jueves, 5 de diciembre de 2013
La despedida I
Este será el último posteo escrito en Suspendelviaje. Lectores amigos dirán que cosas así ya fueron anunciadas aquí sin mayores consecuencias. Decir que ahora va en serio sería, por lo tanto, inútil. Es tiempo entonces de cerrar las ventanas del castillo y salir de una vez a campo abierto y echar a correr bajo los pájaros entre las flores y yendo más allá de los manzanos. Agradecemos a quienes nos acompañaron en estos años, a los que participaron de nuestros concursos, a los que nos alentaron a seguir. Pero este es el último posteo escrito acá. Toda despedida anticipa encuentros futuros. El destino es un enigma que se disolverá en parte cuando cesen los gritos, las mentiras, las trampas urdidas por los podridos poderes.
Y cuando se abran las puertas del mundo a un cielo sin nubes.
L.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
Todo preso es político
Según datos brindados por el último informe de la Comisión Provincial de la Memoria, confirmados por el Servicio Penitenciario Bonaerense, en 2012 murieron 123 presos en las distintas dependencias. En total en las cárceles de la provincia de Buenos Aires hay actualmente 28.297 personas privadas de su libertad. Menos de un tercio de ellos, 8.800 detenidos, tiene condena y sólo el 3 por ciento (929) tiene sentencia firme. O sea que resultaría imposible confirmar si casi treinta mil personas detenidas en condiciones de grave hacinamiento y tortura cotidiana son culpables. Los números confirman el perfil represivo del sistema penitenciario. Más del 50 por ciento está encerrado bajo la figura de la prisión preventiva, lo que debería constituir una excepción y no la norma. Así lo determina la Constitución Nacional aunque en los hechos eso no se cumple.El informe precisa la cantidad de muertes en 2012: 123. De ellas 77 fueron “muertes no traumáticas”. Cuarenta “muertes traumáticas” (el 32 por ciento). Dieciséis “suicidios” y seis “sin especificar”. Las comillas dan cuenta de una categorización utilizada por el propio Servicio Penitenciario para distinguir las defunciones. En los penales de mujeres están alojadas 1431 personas. Con ellas conviven ciento treinta chicos que pasan sus días junto a sus madres detenidas. La Comisión por la Memoria fue creada en 1999. Entre ese año y la actualidad el número de detenidos pasó de 15 mil a casi 30 mil personas. La aplastante mayoría de presos, dice el informe, son jóvenes y pobres. ¿Y qué dice la gente buena sobre esto? Nada. O sí. En las calles se reclama que aumente el castigo todavía más. El fervor punitivo de las mayorías no repara en detalles. Ni siquiera importa si el detenido ha sido culpable. El castigo ciego produce goce. La acusación es casi un disfrute personal. No es costumbre de este blog hablar de hechos reales. Es tiempo de ocuparnos. Porque hasta ahora, como dice un famoso y olvidado manifiesto, hemos mantenido un silencio demasiado parecido a la estupidez.
L.
L.
martes, 3 de diciembre de 2013
La espera
No esperes más, decías, no pierdas tu tiempo. ¿Y qué debería hacer para ganar el tiempo? No hay respuesta para eso, decías, ninguna respuesta para lo invisible. Pero no pierdas más las horas, decías, no sigas en esa actitud pasiva del que no está dispuesto a actuar, del que prefiere ahogarse en la voz hueca de los otros. No es hueca la voz de los otros. Al menos es un sonido, compañía, una especie de música de fondo, algo así. Date un baño y salí, decías, dí tu palabra y rómpete, insistías, imitando al poeta, falseando como siempre las cosas. Yo trataba de justificar el lento desmoronamiento de los días. Cambiá de actitud, repetías, no dilapides en tonterías el tiempo escaso que te queda. Ir al encuentro es la mejor manera de esperar.
L.
L.
Salmones de Alaska
Según afirma Carl Sagan en el libro Sombras de antepasados olvidados, los salmones de Alaska remontan el poderoso río Columbia, salvan heroicamente cataratas y obstáculos diversos y llegan exhaustos a desovar en un esfuerzo denodado de persistencia. Una vez terminada la tarea los salmones se desmoronan, las escamas se desprenden, sus aletas se despedazan y a las pocas horas caen muertos. La naturaleza no es sentimental y ese final forma parte de los planes. Luego la carne rosada de los valientes salmones irá a parar a los restaurantes donde será consumida con velas y todo en cenas que no siempre acabarán de la mejor manera. Aún así no deja de impresionar esa deslumbrante marcha contra la corriente, el prodigioso acto de desove y ese movimiento giratorio tan parecido a los discos o las ruedas que siguen dando vueltas y más vueltas hasta dejar atrás, por fin y finalmente, la pura mierda de los días.
L.
lunes, 2 de diciembre de 2013
Divina tormenta
La tormenta llega para calmar la sed del mundo. Llega como una mano que libera del marasmo. La tormenta es una especie de calle a dos manos. Ventarrón de sueños. Derrumbe de arenas y castillos. La tormenta viene con sus ojos de vidrio. Como serpiente atada en un palo. Como una diosa del encanto. Viene la tormenta a barrer con un cielo lleno de dulces mentiras. Viene a limpiar el alma envenenada. La convierte en luz, chubasco, reparación. Porque la tormenta viene a reparar ofensas. Y alivia, de paso, una sed de siglos.
L.
