amenaza está afuera. Los sanos y limpios no tienen olor, jamás pensaron en algo sucio, son leales, finos, progresistas en política, rigurosos en educación. Los sindicatos docentes están hartos ya de recibir a maestros y profesores que han sido víctimas de acusaciones sobre abuso de alumnos y alumnas, dictado de contenidos ofensivos, exhibicionismo y todo tipo de perversiones. La mayoría de las denuncias suelen ser falsas pero aún así muchos maestros son despedidos de sus trabajos y estigmatizados por la sociedad como se ve, por ejemplo, en una extraordinaria película no por azar titulada La cacería. De nada sirven los argumentos en contrario. Las buenas almas son siempre buenas y puras. Hay incluso una mojigatería de izquierda que no tiene nada que envidiarle a la de derecha. Son iguales. Acusan sin fundamento o con fundamentos espurios. Señalan a los malos con el dedo untado en mierda. Destruyen vidas y trayectorias brillantes sin siquiera preguntarse nada. Mojigatería progre. Moralismo de entrecasa. Falsedad. Acabo de enterarme que la mayor parte de asesinatos, abusos y demás violencias se producen puertas adentro de las casas felizmente constituidas. Duermen todos con el enemigo. Son los enemigos. Pero se consideran, todos ellos, en público y en privado, los únicos seres puros y limpitos de la Tierra. Habrá que estar atentos y cuidarse, por caso, del hombrecito gris, blanco e inmaculado que denunció a este blog como portador supuesto de contenidos ofensivos.
L.  

Dos caminos

Consideremos el caso de Ernest Hemingway (1899-1961). Fue por lejos uno de los mayores escritores estadounidenses del siglo pasado. Consideremos su vida inabarcable. Cazador, corresponsal de guerra, alcohólico, amante de Marlene Dietrich, pendenciero de tabernas, pescador de aguas profundas, boxeador, amigo de la revolución cubana, en fin, un hombre que podríamos añadir sin error a la estirpe de los bárbaros geniales. Consideremos su obra. Por quién doblan las campanas, El viejo y el mar, París era una fiesta. O sus cuentos igualmente impecables (Los asesinos, Colinas como elefantes blancos, Padres e hijos). Estaba preocupado por lograr que sus palabras se desplacen como témpanos. Fue su marca. La dignidad del desplazamiento de un témpano -dijo- se debe a que sólo una octava parte de él aparece en la superficie. Ahí estaba el secreto de su prosa inigualable. Como el viejo pescador de su breve novela Hemingway buscaba al gran pez de la vida. ¿Lo encontró? Imposible saberlo. Ningún río es suficiente para un alma sedienta. De pronto Hemingway dejó de publicar y, en julio de 1961, se disparó un balazo de escopeta en el paladar. El mundo mata a los que no se rinden, escribió una vez en Adiós a las armas. A los demás también los elimina pero sin tanto apuro. ¿Cómo evitar que el mundo cumpla ese destino fatal?, se preguntó una vez Abelardo Castillo. En rigor no hay más que dos caminos, se respondió. Matándose uno mismo o escribiendo textos perdurables. Hemingway, por lo visto, eligió los dos.
L.

Carente de todo

Los enemigos

El giro conservador del gobierno argentino -alentado y potenciado en un contexto global de restauración de la derecha neoliberal en todas sus formas- se percibe en los actos pero también en los discursos oficiales. La presidenta Cristina habla ahora igual que sus enemigos históricos quienes desde los medios concentrados y hegemónicos convencieron a buena parte de la población acerca de la existencia de una supuesta puerta giratoria a través d la cual los presos comunes entran a la cárcel por una puerta y salen por la otra. Casi en coro la tribuna repite esa idea y, como tristemente ha pasado en la historia de la humanidad, se la termina por aceptar como hecho comprobado. La verdad es otra. La cantidad de personas privadas de su libertad en la Argentina supera las 65 mil, el número más alto en la historia de este país. Más de la mitad están en cárceles y comisarías de la provincia de Buenos Aires, una región que no tiene más que el 38,95 por ciento de los habitantes totales. Nueve de cada diez de ellos son seleccionados entre los sectores más pobres de la sociedad. Durante una audiencia convocada por la Corte Suprema de Justicia hace diez años, el entonces ministro de Justicia bonaerense Eduardo Di Rocco reconoció que nueve de cada diez no habían sido condenados y que el 29 por ciento de los procesos, de cuatro años de duración en promedio, terminan en absolución. Para decirlo más claramente. No se sabe si los 65 mil detenidos han cometido algún delito. Un alto porcentaje de ellos o no ha sido procesado o no fue sometido a juicio o no fue condenado. Otro punto irritante del proyecto oficial de nuevo código penal es aquel que permitiría la expulsión de extranjeros. La idea de culpar a los migrantes, o a una raza o etnia en particular, no fue inventada por las derechas latinoamericanas o por Cristina sino por un tal Adolf Hitler en los años treinta del siglo pasado. El pintor de brocha gorda, como lo llamaba Brecht, convenció al 99 por ciento de los alemanes de que la culpa de todo la tenían los judíos y los gitanos. Ya sabemos que al decir esto el nazismo no se limitó al discurso y dio lugar al holocausto. Ahora, también tristemente, el gobierno israelí emula con Hitler en sus discursos cambiando apenas el objeto a demonizar, es decir, los palestinos. El plan es eliminarlos dado que son los malos de una película mal filmada. La masa mira con odio hacia afuera. Pero el enemigo está adentro. Y si está afuera habrá que combatirlo no tanto con las armas del horror sino con la verdad, la justicia y la inclusión social.
L.

