Antes de ser poeta o narrador o persona, hombre, niño o mujer de pelo suelto, está el asombro ante lo desconocido que es todo. La observación desconcertada de la lluvia, por ejemplo, del sueño nocturno, del sexo diurno, del fuego en la nieve, de las cuatro estaciones que quizás sean cinco o tal vez no sean. La máquina de calentar los mares y también la de hacer pájaros. Impresiona la gente que cree entender el mundo en que vive, la que se la pasa inventando lógicas que parecen lógicas, los funcionarios que funcionan siempre como si tomaran una pastilla azul. Y sin embargo todo es tan raro e inesperado, todo es tan poco e incompleto, todo es tan cercano a la nada que lo que queda por hacer es asombrarse, callar primero, hablar después, y hacerlo con cautela, sabiendo que no se sabe, sospechando que el universo entero está bajo sospecha. Cuidarse en especial de los normales bien vestidos. No hay poema que pueda nacer de la conformidad. Debajo de la ropa está la playa.
L.
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