Fantasmas
El éxito indiscutible y a esta altura irreversible de las tecnologías digitales hace creer a muchos incautos que ahora vivimos en un estado de comunidad estrecha, infalible y definitiva. Parecería que las distancias fueron abolidas y que todos estamos más cerca que nunca. Dos preguntas surgen de inmediato. La primera. ¿Estamos realmente más cerca? La segunda. ¿La distancia en general es algo que debería ser evitado? Estas preguntas pueden resultar pueriles, cuando no molestas, pero no dejan de ser legítimas. ¿De dónde habrá salido la idea que que la gente puede comunicarse mejor en los tiempos actuales? El mismo interrogante, pero aplicado a las ya imposibles cartas de amor, fue formulado a principios del siglo XX por Franz Kafka. Su primera conclusión fue desalentadora. Los besos que se envían por vía epistolar -dijo el autor de La metamorfosis- son bebidos en el camino por los fantasmas, es decir, no llegarán nunca a destino. Luego, en carta a Milena, su amante de entonces y de siempre, contraatacó sin apartarse de la metáfora inicial. Los fantasmas no morirán de hambre...Pero nosotros pereceremos.
L.
viernes, 29 de noviembre de 2013
El castillo
Cae el castillo al suelo de suelas partidas. Cae al piso de piedra el castillo. Primero las torres altas, después las más bajas, finalmente los huesos de reinas de otras primaveras. Y también los caimanes que cuidaban el foso de entrada. Y las bellas durmientes que ahora despertaron y se fueron. Los pájaros negros y crueles, la zapatilla de Hamlet, los cráneos de viejos astrónomos, todos los que habitaban el caserón en derrumbe, todos se alejaron por fin con rumbo incierto. Cae la fortaleza donde tantas batallas se libraron sin éxito. Se desploma ahora mismo el castillo de naipes, ladrillos y enormes paredes de acero. Y esta noche, claro que sí, hay asamblea de fantasmas en la cuadra. No habrá leones esta vez pero sí estará la sombra amada, la del rey sin vida y sin corona, pequeño ser que dominas el instante que es todos los instantes.
L.
L.
Encuentros y despedidas
Todos los días las personas van y vienen. Entran y salen de la ruidosa estación. Los trenes salen cargados y vuelven vacíos a renovar el pasaje. Los pasajeros no hacen más que cruzarse entre sí. Con alguna gente los viajeros conversan cinco o seis minutos. Mujeres y hombres llegan a compartir juntos un tramo del recorrido. O diez tramos o veinte años de convivencia en un solo vagón y con cama incluida. Pero en el fondo y en el frente las personas no hacen sino cruzarse. No importa el tiempo transcurrido. Cruzarse y siempre de manera casual e inesperada. Y después, claro, se separan.
L.
L.
jueves, 28 de noviembre de 2013
Lazos
No es fácil tender un lazo hacia los otros. Y una vez creado el lazo no es nada fácil mantenerlo. Lo primero es alojar al otro y a partir de ahí compartir sueños, ideas, planes. Pero si en vez de alojar al otro lo expulsamos el proyecto hace agua. No hay sueños, no hay ideas, no hay planes, no se comparte, lo que se dice, nada. En tal caso hay que volver al origen y alojar, es decir, concederle al otro un espacio donde haya un mínimo de amor, entrega, protección, cuidado.
Alojar entonces. No expulsar.
L.
Alojar entonces. No expulsar.
L.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Artes del fuego
No por favor. No es poesía. Artes del fuego es el nombre de una carrera singular que puede cursarse en el Instituto Nacional de Arte. Dura entre cinco y siete años. Me enteré hace poco visitando ese lugar. Me dijeron que tiene algo que ver con la cerámica, los hornos, los volcanes, ese tipo de cosas. Nadie piense mal. No es poesía. No sé si será la mejor carrera para estudiar pero es indudable que ninguna disciplina fue dotada jamás de un nombre tan hermoso. Artes del fuego, llama efímera y eterna, elemento clave para Heráclito de Efeso, dios adorado por los pueblos mal llamados primitivos. Miles de años atrás hombres y mujeres se entregaban a cantos y gestos licenciosos con ese fin sagrado. Acometían una virtual erotización del fuego cuya combustión requiere, al igual que el odio y el amor, alimento permanente. El fuego consume todo y en ese acto se anula y renueva al mismo tiempo. Ya no es sustancia sino símbolo del mundo, de la lucha de contrarios, del incendio continuo y vivificante. Fuego. Causa primera. Arma punitiva de Zeus. Fragmento del rayo que gobierna el universo. Artes del fuego. Llama incandescente y helada. No por favor. No es poesía.
L.
L.
Alivio
Escribir alivia aunque también duele. Alivia la música si no aturde. El amor alivia si es amor y no una máscara del amor. Andar en bicicleta alivia si se avanza contra el viento en pendiente hacia abajo. El viento alivia también. Alivia el mar desde la playa y también desde el mar. El vino alivia. La lluvia también. El movimiento alivia. Sobre todo el movimiento que engendra movimiento. La pasividad no alivia. El yo concentrado solamente en sí mismo no alivia. Alivian muchas cosas más que aquí no serán nombradas para no quemarlas. El fuego alivia. El agua también. Todo alivia y destruye a la vez.
L.
L.
Después de la lluvia
Había dejado en la vereda un montón de cajas y bolsas llenas de fotos, cartas, recuerdos, anotaciones de todo tiempo y lugar. La mudanza inminente me había obligado a deshacerme de tanta evocación acumulada, tanta imagen ahora inútil, tantas hojas que alguna vez fueron verdes y ahora están tan secas. Pobrecitas. Unas horas después salí a caminar por la zona, y, tras el paso inefable de los buscadores de perlas en el barro, observé en la esquina de mi casa fotos de novias de otras primaveras, cartas anhelantes, desesperaciones en forma de libro o cuaderno borroneado. Los recuerdos de mil años convertidos de pronto en basura dispersa que el viento arrastra y lleva quién sabe adónde mientras camino sin rumbo por la calle de una ciudad cualquiera y ya olvidada.
L.