sábado, 25 de octubre de 2014


Agua sexual

Y ya que estamos aprovechemos la dura advertencia de blogger acerca del supuesto contenido impropio de este espacio que para colmo tiene fondo negro. Aprovechemos que "algunos lectores", según se lee en la entrada, se mostraron ofendidos por los contenidos de Suspendelviaje y lo denunciaron para preservar del daño y el baño a las buenas almas. Aprovechemos además el sábado que es un día perfectamente habilitado para hablar de cualquier cosa, por ejemplo, de un inclasificable poema de Neruda no por casualidad titulado Agua sexual. El texto pertenece al que muchos consideran con razón el mejor libro del poeta chileno, o, mejor aún, su libro clave. Agua sexual es además el texto más feroz e inconveniente del conjunto. Bastaría reproducir los primeros versos para entenderlo. Rodando a goterones solos, a gotas como dientes, a espesos goterones de mermelada y sangre, rodando a goterones cae el agua como una espada en gotas, como un desgarrador río de vidrio (...) Veo puñales y medias de mujer, y pelos de hombre, veo frazadas y órganos y hoteles (...) Es como un huracán de gelatina, una catarata de esperma y de medusas. Como se ve no es un poema erótico ni nada parecido. Es apenas la sombría enumeración de un hombre cansado de ser hombre. Un poeta que entonces, cuando escribió Residencia en la tierra, tenía apenas 21 años y entraba al mundo luego de habitar dormitorios solitarios, sin cuadros en las paredes, lubricados en tal o cual rincón por espesos, muy densos, goterones de rara mermelada. 
L.

Sin mirar al costado

Escribo en el blog sin mirar al costado. Tampoco hacia arriba o hacia atrás o hacia abajo. Mucho menos hacia adelante. Escribo mirando apenas las palabras que van haciendo fila, una tras otra, dándose a veces la mano, escondiéndose, golpeándose, anulándose entre sí. No miro ni siquiera hacia adentro. Permanezco atento apenas al encadenamiento azaroso de frases que sin querer van armando un discurso extraño, una especie de secreto que se devela en el acto mismo de ocultarse. Escribo en el blog sin esperar posibles lectores, amigos, enemigos que denuncian contenidos ofensivos o amorosos. El blog convertido de pronto en un tren que ciegamente avanza en medio del campo o de la selva sin importarle nada más que los vagones haciendo fila, uno tras otro, dándose a veces la mano, escondiéndose, anulándose entre sí hasta llegar a la estación o hasta caer en el abismo. Sin mirar al costado. Como corresponde.
L.

Despedida

Contra la cultura general

Es legítimo el deseo de alcanzar una cultura general. ¿Y qué sería eso? Supongo que se trata de saber un poco de todo. Nociones de física cuántica, literatura escandinava, cambio climático, sistemas políticos, genitales en todas sus formas y presentaciones, flores silvestres, pesca deportiva, filosofía antigua y moderna, técnicas de la natación, sociología básica, geometría, cartografía, quiromancia. ¿Y de qué podría servirme cargar la mochila con semejantes ladrillos? ¿Para tener temas de conversación de una reunión de gente culta y distinguida? ¿Para seducir a alguien? ¿Para adquirir seguridad ante los otros? ¿Para dejar de ser un ignorante y pasar a ser un sabio o casi sabio? Me gustaría poder responder a estas simples preguntas. De verdad me gustaría. Pero para hacerlo necesitaría poseer una cultura general que, en realidad, no me sirve ni para eso ni para nada.
L.

Escena


Palabras prohibidas

No sólo es cuestión de la censura exterior. Hace unos días este blog fue denunciado como ofensivo por un hombrecito gris que, al parecer, envenena los campos y tiene respuestas inofensivas para todo. Es, debe ser, un fantasma triste y sin alma que se jacta de sus bien cimentados valores morales. Después del dos viene el tres, el perro ladra, la lluvia cae, la suma de los ángulos interiores de un triángulo es igual a dos rectos. Pero dejemos al hombrecito gris y a su erección desvanecida. El verdadero enemigo está adentro. Las peores cárceles son las elegidas. Los silencios más graves son los aceptados con cabeza baja y sonrisa idiota y complacida. Silencios propios, cárceles propias, renunciar a ser y ganar el aplauso fingido de los otros. Despreciamos el paraíso por miedo a los mosquitos. Resignamos la vida para alcanzar una muerte cómoda. Nos perdemos el mar para no ser seducidos por sirenas con cola de pescado y pechos desnudos. Nos morimos de ganas de hacer y decir cosas misteriosamente encriptadas en la piel oscura. Nos negamos a pronunciar las únicas palabras que nos salvarían de las peores cárceles, es decir, de las elegidas. 
L.

viernes, 24 de octubre de 2014

Enferma grave

Cenicienta de los géneros literarios, rara sobreviviente de una antigua edad, la poesía es una enferma grave a la cual se le toleran algunos caprichos a la espera de su virtual desaparición. La situación no es novedosa. Ya Platón aconsejaba a los griegos expulsar a los poetas de su República ideal. Un mundo perfecto no puede convivir con un género cuya esencia es la transgresión radical de los sentidos consagrados. Pero la poesía es más que eso. Porque además de llegar adonde los demás no llegan es por sobre todo una manera de ser y actuar. Así la vieron los surrealistas franceses en sus manifiestos iniciales. Nosotros no tenemos nada que ver con la literatura –decían-. El surrealismo no es una forma poética. Es un grito del espíritu que se vuelve hacia sí mismo decidido a pulverizar desesperadamente sus trabas. Desde esa visión el canto por el canto mismo desaparece y el poema se confunde con los actos. Custodios del mito y la memoria los poetas buscan la palabra perdida en el naufragio. Suponer que la poesía ha muerto sería como pensar que se acabó en nosotros toda posibilidad de convertirnos en lo que somos. ¿Será así? La cenicienta de los géneros ya ha fregado la vajilla y los pisos en su viaje de un largo día hacia la noche. Pero eso sí. Mientras espera que se anuncie la fiesta de su vida, no se resigna a dormir.
L.

