miércoles, 27 de enero de 2010

La muerte de Emma


Luego del suicidio el mundo de Emma no cambia. La mayoría de los invitados al velorio se duerme, alguno bosteza o eructa. Todo sigue siendo vulgar y falso. El único que sufre de verdad es Charles (el marido engañado) que amó a esa mujer hasta el último instante. Deja por escrito su voluntad de que Emma sea enterrada con su traje de novia, con zapatos blancos y una corona. El pelo debe estar suelto sobre los hombros. Al final Charles no puede con su genio y dispone (desde una ampulosidad irremediable) que se hagan tres ataúdes para su esposa: uno de roble, otro de caoba y el último de plomo. El triple cajón será cubierto con un gran paño de terciopelo verde. También la torta de bodas (en los inicios de la novela) tenía varias capas. Una más cursi que la otra. También los vestidos que usó la heroína. Y las infinitas mentiras de que se valió para dormir con sus amantes de turno. Si no queremos terminar como Emma deberíamos aliviar el peso al máximo, liberarnos de dobleces y capas, vivir siempre como si fuera la primera vez.
L.

3 comentarios:

  1. Qué locura. Voy a tener que leer este libro, definitivamente.
    A veces las capas pesan, es bueno desligarse de ellas como algunas veces escribo en mi blog.
    Sacarse la máscara, dejar caer el velo, cerrar el telón y vivir como el último y el primer día.

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  2. Como dice Angie,sacarse la máscara ,dejar caer el velo ,cerrar el telón y vivir como el último y primer día, por momentos es tan pesado que uno no sabe por dónde empezar.
    A veces uno también necesita un poco de cursileria, de Roberto Carlos y de Recoleta,aunque sea para reaccionar,
    Maria

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  3. Con la historia de Madame Bovary me pasó algo. La primera vez que la leí era bastante chica como para comprender.Emma me pareció realmente una tarada, corriendo detrás de mariposas invisibles, haciéndose desdichada ella misma, haciendo desdichados a los demás. ¿por qué esa necesidad de lastimarse todo el tiempo? También me molestó mucho la pasividad del marido ante la infelicidad de Emma, mirando para otro lado, sin hacerse cargo de nada. Volví a leer (y releer) la novela bastante tiempo después, y me encontré con una Emma diferente (también la persona que leía era otra, no?). Una mujer que no se conformó, que quiso más, y que se animó. Sí, es verdad, lo hizo de la forma equivocada, pero ¿quién puede decir algo? Uno vive como puede. Emma vivió, amó, sufrió, lloró, rió, se tragó la vida a puñados; digamos que su tiempo no le pasó por el costado.
    Celestina Lang, desde La Pampa

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