L.
martes, 26 de noviembre de 2013
La vida breve
Cuando en noviembre de 1950 apareció la primera edición de La vida breve, grandísima novela del autor uruguayo Juan Carlos Onetti, hasta su propio editor se asustó de haber invertido dinero en algo tan raro y complejo y difícil. De hecho pasaron muchos años hasta que la pequeña edición se agotara. Deberían pasar muchos más para que algunos lectores se acercaran al fuego. Decir hoy que La vida breve es ya un texto clásico de la literatura rioplatense no servirá de mucho. Convencer es infecundo, dijo alguna vez Walter Benjamin. La historia de Brausen, el escritor de guiones que se transforma sucesivamente en otros personajes, no ganaría hoy ningún concurso literario. Onetti mismo sería ignorado por los suplementos culturales, los lectores y la crítica en general. Y no sólo Onetti. Kafka sería una palabra sin sentido. Ni siquiera los hermosos poemas de Residencia en la tierra (Neruda) son leídos hoy en día. Esto no es una queja sino una comprobación. No hay motivos de lamento. Unos pocos seguirán, seguiremos, leyendo a Onetti, a Kafka, al Neruda menos popular, al Cesare Pavese amado y olvidado. Y seremos felices por ello y de ningún otro modo estaremos tan pero tan bien acompañados.
L.
Bienes
Un libro con poemas de Jorge Teillier, un pasaje abierto a Ushuaia, un remolino de agua pura, aquel llavero comprado en Lisboa, un aguayo antiguo encontrado en la feria de La Paz, el calendario de 2009, el reloj que me dejó mi padre, un caracol de mar que permite escuchar el oleaje si se lo pega bien al oído, un mapa del puerto de Valparaíso, la foto de Grusswillis apoltronado en el sillón azul, una remera de la ex Unión Soviética, un poema inconcluso, la tarjeta Sube recién cargada, un disco de Silvio Rodríguez que contenga la canción Nuestro tema, un puñado de cartas enviadas desde la cárcel, una torre de ajedrez, la llave del cuarto 2046, la única bala de un revólver desechado, Andrea, como Alicia, en este lado del espejo.
L.
L.
lunes, 25 de noviembre de 2013
Naturaleza condenada
Leo en el diario una noticia acerca de la muerte en Australia de Chris Boyd, un surfista atacado por un tiburón blanco en el mar de Gracetown. Como consecuencia de la tragedia se reavivaron en el lugar las peticiones tendientes a sacrificar a todos los escualos de más de tres metros de largo. Como es de imaginar los tiburones no son malos ni buenos. Son, simplemente, integrantes de una especie en extinción. Doris Lessing, escritora sudafricana que falleció en Londres el 17 de noviembre último, cuenta en un libro la triste historia de un granjero de la antigua Rodesia del Sur, hoy Zimbabwe, al que un día se le ocurrió comprar un toro de grandes dimensiones cuya presencia causó impacto en el pueblo. Un día el toro mató a su cuidador, un joven negro de doce años que se confió demasiado. Se celebró entonces un tribunal de justicia donde los parientes del muchacho exigieron venganza. El toro ha matado. El toro es asesino. El toro fue sacrificado. Para terminar puede citarse un incidente ocurrido en Francia donde un árbol fue sentenciado a muerte. Esto ocurrió a fines de la Segunda Guerra Mundial. El árbol evocaba al general Petain, considerado durante un tiempo como el salvador de Francia y luego como traidor a la patria. Cuando Petain cayó en desgracia el árbol fue solemnemente ajusticiado por colaborar con el enemigo. Ese es el mundo que extrañamente habitamos y fusilamos.
L.
domingo, 24 de noviembre de 2013
Etcétera
Conservar la cabeza cuando todos la pierden. Confiar en uno mismo cuando los demás dudan de uno. Esperar y no cansarse de la espera. Saber que la mentira gana casi todas las carreras pero no participar de ella y combatirla hasta el fin. Ser odiado o despreciado pero no dar motivo para ello. Poder soñar sin dejarse envolver o ahogar por los sueños. Enfrentar el triunfo y el desastre dando el mismo trato a ambos impostores. Ser capaz de soportar que la verdad enunciada por uno sea distorsionada por infames para luego convertirla en trampa para incautos. Ver que las cosas a las que se ha consagrado la vida están rotas y aún así tener paciencia y reconstruirlas con herramientas viejas y gastadas. Ser capaz de arriesgar una fortuna a cara o seca y perder otra vez y volver a empezar desde el comienzo y nunca decir ni una sola palabra sobre las pérdidas, etcétera.
Diciembre
Diciembre o disiempre viene llegando con su espectacular carga de fuegos de artificio, sus bellas tareas familiares, cenas extrañas entre gente que dice conocerse y un sinfín de lugares comunes que dejarán a todos contentos aunque en el fondo insatisfechos. ¿Así termina 2013? ¿De igual forma acabará 2014? Diciembre o disiempre cae fuerte con sus lenguas metálicas, fingimientos y hermosos disfraces con vistas al verano. Por último se producirá el previsible estallido en la medianoche de los tiempos. Algo quedará sin embargo cuando las luces del puerto se apaguen y asome en el horizonte un barco, acaso un liviano salvavidas, la verdadera fiesta que todos esperaban.
L.
L.
sábado, 23 de noviembre de 2013
Relato de un náufrago
En febrero de 1955 Luis Alejandro Velasco, tripulante del destructor colombiano Caldas, sobrevivió al hundimiento del buque y se convirtió en un náufrago de verdad. No en uno de esos que se ven dibujados en las historietas sino en un hombre extraviado en la nada, con balsa y todo, y sin que nadie se ocupe seriamente de rescatarlo. Diez días estuvo Alejandro Velasco boyando en el mar hasta que avistó una playa. La historia fue contada por el náufrago a un todavía muy joven García Márquez y se convirtió en libro mediante el conocido recurso de la entrevista-monólogo. El autor de Relato de un náufrago, que luego lo sería de Cien años de soledad, consiguió transmitir la desesperante soledad que habrá sentido el navegante arrojado de pronto al mayor desamparo imaginable. Las posesiones de Velasco se limitaban apenas a la balsa, el mar infinito, el cielo apretado de estrellas, los tiburones que lo rodeaban en círculo y una dosis ligera de esperanza. El náufrago de García Márquez había resuelto no rendirse. Sabía que no todos lo daban por muerto. Estaba dispuesto a pelear hasta el fin por su vida. A veces lo acompañaban las gaviotas. A veces ni siquiera el viento. Pero Velasco avanzó aún contra la indiferencia, la infamia y el desprecio. Y así llegó a destino.