Brotan, rebotan, explotan

Cocodrilos

Veo televisión en la cama del cuarto. Ella quiere molestar y se arroja en posición fetal, pegada a mi cuerpo, fundida casi. De algún modo me obliga a seguir la marcada ondulación de su figura. Las nalgas se apoyan con firmeza en el hueco situado entre el torso y mi entrepierna. El pecho firme contra la espalda, las piernas igualmente unidas y todo así hasta conformar entre los dos un único animal que de pronto expande miembros y lenguas en un colchón ahora convertido en ola de azufre. En la pantalla están pasando El cazador de cocodrilos, un ciclo ya viejo conducido por un aventurero que de tanto provocar a los animales salvajes terminó electrocutado por la cola de una mantarraya. Hasta el momento en que se produjo la escena recién contada habíamos visto al hombre jugando con serpientes fatales, metiendo la mano muy adentro de la boca filosa de reptiles temibles, fatigando selvas pobladas de alimañas y montado en una tabla para jugar en el mundo más allá de tiburones y otras amenazas. Así se dieron las cosas y no hubo tiempo de apagar el televisor. Terminamos los dos convertidos en singulares especímenes de esos que raramente confunden veneno con aroma de flores.

Entiendo y quiero continuar


El sacrificio

Algunos artistas, al igual que los héroes de otros tiempos, apostaron al sacrificio ejemplar. Fueron cristos del alma que en la puerta del horno se quemaron como quien se da entero a la manera de una ofrenda o un amor. ¿Una ofrenda para quién? Pienso por ejemplo en Van Gogh y su austeridad casi monacal en función de componer una obra luminosa e imperecedera. Pienso, claro, en Pavese, un escritor lúcido e irreductible como pocos. Ambos, Van Gogh y Pavese, se suicidaron. Los motivos no importan. El que se mata no necesita causas o razones. Los dos fueron sufridores ejemplares. No sólo por el padecimiento en sí sino porque encontraron un modo profesional de sublimar. El artista sufre como hombre, o como mujer, pero convierte el dolor en esplendorosas manchas, narraciones o poemas. Sueña con los ojos muy abiertos. La literatura es una defensa contra las ofensas de la vida, escribió el italiano. Van Gogh envió cartas a su hermano Théo mientras pintaba álamos desnudos. En los casos mencionados la sublimación artística cedió en un momento a la ansiedad o a la incapacidad de soportar. No pudieron esperar. Los sufridores ejemplares debieron seguir sublimando. De haberlo hecho, tal vez, hasta habrían tocado una felicidad que sin ser eterna a veces nos visita. Porque para todos tiene la belleza una mirada.
L. 

jueves, 23 de octubre de 2014

Baldosas


Están muy viejos mis compañeros del Nacional Vicente López. No sé qué les pasó. Las hermosas jóvenes de ayer, esas que yo miraba con precisión de anatomista, son hoy señoras honorables pero cansadas. Los chicos potentes y alegres que jugaban en los recreos andan ahora con bastón o se sientan porque no pueden más. De todo eso me di cuenta en un acto reciente que tuvo lugar en la puerta de la escuela para recordar a quince desaparecidos en tiempos de la última dictadura militar. Los quince no están viejos. Son y serán jóvenes por siempre. Como parte del acto se inauguraron baldosas que recuerdan los nombres de los chicos y chicas asesinados. Observé que en la lista falta al menos un nombre que debió haber estado. Es el de Valeria Beláustegui, con la cual tuve en su momento fuertes discusiones políticas sin dejar por ello de admirarla en silencio. Valeria tenía una mirada equivalente a diez mil soles y una convicción que rajaba el aire. Otro de los secuestrados por el delito de sentir la vida fue José Flores. En algún sentido soy culpable de su muerte dado que yo lo entusiasmé para que se sumara a las filas de la revolución finalmente frustrada. Hablé con René, su hermano, y recordamos juntos el sombrío episodio. El caso que más me duele es el de Leonora Zimermann y no sabría decir por qué. Mi amigo Román se había enamorado de ella peligrosamente. Leonora era un hada o algo demasiado parecido a un hada. Fina como un junco dibujaba hermosamente. Era delicada y tenía un peinado afro de esos que enloquecen a cualquiera. También a mí. Pero no era solo el peinado. Ella era poeta sin saberlo. Y soñaba como tantos con un mundo donde no se escriban posteos como éste. Leonora. Dieciseis años. Dibujaba manos. Escribía cosas en papeles o en hojas de tréboles. La noche de la desgracia fue a su casa para no preocupar a los padres. Se la llevaron a ella y también a su hermana María el 23 de octubre de 1976. Los militares dijeron que apenas las retendrían unas pocas horas en una comisaría cercana. No fue así. Están muy viejos mis compañeros del Nacional Vicente López. Algunos usan bastón. Otros se sientan porque no dan más. Solamente Leonora y los quince o dieciseis o veinte desaparecidos de mi colegio siguen tan jóvenes como siempre. Y con ellos hablé esta tarde. Y con ellos seguiré hablando en todas las tardes y días y noches que me quedan de vida.
L. 

Lenna

Conocí a Lenna por error. Era o debe seguir siendo la joven de lentes oscuros que hace años fue mi traductora en Helsinki y otras ciudades.  Ella no es rubia ni tetona como sus compatriotas. Era o es delgada y fría. Sonríe apenas y lo hace como un deber de conciencia. Yo había viajado a Finlandia en mi asumida condición de geógrafo. Necesitaba datos para escribir un libro sobre países de climas extremos. En la oficina donde debía aparecer una tal Dana se presentó Lenna. El cambio inicialmente me fastidió. Pero no tuve a quién quejarme. Con el tiempo Lenna se convirtió en mi casa, mi perro, mi niñez. En el norte habíamos pasado más de cincuentas día sin ver el sol, circunstancia que aproveché cuantas veces pude para quitarle su pesada falda en las interminables veladas del hotel. Nada mejor puede hacerse en una noche del círculo polar. Con Lenna habíamos planeado conocer la región de los mil lagos. Pero al final terminábamos en el sauna o tomando cerveza en los bares de Turku. Fue en una aldea de esa zona cuando una tarde sonó el celular que Lenna guarda o guardaba en su cartera de piel de reno. Se levantó sin decir palabra, se despidió con un gesto que hoy me animaría a calificar de sobreactuado y desapareció de mi vida para siempre.
L.

