domingo, 17 de enero de 2010

Haití ya no existe


El lugar conocido como Haití ya no existe. Los muertos pueden ser 10 mil o un millón. Nadie cuenta los cuerpos quemados o abandonados. Y nadie cuenta porque no hay gobierno en el país de nunca jamás. Está llegando ayuda (mucha) pero fallan las redes para distribuirla. El terremoto se llevó hasta el último resquicio de vida cotidiana en ese rincón del planeta. La CNN sonríe por un niño salvado por los bomberos. Hillary Clinton sonríe acompañada por 10 mil soldados. Francia promete condonar la deuda que Haití mantenía con el país de Carla Bruni y Nicolás Sarkozy. Lástima que se acordaron tarde. Todos están conmovidos. Pero nadie habla de los millones de seres que deambulan silenciosos por una ciudad que, mal o bien, les pertenecía. En menos de un minuto el terremoto fue más rotundo que el más perfecto bombardeo. Haití ya no existe. Su capital (Puerto Príncipe) es un cementerio en ruinas, un país que ya no es, un muerto que no tiene quien le escriba. Haití es la verdad.
L.

3 comentarios:

  1. Lo de los diez mil soldados norteamericanos resulta especialmete sospechoso. La Unión Europea ya lo observó. Lo de Estados Unidos se parece más a una ocupación de territorio, a un proyecto de adueñarse de un país sin gobierno, que a un acto solidario o tendiente a una genuina y necesaria reconstrucción.
    M.

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  2. Cuando hablas de Haití, pocos comentan. Yo no encuentro palabras prudentes. Aquí en el Caribe sabemos hace mucho, pero nunca se hizo nada. Estamos a menos de 2 horas de distancia aérea, pero solo podemos recibir los heridos que tienen cuidanía estadounidense.

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  3. La enorme impotencia del ser humano frente a la desgracia se pone aquí de manifiesto, cuando ni las palabras ni el consuelo sirven, son palabras. ¿O si sirven las palabras? Sirven para transmitir, para decir, para convocar; son palabras de solidaridad y de aliento; pero son palabras. El silencio es el resultado de la herida múltiple que azota a ese pueblo, pero el silencio no basta, así por ahí florece la utilidad también ingente, contundente, imprescindible de las palabras que son como el abrazo en la soledad que sigue al duelo y al drama.
    Juan Cruz

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