L.
L.
viernes, 22 de noviembre de 2013
Lo esencial
Y entonces llega uno a lo esencial. Y todo lo que juntó a lo largo de siglos se demuestra inútil. Para colmo está manchado, tiene olor a pis de gato, no sirve, como se dice, para nada. Y uno avanza como buzo entre papeles mojados, pisados, sucios, maldecidos. Y se pregunta uno para qué todo eso. Y un eco de carcajadas siniestras suena en la sala llena de cajas y fotos viejas y todo ese montón de basura con título importante, frases que hacen llorar, diarios íntimos, parejas que fueron y ya no son, una larga enumeración de documentos vencidos y sin efecto genital a la vista. Flores secas entre páginas de libros condenados. Muebles al borde de un ataque de nervios y, bueno, llega uno a lo esencial, lo toma por el cuello y dice, ahora sí amigo, lo que queda es con lo que empiezas.
L.
L.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Sin tema
Me pregunta Paula de qué podemos hablar. Fue esta mañana en realidad. Ella me había llamado por teléfono y me decía cosas hasta que de pronto se quedó callada y yo también. A veces pasa eso entre nosotros. Nos quedamos sin asunto. Nada que decir el uno al otro y el otro al uno. Nada quiere decir nada. Es verdad que yo le podría contar que fui a la verdulería y compré duraznos fuera de temporada. Un poco verdes. ¿Pero qué sentido tendría hacer un comentario tan estúpido? O Paula podría contarme que esta tarde o esta noche, no recuerdo bien, irá a tomar unas polas, como llaman en Colombia a la cerveza, con unos amigos de Bogotá. Pero ella misma se da cuenta al decirlo que el dato carece de todo interés para ella y para mí. ¿De qué debemos hablar entonces? ¿De un tema profundo? ¿Del sexo? ¿De la muerte? ¿De la imposibilidad de hablar y de vivir? Cualquiera de esos sería un buen tema. En un rato, cuando vuelva a llamarme por teléfono, se los voy a proponer y no habrá ya silencio entre nosotros.
L.
Arte y locura
Suele elogiarse la locura como estimulante poderoso de creaciones artísticas, bohemias, atrevidas y geniales por sobre todo. Desde ese punto de vista aceptado y generalizado Vincent Van Gogh, por ejemplo, fue quien fue gracias a su desequilibrio mental. Lo mismo se dice de otros artistas como Tanguito, Macedonio, Gauguin, Pizarnik, Quiroga, Hemingway y unos cuantos más que terminaron internados en un hospital psiquiátrico, suicidados o extraviados quién sabe dónde. La cosa podría verse de otro modo, es decir, dejar de lado el componente psicótico como probable motivador del arte para verlo como un problema que algunas almas sensibles pudieron superar o contener a la hora de crear. En conclusión. Algunos artistas que fueron víctimas de evidentes desajustes psicológicos hicieron obras maravillosas no gracias a la locura sino a pesar de ella.
L.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Ventajas
Las ventajas de escribir en un blog como éste consisten justamente en la falta absoluta de ventajas. Pocos lectores, imposibilidad casi total de hacer amigos o armar parejas, textos demasiado cortos para que la gente no se aburra, falta de noticias periodísticas, irrealidad, fantasías inútiles, etcétera. Pero en cambio uno puede hablar libremente de la brisa o la lluvia sin que eso genere conflictos. La brisa, la lluvia, el mar lejano, los trenes, los amores soñados en secreto, ninguna realidad literaria o espiritual, cero confesiones, un dejarse estar propio de la gente ociosa e inútil. Esto último muy especialmente. Usar el blog sin alentar metas o respuestas. Desaprovechar el tiempo, sumar palabras sin sentido como está ocurriendo ahora, en este posteo, palabras como quien respira o deja de respirar, viajar sin viajar, jugar a la rayuela sobre la superficie tensa de un río, mantener la calma, equivocarse en las cuentas, perder. Esas serían, en apretada o relajada síntesis, las ventajas sin ventaja de escribir en un blog como éste...o como cualquier otro.
L.
L.
Dignidad
El sentido último de la palabra ha sido ya olvidado. Dignidad. Sostener una posición justa contra marea y viento es cosa del pasado o, quizás, del futuro lejano. Dignidad. Hermosa palabra en tiempos de la mentira convertida en ideología dominante por los felices y los cómplices. Y sin embargo insistir. Insistir. No callar. No arrodillarse ante los podridos poderes. Alzar la bandera al borde mismo del abismo. ¿Por qué no? Y en la bandera, escrita con letras de oro o de latón, brilla la divina palabra dignidad, más importante aún que las palabras amor, libertad y tantas otras. Una vez más. Dignidad.
L.
L.
Apariencias
Las apariencias suelen ser degradadas. No te dejes guiar por las apariencias, dice alguien. O las apariencias engañan. Y todos se sienten profundos al decirlo dado que apariencia y engaño parecen ser lo mismo. Maquillaje o banalidad. Todo es o sería igual. Y sin embargo las apariencias dicen mucho de la esencia. Esto en vida y arte. Esto en todo. En literatura por ejemplo. Si falla la apariencia cae lo demás. En cuentos, novelas y poemas. El monstruo asoma por los ojos. Cuidar la forma es darle un lugar a los contenidos. No hay contenido sin forma. No hay cuerpo sin alma y si lo hay no sirve para nada. Atención. Para nada. Oscar Wilde dice lo que sigue. Son las personas superficiales las únicas que no juzgan por las apariencias. El misterio del mundo está en lo visible y no en lo invisible.