Nadar contra la corriente

En todas las épocas existieron nadadores dispuestos a dar brazadas contra la corriente. Uno de ellos ha sido Henry David Thoreau. Escritor, filósofo y naturalista destacado el hombre nació en Concord, Massachussetts, Estados Unidos, el 17 de julio de 1817. Fue célebre por haber dejado la ciudad para irse a vivir a los bosques. En 1845 construyó una cabaña de troncos en las orillas del lago Walden y ahí, durante dos años, llevó una vida de trabajo, caminatas y estudio. Fue un hombre austero. Decía que durante la noche se orientaba en los bosques mejor con los pies que con los ojos. Se destacó en natación, pedestrismo, patinaje y remo. De baja estatura, constitución sólida, tez clara, graves y severos ojos azules, Thoreau se negó a pagar impuestos y fue preso por ello. No se avergonzó de su cuerpo. Al contrario. Se jactó de su fortaleza y practicó el nudismo sin saber que andar sin ropas tenía nombre. Sus contemporáneos cultos y atildados lo consideraron un anarquista y un salvaje. Permaneció siempre soltero, vivió solo, jamás asistió a una iglesia, nunca votó, no comía carne ni bebía vino. Había en su carácter algo irreductible y bello. Escribió libros hermosos -el mejor lleva el nombre de Walden- y en literatura se inclinó por los escritos primitivos, monstruosos y maravillosos. Rechazó la vida en las ciudades y los trabajos de oficina. Su última advertencia antes de morir (1862) fue un elogio de la vida incivilizada que practicó. "Si te designan empleado público en la ciudad -dijo- no irás a Tierra del Fuego este verano".
L.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Burbuja

Fidelidad

Está ese barco enorme que llegó al puerto sin aviso y con las luces apagadas. Parecía un buque fantasma pero no lo era. Aún con sus limitaciones pertenecía al mundo de las cosas reales y flotantes. Por alguna razón difícil de establecer arribó al puerto silencioso y lento como animal herido. Llegó al amarradero sin haber tocado una sola costa. Al parecer el viaje empezó en tierras lejanas y terminó muy cerca de una playa desierta. Al arribar la poca gente que aún permanecía a bordo fue tirándose al agua hasta que sólo quedó en cubierta el capitán, un sujeto oscuro y de pocas palabras. El hombre no quiso abandonar la nave y se hundió junto con ella o en ella como si lo hiciera adentro de una mujer. ¿Por qué? Por fidelidad.
L.

Matamos lo que amamos

Clarisa, alumna de un taller literario, dice que odia la escritura. Dice que si se trata de decir algo lo ideal para ella sería hacerlo en voz alta. Quizás se refería a un programa radial, dado que estudia periodismo, o no sé, hablar con amigos, cerveza por medio, o conversar por celular. Dice que cuando era chica las maestras la felicitaban por lo bien que escribía cuentos, composiciones, informes, poemas, lo que fuera. Pero lo que pasó, pasó. Lo curioso es que Clarisa dice que odia la escritura por medio de palabras escritas en una pantalla y luego impresas en papel. Es cierto que ella podría alegar que lo mismo pudo haber sido dicho, cerveza por medio, en un bar, en una playa o hablando por un teléfono móvil en una calle de la ciudad. Un vez más viene Kafka en mi ayuda y me dice al oído que la escritura es más pobre pero más clara que la vida. Y a la reunión se suma Oscar Wilde, sin que nadie lo llame, y completa una idea escrita o hablada según la cual matamos a veces lo que amamos.
L.

martes, 21 de octubre de 2014

¿Leer ayuda a escribir mejor?

Está la idea de que leer bien ayuda a escribir bien. Leer, hablar sobre literatura, asistir a cafés literarios, integrar grupos de escritores en Facebook, escuchar conferencias de grandes autores, tragarse las obras completas de Shakespeare. No creo que pase por ahí la cosa. Conozco a gente muy lectora que no sabe escribir ni una sola frase digna, ni un verso, ni un solo mail respetable. No sé por qué será pero está comprobado que la acción de leer no se traduce en textos hermosos. Leer es bueno solamente si se lo hace por amor personal al texto y el autor elegidos. En tal caso, sin buscar enseñanzas ni mensajes, la lectura abre horizontes, pensamientos, puertas hacia otras vidas posibles. Pero eso no va a traducirse nunca en una prosa respetable. Para el que ya escribe, en cambio, la lectura es buena compañera de camino. Es como navegar en un barco acompañado por buenos tripulantes. O como compartir un universo común. Pero una cosa no asegura la otra. También conozco a gente que casi no leyó nada y se anima a decir las cosas sin rodeos ni uso de palabras raras. Unos pocos libros alcanzan para vivir en la isla de Alicia. La escritura, a su vez, es un duro trabajo con palabras y solamente con ellas. No nos salvan ni los libros ni las experiencias extremas ni la felicidad ni el amor ni nada que no sea escribir un poco cada día, como aconsejaba Isak Dinesen, sin esperanza ni desesperación.
L.,

La única ofensa es tener testigos

Alejandra vuelve

La lectura del diario íntimo de Alejandra Pizarnik deja huellas en la piel más dura. Cada párrafo es un abismo. Llama la atención ahí cierto egocentrismo enfermizo que de pronto se mezcla con humor y referencias a momentos de gran plenitud. Lo que también se percibe es demasiado enamoramiento del yo. En ocasiones Alejandra entiende que poesía, vida y mundo no están divorciados. La preocupación obsesiva por el contacto físico parece un camino posible. La palabra poética, dice, debe estar llena de polvo, de cielo, de amor, de orín, de sexo, de violetas, de sudor, de miedo. Es una pena que la escritora no haya profundizado en la visión del lenguaje como instrumento fallido, incompleto y alejado de la noción de absoluto. De haberlo hecho, quién sabe, no se hubiera matado. 
L.

