¿Qué sentido tiene lo que hago? ¿Qué me retiene? ¿Qué perdería si dejara este lugar? ¿Qué haría si no tuviera miedo? ¿Y si me animara a buscar algo mejor? Son preguntas habituales entre nosotros. Nadie está feliz con su trabajo. Hasta los que dicen lo contrario. Fruto del capitalismo salvaje, de la crisis o lo que sea, los empleados se sienten tratados como máquinas. Sufren su jornada como un castigo de cuerpo presente y mente ausente. Casi todos piensan que la vida está en otra parte. Al desconectarse de sí mismos durante tantas horas, días, meses y años, muchos corren el riesgo de convertirse en autómatas que exigen, producen y consumen por inercia. La precariedad laboral aporta lo suyo al sombrío panorama. Si hoy fuese el último día de mi vida (escuché decir a un amigo) ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? El tiempo de vida, sí, es limitado. Pero la solución no pasa únicamente por cambiar de trabajo. La vida no tiene solución. Sea como sea debemos tratar de hacer lo que amamos. Y de ser posible, también, amar lo que hacemos.
L.
L.
Muy bueno, Luis.
ResponderEliminarY genial la foto.
Abrazo
F. Vico.
Es posible amar lo que hacemos. Un lindo desafío. Tiene que ver con hacerse cargo, abrir los ojos para ver más allá.
ResponderEliminarBuenísima esa foto.
e.
No eres mal descubrimiento para las 09:52 de un viernes.
ResponderEliminarAmo lo que hago pero hay otras actividades que podría hacer infinitamente, no se me pasaría el tiempo.........por esas hay que ir....allá vamos...M
ResponderEliminarMuy buena reflexión Luis