No existe en el mundo criatura más dispuesta a la castidad que el escritor. Eso es así aunque los autores asistan a orgías fabulosas y sospechosas para la moralidad imperante en tal o cual época. Incluso el escritor dado a la lujuria en todas sus formas suele ser extremadamente fiel a su obra, a la originalidad, a la imaginación y el pensamiento, los dos grandes perseguidos en la historia del arte universal. El escritor ignora el terreno de lo permitido, de lo que queda bien, de las modas, para lanzarse en cuerpo y alma hacia lo que aún no está y quizás debiera estar. El creador no se deja tentar por el goce barato y se mantiene casto y puro incluso cuando es visitado por las nueve musas griegas. Ni por ellas se deja tomar y prefiere seguir fiel a su propia invención. Fiel hasta la muerte.
L.
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