Imagen ofensiva


Mundo incomprensible

Da gracia la gente que cree saberlo todo. Gente de cemento armado que rechaza por principio lo que se aparta de la lógica, del sentido establecido, de las verdades eternas. Esas personas ni siquiera pueden leer un cuento fantástico, o un poema, sin poner mala cara. Todo lo que va más allá de la etiqueta y la estructura les parece burdo, engañoso, inaceptable, inmoral. Pero la verdad verdadera es lo contrario, es decir, que no sabemos casi nada acerca del mundo. Casi nadie conoce el mecanismo que genera la luz solar de la cual depende la vida de todos nosotros. O la gravedad que nos ata a la Tierra y que de otra forma nos lanzaría al espacio. A excepción de los niños -que no saben lo suficiente como para no preguntarse asuntos importantes- pocos de nosotros dudamos sobre algo. Hay un solo dato que alcanzaría para cerrar la idea. Casi un ochenta por ciento del universo está compuesto de algo llamado materia oscura. Ningún científico sabe de qué está compuesta aunque los astrónomos saben que está ahí. Pero el dato no alcanzaría para conmover a la gente que cree saberlo todo. Gente que sonríe satisfecha, que nunca se angustia y que jamás (jamás) se pregunta nada sobre nada.
L.

Un mundo peligroso


El mundo se ha convertido en un lugar peligroso. Es cierto que uno puede hacerse el tonto y negar la evidencia. Negar y decir que la vida es hermosa, que en todo caso las bombas caen lejos y en lugares donde vive gente que habla raro y no pertenece a la generación Starbucks. Es cierto que podemos cerrar los ojos y mirar hacia adentro, como dicen en yoga, donde todo está oscuro y en paz. Pero entre nosotros no podemos engañarnos. Hasta la situación vivida hace poco por este blog, donde mentes enfermizas denunciaron supuestos contenidos ofensivos, es una muestra liliputiense del peligro mencionado. Amenazas, prohibiciones, bombardeos, crímenes masivos como ocurre en México, la estupidez convertida en ideología dominante. Tendremos que aprender a vivir y amar y hasta dejar de amar en un mundo peligroso. Y aún considerando que el amor es más fuerte y que Coca-Cola destapa la felicidad conviene estar atentos, cuidar los espacios y no dar pasos en falso. Y eso para empezar.
L.

La belleza I

La belleza II

Sin belleza la vida no merecería ser vivida. Justamente por eso el poder, el dinero y la publicidad hacen un uso venal de lo más hermoso y lo pervierten. Lo ensucian y anulan como esas líneas que en un texto matan la entrelínea. La belleza va acompañada por la negatividad en todas sus formas. No hay nada, ni siquiera lo más bello, que el mal no pueda convertir en instrumento de engaño, dominación y muerte. Nuestro deber es distinguir la belleza verdadera de la falsa. En tiempos de miserias omnipresentes y de violencias ciegas, en días de catástrofes naturales y humanas, hablar de la belleza parece una ofensa, una provocación, una frivolidad. Las serpientes desenroscan su saten, las ranas extienden las perlas, los pájaros negros y azules lanzan dardos de azabache. La belleza no es eterna. Al contrario. Es un accidente que deslumbra y enceguece. 
Es un puñado de cerezas entra una y otra oscuridad.
L.   

La belleza III


Transiciones

El hombre del bote ha alzado los remos. Un instante apenas de remos levantados y sin embargo el barco avanza en silencio impulsado por la tenaz corriente. Los amantes han detenido las acciones. Como actores de teatro, o como niños jugando a las estatuas, ambos quedan de pronto mudos y desnudos mirando el cielo de yeso. Un instante apenas para luego continuar, con movimientos lentos, la extraña danza iniciada. En el cuarto permanecen la humedad, las piernas ligeramente dobladas, los olores confusos. Hay momentos de ruptura y momentos de continuación. Hay transiciones e interrupciones momentáneas. Los desplazamientos subterráneos se estiran como sexos en silencio. El hombre del bote ha soltado los remos y fuma oscuramente mientras el río se mueve como un todo hacia adelante. Acción, transición, recuperación del movimiento.
L. 

lunes, 20 de octubre de 2014


La extranjera

La extranjera cuenta cómo cambia el color del cielo en su pueblo situado a orillas del mar. Dice que de ninguna manera se lo puede comparar con el color que adopta el cielo en una ciudad que se ubica lejos de la costa. Me dice que el día se alarga a veces increíblemente. La extranjera tiene la pollera corta y los labios en forma de red. En su idioma me dice cosas totalmente incomprensibles. Eines Tages kam eine wilde Katze aus dem Wald geschlichen, nahm das Kind armer Bauern und trug es in ihre Höhle. Sie tat ihm aber nichts, sondern brachte ihm Kräuter, Wurzeln und Erdbeeren, so dass es keine. A continuación le digo que no entiendo nada y que así no vamos a poder seguir. Entonces retoma la historia de los dos cielos que cambian de color según el tiempo y la maldita distancia. Yo hago como que la escucho cuando en realidad miro las formas de su cuerpo y el brillo de sus labios. Pero cuando quiero besarla retira la boca a un costado y en el escenario se apagan las luces para siempre.
L.  

Ganas de vivir


Reducido a lo esencial el deseo podría equipararse a las ganas de vivir. Las ganas de vivir carecen de objeto preciso y no están relacionadas con personas, lugares, consumos, viajes o planes. Es el puro deseo indefinible que empuja hacia adelante. Pero el carro, como se sabe, está empujado por dos caballos. El primero ya fue nombrado. El segundo, conocido como pulsión de muerte, podría equipararse a las ganas de desintegrar, aplastar, negar, matar en nosotros o en los otros algo que molesta o hiere. Ganas de vivir. Ganas de morir. Eros y Tanatos una vez más. En toda existencia ambas fuerzas se mezclan y tiran de la cuerda. Depende de cada uno que en la balanza las ganas de vivir pesen más y mucho más.
L. 