L.
martes, 19 de noviembre de 2013
La venganza
Estaba en el extranjero, muy lejos, cuando recibió tres telegramas. Abrió el primero. Habían dinamitado su casa. Abrió el segundo. Habían matado a su mujer. Abrió el tercero. Habían masacrado a sus hijos. Cayó al suelo. Lentamente se levantó. Como no tenía dinero emprendió el retorno a pie. Su andar iba haciéndose más rápido. De hora en hora pedaleaba más velozmente. El velocímetro oscilaba entre 180 y 190. El estruendo del ejército blindado que dirigía resonaba en campos y valles. En la clara mañana los campos floridos se oscurecieron por la sombra de la inmensa cuadrilla de bombarderos que piloteaba. Distinguió, allá abajo, al enemigo. Detuvo su bicicleta, saltó a tierra, se enjugó la frente. Un árbol le ofrecía su sombra. Un pájaro cantaba. Sentado al borde del camino sentía los pies doloridos por el cansancio. Contempló los prados, los bosques, las montañas, aquellas misteriosas montañas.
Qué cosa inútil la venganza.
Qué cosa inútil la venganza.
Pocos pero buenos
Poca gente se baja ya en la estación. Algunos de ellos, antes de tomar el tren que los dejará de regreso en las distintas comarcas, dejan un comentario al pie de los posteos a manera de bonita despedida. No son muchos. ¿Pero qué importa la cantidad? Graciela B., Betina Z., Pep, a veces María Inés, a veces El Peregrino Púrpura, con su humor ácido y característico. También Natalia. Graciela reflexiona profundo. Betina hace ostentación de sensibilidad. Pep ofrece maravillosas citas que siempre calzan como anillo al dedo. María Inés y su síntesis perfecta. A veces caen otros pero sólo a veces. Y no esperamos a nadie más en la estación. Y el tren se va cada vez más veloz y le decimos chau o adiós con la mano.
L.
L.
Definiciones
La poesía es violencia contra el uso cristalizado de la lengua (Lacan). La poesía es la religión natural del hombre (Novalis). El habla cotidiana es un poema olvidado del que apenas recibimos un eco (Heidegger). Esa larga y prolongada vacilación entre el sonido y el sentido (Valery). Hasta el fondo de lo desconocido para buscar lo nuevo (Baudelaire). Fin de las definiciones. Faltaría poesía eres tú, faltaría decir que el poema no debe significar sino ser, faltaría aclarar que los poetas que perduran son esos que, además de escribir en verso, son poéticos como personas, es decir, buena gente, solidarios, generosos, luminosos y no una manga de amargados que quieren darse lustre. Poesía vista no como oficio sino como compromiso con lo más humano de la más humana humanidad.
L.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Lo habitual
No siempre lo habitual es sinónimo de rutina, desgracia o indeseable repetición. ¿De dónde habrá salido una idea tan absurda? Hermosos regresos a Paula durante días y noches que se vuelven inolvidables. ¿Inolvidables por qué? Por ser justamente habituales repeticiones de besos y rezos y gestos, abrazos ensayados mil o dos mil veces en la agridulce rutina de los días. Silencios interrumpidos apenas por el vuelo de una mosca al chocar contra los vidrios. Y cuando hablamos con Paula de nosotros, y cuando escribimos, preferimos siempre un lenguaje común, habitual pero preciso. Repetimos los te amo como un mantra que nos pondrá a salvo de las pobres almas que gobiernan el mundo. En todo momento desechamos las palabras sobrecargadas de emociones descontroladas y huecas. Escribir, decimos, para dar un testimonio cierto de nuestras vidas. La de Paula y la mía. La de los dos en armonía. Convivir para acompañarnos a estar solos. Libres para volver a cantar la vieja y gastada canción de lo ya visto.
L.
sábado, 16 de noviembre de 2013
La isla I
A la edad de treinta años Antón Chéjov emprendió un viaje a la isla-presidio de Sajalín. Su objetivo era saber cómo pasaban sus días los deportados, los condenados a sobrevivir con temperaturas cercanas a sesenta grados bajo cero. Sus amigos intentaron disuadirlo. Para ellos se trataba de una aventura loca y descabellada. Por cuenta propia y sin escuchar consejos Chéjov hizo el viaje en 1890. Viajó a Sajalín porque tuvo ganas y se quedó tres meses ahí. Habló con los presos, con los carceleros, con todos los habitantes del lugar. Sus conclusiones al regresar a Moscú fueron atroces. Dijo que encontró a miles de hombres que se pudrían en la nada y sin razón alguna. Habían sido arrojados al infierno sin criterio y sometidos a un régimen especialmente inhumano y cruel. Se trababa de gente que fue obligada a recorrer cientos de kilómetros a través del hielo. Permanecían encadenados y en estado de desastre. Algunos con llagas, sífilis, cáncer, tuberculosis. La culpa, concluyó el autor de La gaviota, no es de los carceleros sino de todos nosotros. Tambien Chéjov se sentía responsable por la situación de los penados. Y no conforme con ello amplío el arco de la culpa a toda la sociedad. "Cada uno de nosotros es responsable por lo que ocurre en Sajalín", escribió. La experiencia del escritor ruso se proyecta al presente. Deberían pensar en ésto los acusadores vocacionales, sobre todo aquellos que sueñan con mundos poblados de cárceles y látigos. Junto a Antón Chéjov se impone insistir una vez más. Cada uno de nosotros es responsable por lo que pasa aquí, allá y en todas partes.
