El problema no está en el mundo sino en lo que hacemos con el mundo. Es inútil pasarnos la vida culpando a otros, lamentando el egoísmo, la angustia, la estupidez, el comportamiento de los enemigos, de los amigos, de los jefes y hasta de nuestra pareja. Nada fundamental podemos hacer para cambiar el entorno. Lo que sí resulta posible es modificar la relación con lo de afuera, pensar qué hacemos con eso que duele o nos perturba, cambiar actitudes que no por habituales son siempre las más eficaces. Lo dicho hasta acá podría entenderse como una actitud individualista y poco solidaria. Al contrario. En la medida que ganemos en lucidez y consistencia ayudaremos a que el mundo sea, sí, un poco más habitable.
L.
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