Rosa de los vientos

¿Buscar o encontrar?

La búsqueda constante de algo o de alguien, también de una meta importante que justifique la existencia, puede convertirse en un atajo perfecto para no actuar a tiempo. La idea de estar en la búsqueda, de transitar los caminos a la caza de una codiciada presa o hacer grandes proyectos para el futuro y demás es, a veces, un autoengaño. Puede ocurrir que hace tiempo hayamos encontrado lo que buscábamos. Y en tal caso, ¿por qué no lo aceptamos? También es posible que por tal o cual razón querramos postergar un paso que veníamos eludiendo con astucia quién sabe desde cuándo. Picasso resolvió el dilema con su famoso yo no busco, encuentro. Buscar es un ejercicio pasivo y sin consecuencias. Encontrar implica una responsabilidad. Buscar es la teoría. Encontrar es el acto.
L. 

El verdadero asombro

El verdadero asombro nace de memorias y no de novedad. Todo consiste en rascar en la olla de uno mismo y su pasado, en el carozo nunca del todo encerrado en la aceituna, hasta dar con algo inesperado. El verdadero asombro es la contracara exacta del turismo que siempre está a la espera de lugares nuevos que sorprendan. Comidas nuevas. Caras nuevas. Cuerpos nuevos. Ropas nunca vistas. Por eso con frecuencia resultan tediosas las crónicas de viaje donde se enumeran de manera sumaria los distintos sabores y escenarios que han sorprendido al autor. ¿El problema estará en la falta de raíces? Puede ser. Pero el verdadero asombro nace desde lo más profundo de nosotros mismos. Es casi una confirmación. Un reconocimiento. Nos conmovemos porque ya nos habíamos conmovido. Incluso cuando leemos no buscamos ideas o palabras nuevas sino confirmaciones, eso sí, con voz propia y calidad, de lo que sabíamos y supimos siempre.
L.

domingo, 19 de octubre de 2014

Madre pero también mujer

La escasez de textos históricos referidos a la sexualidad de las mujeres es sólo comparable a la abundancia de documentos concernientes a la fecundidad. Durante muchos siglos casi todas las enfermedades femeninas fueron referidas únicamente a la matriz. La palabra histeria (del griego hystera, útero) comprendía todos los males. Durante mucho tiempo los tratamientos administrados consistieron en fumigaciones del orificio vaginal de las que se esperaba apaciguamiento y vuelta al orden, o mejor, llamado al orden, o mejor, que la mujer desaparezca ante la madre. La represión ha seguido dos grandes caminos que atraviesan la historia y las diferencias culturales. El primero consiste en oponer la madre a la mujer. La borradura de la mujer, de la sexualidad de las mujeres, tiende sobre todo a ocultar el escándalo constitutivo de la sexualidad humana en general, es decir, su independencia con respecto a las finalidades meramente reproductivas. En conclusión. Una represión constante contra el derecho femenino al placer por el placer mismo.
L.

Entiendo y quiero continuar


Demasiado jóvenes

Unas cuantas figuras significativas para mi murieron demasiado jóvenes. La lista es larguísima pero voy a detenerme apenas en unos pocos nombres. El revolucionario Ernesto Guevara, por ejemplo, fue ejecutado a los 39 años. Arthur Rimbaud, creador de la poesía moderna, murió de cáncer en la rodilla a los 37. El gran pintor austríaco Egon Schiele, mi preferido, murió de gripe española con 28 años de edad. Frank País, una promesa de la revolución cubana, cayó bajo las balas cuando sólo había cumplido 22 años. En similares condiciones murió el poeta peruano Javier Heraud. Era guerrillero y fue baleado en el río Madre de Dios a los 21. Marilyn Monroe, la rubia inalcanzable, se mató con pastillas a los 36 años. Van Gogh, uno de los artistas mayores de todos los tiempos, se mató de un escopetazo a los 37 años. Jim Morrison dejó de vivir a los 27. Jaco Pastorius, el mejor bajista de la historia del rock, "nos dejó", como dicen los malos poetas, a los 35. Mozart fue enterrado en una fosa común a esa misma edad. Frida Kalho, la pintora de Coyoacán y la casa azul, murió a los 47. Lennon a los 40. Pavese, mi escritor elegido, tenía 41 años cuando se mató con barbitúricos en un hotel de Turín un domingo voraz y deshabitado. James Dean, 24 y...basta ya. La edad es lo de menos. Eran todos muy jóvenes y lo siguen siendo a diferencia de tantos hombrecitos grises que aún respiran y murieron mucho antes de todos los que mencioné al azar en este post ofensivo.
L.

Todas las muertes de Luciano

La primera muerte de Luciano Arruga ocurrió el 30 de enero de 2009 cuando fue secuestrado y desaparecido por policías del destacamento bonaerense de Lomas del Mirador. Tenía entonces 16 años. Luciano fue asesinado nuevamente cuando los jueces  rechazaron el primer habeas corpus, no cotejaron sus huellas con las de todos los chicos que murieron en esa fecha y no hicieron nada para investigar el crimen. Lo mataron los periodistas al no informar correctamente sobre lo ocurrido y los políticos de turno con su silencio. A Luciano lo enterraron como NN porque un villero no es nadie aun cuando su familia lo haya buscado en todos los hospitales y comisarías de la ciudad. Y hoy Luciano Arruga sigue muriendo una y otra vez porque no hay justicia, porque a nadie le importa, porque es pobre. 
A.

Día de la madre


Y ahora no sé

La primera vez que recuerdo haber visto a mamá desnuda fue cuando ella estaba embarazada de mi hermana menor. Entonces yo tenía tres años apenas. Recuerdo su enorme panza y la piel templada con una línea que se dibujaba horizontalmente y que pasaba por su ombligo. Parecía el ecuador en el globo terráqueo. No sé por qué me acordé de eso. Seguramente fue porque hoy me quedé varios minutos observándome desnuda en el espejo. Desnuda y observando parte por parte, curva por curva. Mi cuerpo aún es joven. Pero pronto, mucho más de lo imaginable, irá envejeciendo. Debería ser amado y contemplado como está ahora, es decir, con la piel suave y el culo firme a pesar de todo. Miro mi vientre y es como el de mi madre. Blanco y gentil, afortunado para cuando llegue la hora de parir un hijo, quien, tres  años después, lo contemplará y tratará de entender que ahí está su hermano, protegido por el agua, origen de la vida, como lo estuvo él alguna vez. Y ahora no sé por qué escribo ésto. Y ahora no sé por qué escribo. Y ahora no sé por qué.
A.