L.
L.
Vela que vuela
Vivimos en tiempos de barbarie. Inútil darle nombre de Modernidad a la prehistoria más obscena y a la vez más rudimentaria y seca de la humanidad. Los hombres que habitaron y pintaron las cavernas de Altamira son diez mil veces más avanzados que nosotros en todos los sentidos imaginables. Ni hablar de los filósofos presocráticos. Cualquier pensamiento de Heráclito, Demócrito o Tales de Mileto supera por lejos al ideario de Hegel o Kant. La prehistoria se llama hoy sociedad del espectáculo o show de la intimidad. Es la banalidad consentida y admirada incluso por los autodenominados cultos o aristócratas del saber. El mundo del pensamiento agoniza o directamente deja lentamente de existir. En la actualidad productiva y desmemoriada la sola idea de "lo serio" resulta anticuada, poco realista, incluso malsana o enfermiza. Barbarie es lo que cunde y barbarie parece a veces el nombre del futuro. Ante una época definda por la caída de los ideales de redención humana cabrían apenas tres actitudes. Retirarse del mundo, resignarse al mundo o intentar cambios parciales, mínimos pero efectivos concentrados sobre todo en el mientras tanto. Encender una vela, dice un conocido y sabio proverbio, es mejor que pasarse la vida maldiciendo la oscuridad.
L
viernes, 15 de noviembre de 2013
Sostener
Tan difícil sostener (sostener). Tan fácil abandonar (abandonar). Y doblemente fácil es dejar caer lo que puede o podría salvarse. Tan difícil avanzar contra marea y viento. Tan fácil dejarse vencer por el viento bravo y la marea ciega. Tan difícil construir un puente de cañas fuertes o frágiles. Tan fácil destruirlo, dejar que el tiempo se hunda, no cuidar a los nadadores con sus brazos y sus piernas tan cerca de la costa. Tan lejos y tan cerca. Tan difícil sostener (sostener) y tan fácil abandonar lo que se ama hasta después del fin.
L.
L.
jueves, 14 de noviembre de 2013
Brisa
Brisa es viento suave o no viento o quién sabe. Vivimos de la brisa, de lo impalpable, de lo anodino y supino, de lo que no quema pero entibia, de la mesa sin patas, del polvo de flores, toda esa cosa que es y no es al mismo tiempo. Al mismo aliento. Al mismo viento y con brisa y misa y tiza de color. Suave risa de la tarde que arde. Brisa al mismo viento. Algo tan inútil como este mundo de ilusiones inmundas. Brisa de escarmiento y movimiento. El viento que empuja la nave. La nave que endulza el momento. La calle que se convierte en callejón sin salida. ¿No hay escape? Claro que sí. La brisa.
L.
Polilla
El médico y escritor ruso Antón Chéjov (1860-1904) vivió apenas 44 años dejando la herencia brillante de cinco mil páginas impresas de relatos, cuentos y obras de teatro. Poco puede decirse de él que no se haya dicho o escrito por ahí. Chéjov fue el narrador de la vida corta y estúpida y diez mil veces estúpida. Apostó, sin embargo, a la posibilidad de un cambio. Pensó que tal vez los lectores, al verse reflejados en la obra, buscarían una forma de enriquecimiento espiritual, algo diferente y menos banal. Quién sabe si lo consiguió. Una noche, tomado ya por la tuberculosis, el autor pidió a su mujer, la actriz Olga Knipper, que llamara a un médico. Chéjov y su esposa estaban alojados en un hotel de la Selva Negra. El doctor llegó y muy pronto entendió lo que pasaba. El escritor le dijo me muero en alemán. Ich sterbe. El médico ordenó de inmediato que le sirvieran champán. Chéjov bebió con placer y alcanzó a decir que hacía mucho que no probaba algo tan delicioso. Apuró la copa hasta el fondo, giró hacia el lado izquierdo de la cama y murió como quien se ahoga en un sueño. Acerca del episodio Olga cuenta algo curioso en su diario íntimo. "Cuando Antón Pavlovich dejó de existir -escribió- una polilla gris de dimensiones enormes entró por la ventana del cuarto, y, con un ruido desagradable, empezó a chocar contra las paredes, el techo y la lámpara, como si estuviera sumida en una agonía de muerte".
L.
L.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Los malos
Solemos culpar a los malos por la maldad. Los malos son malos y por lo tanto hacen cosas ruines y desagradables que son características propias de la gente mala. Quedamos rápidamente satisfechos con la idea expuesta y pasamos al tema siguiente. Pero todo pensamiento demasiado simple es, por definición y como se sabe, sospechoso desde el principio al fin. Los malos son malos generalmente por estupidez, rutina, banalidad instituida como sistema de vida. Pero además, y esto es clave, los malos cuentan con la complicidad de los buenos delatores, los asesinos encubiertos, los torturadores que además son poetas, la gente sensible en general. Sin cómplices las cosas no estarían como están. Sin gente que mira al costado y se divierte los enemigos del mundo perderían motivaciones para actuar. Los mayores genocidas de la historia han contado, más allá de sus planes maléficos, perversos o como se los quiera denominar, con el silencio oscuramente amable de los buenos. No deberíamos olvidarlo. O sí. Pero sabiendo al menos que también el olvido tiene precio.
L.
martes, 12 de noviembre de 2013
Sábanas
Las sábanas de la terraza vecina se inflan con la tarde. Va de nuevo. Las sábanas de la terraza vecina se inflan con el viento de la tarde. Así está mejor. Nunca aprendo a decir las cosas. Pienso que la palabra tarde incluye al viento. Pienso que el viento debe defenderse de los ataques. ¿Qué ataques? Ahí entra en juego el inconsciente. Quería limitarme a hablar de cosas sin importancia (sábanas, tarde, viento) y acabé mencionando los ataques. Como digo en los cursitos. Dejar pasar lo que aparece. Escribir es desviarse y vivir es ajustarse. El texto se desarma. Mejor vuelvo al origen. Las sábanas de la terraza se inflan con los ataques del viento y de la tarde.
