jueves, 9 de octubre de 2014
Escribir el amor
La escritura del amor es indecible, discontinua, erótica como un vestido que deja ver solo determinadas partes. Resulta imposible ponerle palabras ciertas a la plenitud. Esta se nutre del antes y el después, de la ausencia, de la distancia. Dice Abelardo Castillo que la felicidad, el acto físico, incluso las alegrías parciales, se viven, no se escriben. Si uno está haciendo el amor está haciendo el amor. No está pensando qué situación tan interesante para escribir una novela. En uno de los Trópicos Henry Miller lo explica muy bien. Está hablando de la única mujer de la que habla en toda su obra, la que le arruinó para siempre la vida, y en un momento de gran dolor se detiene y dice más o menos: en realidad no debí quererla tanto; si la hubiera amado así me habría ahorcado y no estaría escribiendo una novela. Dicho de otro modo. Se escribe con lo que queda una vez decantado, digerido, madurado… y no con lo que está.
L.
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