Madre I

Madre II

Mi madre murió en noviembre de 2011, a la madrugada, en un geriático modesto del barrio porteño de Chacarita. Mi madre fue comunista desde chica. Caminaba rapidito y su especialidad era la torta de nuez. Mi madre creía que el mundo era una película con final feliz. Pensaba que si bien ella no podría verlo sus hijos y sus nietos sí. Por ahora la profecía no se cumplió. El mundo sigue siendo tan o más inmundo que antes. Mi madre se creía dueña de la verdad. También yo y por algo será. Mi madre viajó a La Habana, a Moscú, a Berlín, a la fría ciudad de Estcolmo. Mi madre luchó para salvar a mujeres que estaban a punto de ser fusiladas en lugares lejanos. En nombre de la revolución mi madre dejó otras cosas de lado. Su vida por ejemplo. La mía en parte. No la culpo. Hizo lo que debía en una época donde el compromiso con la historia abarcaba todos los aspectos. No tengo recuerdos certeros de ella. No sé si me alimentó de sus pechos, no sé si me pegó, no sé nada en realidad. Iba a todas las marchas. Un día se reunió en La Habana con el Che. Caminaba rapidito. Creyó en el socialismo como un destino irrevocable escrito en las estrellas. Socialismo o barbarie, decía con razón. Ganó la barbarie. Heredé lo peor de ella. También lo mejor. Esto no es un homenaje. Esto no tiene relación con el día de la madre. Horas después de su muerte pude ver su cuerpo menudo antes de que lo llevaran. En la pared del geriátrico había una foto del guerrillero heroico y otra de ella y mi padre abrazados en una playa ventosa del sur de Buenos Aires.
L.

sábado, 18 de octubre de 2014


Ventanas

Quizás tengamos abiertas demasiadas ventanas. Como en la computadora. No podemos solos ante semejante oferta. Demasiadas ventanas al mismo tiempo. Quizás eso nos abrume o nos disperse o paralice. Nadie puede con tanto aire soplando a la vez. Demasiadas batallas. De tan llenos quedamos vacíos o paralizados o quién sabe qué. Y ni siquiera hace falta decirlo. Todo no se puede. El cuerpo no aguanta y algo habrá que hacer o deshacer con eso y hacerlo con la mayor urgencia. Está el verso de un poema de Paul Éluard. Cerró todas sus ventanas y sus ojos para verse. Puede ser un camino.
L.

Lo incomprensible

viernes, 17 de octubre de 2014

El bocado

Los celos en la pareja son tan frecuentes como las lluvias en verano. Nadie está a salvo. Por todas partes hay gente sedienta de amor y en muchos casos se trata de hombres y mujeres interesantes. Las parejas deben avanzar como barcos en medio de un mar cubierto de soledades inquietantes. Los brazos, y no sólo ellos, se tienden hacia nosotros como las algas del deseo. ¿Cómo escapar al indudable atractivo de la novedad? Cualquier otro u otra puede resultar un maravilloso descanso ante el enorme peso de construir una divina relación siempre acosada por bolsas de basura, cuentas sin pagar y platos amontonados en la pileta. Hasta la bella durmiente se despertaría con tanto ruido. Y mientras eso ocurre no debe sorprender que de tanto en tanto el ave del paraíso nos atraiga más que la paloma herida que ahora está en el baño con cistitis. ¿Cómo evitar la distracción? ¿Cómo ceder al bocado sin perder el banquete?
L.

Distancia mínima


Intentamos con Paula recordar nuestro viaje a Tierra del Fuego. Eso fue en octubre o diciembre de 2013. Salimos a la calle y nos preguntamos algunas cosas. Parecía un juego inventado a los fines de hacer más corto el camino. Vimos la cabeza de un lobo marino asomando en el amarradero cercano a la ciudad, empezó Paula. Quizás no era un lobo sino una foca, advertí. Paula hizo un gesto de fastidio. A mi vez recordé cuando cerca del cerro Guanaco nos topamos con un zorro anaranjado. Paula mencionó otro detalle. Nos habíamos perdido en el bosque y fuimos a parar al extremo de una roca muy alta. Propuse saltar pero ella se negó. Si querés matarte hacelo solo, disparó con firmeza. Hubo un silencio de pelea. Recordamos también a un hombre y una mujer que, en la cabaña pegada a la nuestra, gritaban demasiado cuando hacían el amor o como se llame eso que hacían. La mujer más que el hombre. Paula y yo somos uno. Distancia cero. Otro día el agua del canal se retiró y fuimos a sacar fotos de las piedras y de los los árboles bandera. Se los llama así porque el viento los inclina como si fueran viejos con problemas de columna. Y así quedan. Como flameando. Volví sobre mis pasos pensando que el viaje sería olvidado alguna vez.
L.  

Distancia máxima


Hay un texto del peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) donde el autor se refiere a la distancia necesaria para evaluar estéticamente a una persona. Dice por ejemplo que algunas mujeres tienen buen cerca pero a lo lejos se nota que tienen las piernas torcidas, que caminan raro y el culo se les cae un poco al avanzar. A la vez dice Ribeyro que hay mujeres que tienen buen lejos. Son lindas a la distancia pero al acercarse uno percibe que son chuecas o que tienen una voz horrible o que hablan todo el tiempo. ¿Cuál debería ser el patrón de medida más exacto en los casos mencionados? Ribeyro tiene la respuesta exacta. La distancia de la conversación. Ahí se aclara todo, o se confunde todo, y ya no importan ni las piernas chuecas ni los culos altos o caídos. Sólo importa un alma que empieza a fluir como un río hasta envolvernos por completo, o, también, hasta desaparecer. El texto del escritor introduce de paso la idea de distancia más en general. ¿Cerca o lejos? Pienso en las obras de arte, por ejemplo en cuadros que sólo pueden apreciarse tomando la debida distancia. Pegados a la obra no entendemos nada. Desde lejos se ve el conjunto. Distancia. Tan necesaria y decisiva a veces. 
L.