L.
L.
lunes, 11 de noviembre de 2013
La verdad
¿Está la verdad en las cosas mismas? ¿No está? ¿Es la verdad una fase previa a su enunciación? ¿También la verdad se inventa? Son preguntas que no serán nunca respondidas. Y mientras (mientras) caen los rayos desde un cielo amanecido. Y mientras (mientras) mueren los minutos en el mar. El pelotón abre fuego contra el fusilado diez mil veces castigado y ofendido. Y no quedan más que unas gotas de sangre en la noche de tiempos y vientos. César Vallejo ha muerto. Le pegaban todos sin que él les haga nada. Le daban duro con un palo y duro también con una soga. Son testigos los días lunes y los huesos húmeros y la soledad y la lluvia y, en fin, los caminos.
domingo, 10 de noviembre de 2013
Anonimato
Estoy entrando en una política de anonimato, dice Paula mientras lee algo que no alcanzo a distinguir. Cae plena agonía del domingo. Por ejemplo dentro de poco -dice después- voy a borrar mis fotos de Facebook. Y lo que escribí también voy a quitarlo. Y lo que pensé. Y lo que no pensé. No estoy ahora en condiciones de discutir esa política de Paula que obviamente comparto. ¿Necesita su nombre el poeta para decir lo que dicen sus versos? ¿Hace falta la imagen de Cristo para aceptar sus milagros? ¿De qué sirve un documento de identidad si no es para ensuciar todo? Maldita huella digital. Paula está entrando en una política de anonimato. Lo hace en plena agonía del día mientras lee algo que no alcanzo a distinguir.
Y por ahora he resuelto borrarme con ella.
L.
Y por ahora he resuelto borrarme con ella.
L.
sábado, 9 de noviembre de 2013
Ha soñado el soñador
El soñador ha soñado con un mundo de tierra larga y húmeda. Ha soñado el soñador con un tiempo sin espera o una espera sin tiempo. El soñador lo ha contado al despertar y todos lo escucharon. El soñador ha soñado con una playa ventosa, leve quizás como una playa de viento y de suma levedad, días sin peso, montañas de humo, ese tipo de cosas, la voz serena de un ángel, lo imposible, lo cierto. El soñador ha soñado con algo que vive de verdad, un jardín, un perro sin alas, una palabra sin fiebre, ese tipo de cosas ha soñado el soñador. Pero nadie (nadie) le ha creído ni un poco al despertar.
L.
L.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Nadadores
Hay que ayudar a los nadadores. Tan cerca de la playa y no llegan. Estiran los brazos hacia adelante, golpean las piernas duras contra el agua, luchan contra las corrientes cruzadas y embrujadas. Pero nada. No llegan a la costa (la costa). Es poco lo que falta. El agua está helada y todo parece conspirar contra ellos. La espuma esta vez no sirve como alivio, los peces picotean los dedos de los pies cansados, las medusas dibujan latigazos enormes en los muslos. Qué difícil es la situación para los nadadores. Tan cerca de la playa y no llegan. Estiran los brazos hacia adelante y hacia atrás, golpean las olas con la mayor energía, sueñan con tirarse en la playa (la playa) y descansar al fin. Aprendieron a diferenciar sueños y realidades. Por eso hay que ayudar a los nadadores en sobria y sombría desgracia. Faltan pocos, muy pocos centímetros para que termine el océano. Pero no llegan.
L.
L.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Un amor improductivo
La relación que me une a Paula no encuadra en ningún casillero de la sociedad de consumo. El nuestro es un amor improductivo. No fabrica hijos ni empresas ni autos ni viajes ni fiestas de etiqueta con doscientos invitados. Se coloca incluso más allá del sexo, del texto y el plexo. No satisface. No llena. Más bien vacía, duele, angustia. No nos vuelve felices como sería de esperar. El nuestro es un vínculo sin nalgas o con ellas. Con agujeros o sin ellos. Con aceite lubricante o asentado en una plancha seca. La relación que me une a Paula carece de vuelo aunque a veces parezca una exaltación de alas. Nada tenemos que decirnos cuando nos encontramos. Ningún gesto, ninguna palabra, ningún cuento de esos que se usan para dormir a los niños en noches de tormenta. La relación que me une a Paula no fue inscrita en el registro catastral. Está ahí, desnuda como Paula y yo, perseguida por el mundo y cada vez más cercada por las causas y el destino. Valerosos guerreros apuntan a la cama donde Paula y yo nos escondemos a modo de improvisada trinchera. Pero ni una bala da en el blanco. ¿Por qué? Porque Paula y yo somos negros e imbatibles.
L.
L.
martes, 5 de noviembre de 2013
lunes, 4 de noviembre de 2013
domingo, 3 de noviembre de 2013
El río
Me gusta ver a Paula cuando duerme. Suelo despertar antes que ella y verla así, en la otra mitad de la cama, se convierte para mí en una nueva forma del misterio. El asombro no depende tanto del cuerpo desnudo, Paula se desviste por completo a la hora de acostarse, sino del alma semidormida o quizás de ambas cosas o no sé. Párpados que tiemblan tensos, los brazos hacia atrás envolviendo extrañamente la cabeza, el vientre liso y blanco, la suavidad más suave en la entrepierna, las caderas anchas y lejanas. Pienso a veces que la deseo un poco más en ese estado de relativa ausencia. Paula duerme y todo parece ordenarse alrededor. Cesan los ruidos y las órdenes y asoma una música desconocida. Puedo pasarme horas imaginándola en su abismo. Me siento junto a ella como a la orilla de un río que, en cualquier momento, fuese a inundar de Paula el universo.