Distancia media

En Psicología de las masas Freud sostiene que ninguna persona, hombre o mujer, soporta una aproximación demasiado próxima a los demás. Para aclarar mejor la idea el fundador del psicoanálisis evoca la célebre parábola de los puercoespines ateridos de frío. El ejemplo sería más o menos así. En un crudo día invernal los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para darse calor entre sí. Al hacerlo, como era previsible, se hirieron recíprocamente con sus púas y eso los obligó con urgencia a separarse. El frío continuaba y entonces volvieron a juntarse con iguales consecuencias. Púas, dolor, olor intolerable. Por fin los animalitos encontraron una distancia media, óptima, en la que los males fueron mitigados, es decir, el frío, el olor, la cercanía excesiva y el dolor generado por las púas. De la fábula se desprende una consecuencia digna de ser analizada. Casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos personas -el matrimonio, la amistad, el amor paterno, el filial, etcétera- dejan un depósito de sentimientos hostiles que precisa, para ser conjurado, un cierto alejamiento que nunca es total. Se trataría apenas de dar, como los puercoespines, con la distancia justa y necesaria para convivir en paz. Lo primero es no dañar.
L.

Un blog ofensivo y popular

Un poco más abajo los que recién llegan a este lugar podrán saber, bajo el título de Un blog ofensivo, lo que ocurrió en este sitio por obra y gracia de un hombrecito gris, sin dudas aburrido y muy cansado de vivir, que se quejó ante la familia Google por los contenidos ofensivos que contendría este espacio. Curiosamente al pie del mencionado posteo hay ya alrededor de veinte comentarios, algo que hace mucho no ocurría en Suspendelviaje. Las visitas llegan acá habitualmente casi como rutina cotidiana. Pero por la razón que sea no siempre dejan huellas. Veinte comentarios. Quizás tenga razón Victoria, fotógrafa y amiga cordobesa, que en un mail reciente me dijo que a la gente le atrae más lo prohibido que lo permitido. Puede ser. Es verdad que en mi adolescencia leía novelas inconvenientes que mis padres colocaban en el estante más alto de la biblioteca. Es cierto que después del franquismo en España estalló un destape aliviador de libros sucios y películas que mostraban casi todo. También es verdad que bajo las dictaduras militares los artistas que alcanzaron a sobrevivir afilaron más el lápiz y produjeron obras grandiosas donde lo principal está dicho entre líneas, manchas y pinceladas. Pero aún así. Sería más lindo vivir sin censura, sin prohibiciones morales, políticas o de cualquier tipo. ¿Será que la inquisición en todos los tiempos es una barrera odiosa pero necesaria? Pase lo que pase las aves no abandonan el vuelo.
L. 

Degradación necesaria


En uno de sus ensayos menos leídos, Por una degradación general de la vida erótica, Sigmund Freud sostiene que para poder tener trato físico con una mujer el hombre debe degradarla en parte. Debe renunciar a idealizarla ya sea como madre ya sea como santa ya sea como espíritu supremo. Se entiende. Ningún sujeto mínimamente razonable se acostaría, digamos, con la virgen María o alguna divinidad similar. El planteo es interesante en sí mismo y también en su aplicación a otros ámbitos de la vida. La creación literaria es uno de ellos. Quien se proponga escribir en serio debe degradar en parte el a veces endiosado universo literario. No respetarlo tanto, degradarlo en parte, considerado como un oficio cotidiano, casi banal, y no como un santuario. De ese modo el difícil arte de escribir tomará cuerpo, olor, figura. Visto en cambio como una suerte de iluminación mística jamás la palabra, como la mujer para el hombre o el hombre para la mujer, llegará a convertirse en acto. Y de esto último, justamente, se trata el doble ejercicio de amar y escribir.
L.

jueves, 16 de octubre de 2014

Autobiografía

Conviértete en lo que eres. Cuando leí ese lema en un cartel me pareció perfecto. Luego pensé que la frase era hueca. Para decidir en qué debo convertirme debería saber quién soy. ¿Quién soy? Abandoné la idea y me dediqué a vivir. Militancia, periodismo, literatura, dos parejas largas, dos hijos, transformación en maestro, un amor tardío que llegó para quedarse. Un día me puse a contar la cantidad de mujeres que conocí a fondo. La cifra podría parecer exagerada pero no lo es. Pesimismo en la idea/optimismo en la acción. Otro lema. Y uno más. Cada cual puede hacer con su vida lo que quiere. Pero tendrá que estar dispuesto a pagar por ello. En eso estoy.
L.

Continúo y quiero entender


Entiendo y quiero continuar


Amores imposibles

Los amores imposibles son mejores que los posibles. No generan conflictos, duran toda la vida, no presentan roces de convivencia, pueden ser alimentados infinitamente como los sueños y los horizontes. Los amores imposibles no duelen nunca. No molestan con raros planteos. Son hasta sexualmente eficaces. Se diría en fin que los amores imposibles son perfectos, o, qué pena, casi perfectos.
L.

Fidelidad a la obsesión

No hay más que un tema. Acaso dos. Pero hay un único eje obsesivo que nos atormenta y al cual debemos serle fiel ya sea para combatirlo, para amigarnos con él o para convertirlo en poesía, arte, amor, locura. Fidelidad a la obsesión. Fidelidad al mito alimentado en los ríos de la infancia. Fidelidad a lo que somos aunque huela mal o sea criticado por los otros. No hay más que un tema. Acaso dos.
L.