L.
viernes, 1 de noviembre de 2013
Lima
Esta tarde en Lima llueve. Y no tengo ganas de vivir, corazón. Así empieza un poema del peruano César Vallejo. Un peruano del Perú. Y así termina también. Como la lluvia, como la vida, como los poemas, como el amor, como la última gota de deseo. Todo empieza y termina. Insensiblemente y de manera natural. A quién puede importarle que esta tarde llueva en Lima. O a quién puede interesarle leer estas palabras, un puñado de cerezas, desparramadas en un blog que ya nadie visita ni por equivocación. Las gentes están en los lugares que valen. Lima no vale nada. Este blog tampoco. Y que yo o el peruano César Vallejo no tengamos ganas de vivir es algo irrelevante. Otros vivirán después de todo y nada, otros vendrán como sexos a llenar los agujeros y la vida continuará, como un puñado de cerezas, o como un verso olvidado, hasta que se haga la hora y todas las cosas se resuelvan al mismo tiempo y de la mejor manera. O se vayan al diablo tal vez. Lo único cierto en esta tarde, que en realidad es noche o es pasado, es que en Lima llueve. Llueve como nunca. Y que no tengo ganas de vivir, corazón.
L.
L.
jueves, 31 de octubre de 2013
Momento perfecto
Ocurrió anoche en una escuela de periodismo. Yo dictaba una clase sobre cuestionarios fijos. Hacía calor en el aula y elegí, al azar, una alumna llamada Nieves. Le hice una de las veintisiete preguntas del Cuestionario Proust. ¿Cómo imaginás un momento perfecto? Nieves pensó un rato. Y otro más. Finalmente dijo que su momento soñado debía transcurrir en una playa. Sentada en una playa, especificó. Sentada en una playa bajo el sol. ¿Sola o acompañada?, repregunté. Obviamente acompañada, respondió. Jamás estaría sola en una playa ni en ningún lado. No es divertido. Parecía enojada. Aun así, tras un silencio, pronuncié la palabra depende. Y finalmente, cansado por el trabajo del día, le dije a Nieves que a veces la soledad es la mejor compañía. Error. Algunos alumnos me miraron como se mira a un extraterrestre. Comprendí que para la mayoría de ellos la soledad es o sería el peor castigo. Sentí que estaba enfrentando una ideología dominante. O acaso a toda una generación. Tomé lista, di por finalizada la clase y viajé hasta mi casa donde la soledad, vestida de fiesta, me esperaba tan linda como siempre.
L.
miércoles, 30 de octubre de 2013
La mentira imposible
Se puede mentir en el teatro, en la casa, en la cama, en el trabajo, en el amor. Se puede mentir en la vida, en la muerte, en la soledad, en un velorio y aún en el frío y sombrío confesionario. Se puede mentir en el cine, en la calle, en un cuarto de hospital, en la red del pescador o en la del pecador. Se puede mentir en todas partes menos en una que cada cual podrá imaginar, alimentar y sostener. Hay, debe haber, un lugar de la mentira imposible, un modelo vivo y desnudo, una canción que nace porque sí, como la música que ahoga suspiros fingidos, como un puente de frágiles cañas, un fuego en la nieve, una burbuja de silencio en el desierto de los ruidos.
L.
lunes, 28 de octubre de 2013
Paula y Camila
Somos rutinarios con Paula. Por lo general nos acostamos temprano, aprovechamos el silencio de los tambores nocturnos y vemos la película que esté más a mano. Paula vestida apenas con remera y yo desnudo como siempre o casi. Nos apretamos luego contra el mundo y vemos películas tristes, otro placer temido y compartido. Poco a poco mezclamos pies, nalgas y angustias y nos entregamos a lo que venga sin esperanzas ni desesperación. Ayer fue el turno de Camila, una película argentina situada en tiempos del rosismo. Un cura valiente y una mujer de la alta sociedad entran en contubernio amoroso y sexual, son perseguidos y finalmente fusilados en nombre de la santa federación y la divisa punzó. Aprovecho esos momentos para acariciar a Paula y frotarla como de paso en las zonas más sensibles, remotas y oscuras. Ella se deja hacer mientras llora sin freno ante los trabajos de amor perdidos y el consabido y trágico final. Apagamos después las luces y Paula sigue llorando y pide que gire el cuerpo hacia la pared. A continuación me abraza por atrás y lo que sigue depende de la velocidad de las balas que acaban, una a una, con las vidas y el amor posible/imposible de Camila y el cura condenados por el tiempo, el dolor, la historia y el destino.
L.
domingo, 27 de octubre de 2013
sábado, 26 de octubre de 2013
Menos es más
Nos quieren convencer de que vivir es sumar. Signo más aquí, allá y en todas partes. Llenarse de títulos, amores, autos, casas, trabajos, objetos, sujetos y sujetas. Colmarnos siempre como globos y bolsas. El principio suele ser aplicado a las demás cosas. La escritura por ejemplo. Llenar la pantalla o el papel de palabras y palabras aunque sean huecas. Pero que no falten. Ante ese criterio acumulativo oponer la economía, es decir, eliminar de la vida y el discurso todo lo eliminable. Cambiar la apariencia por la esencia. La escritura y la vida como operación de sustracción y no de suma. Vaciarse al fin. Un amor se mide apenas por su intensidad y no por lo que suma. ¿Y qué queda al fin? No queda más que viento, vacío, música y belleza.
L.
viernes, 25 de octubre de 2013
Kabul
Me dice Paula que viaja a Kabul. Mientras se ducha me lo dice. Ella deja la puerta abierta por si acaso y el vapor llena el cuarto mientras canta o habla. ¿Kabul? Eso queda lejos, le digo mientras busco la toalla que pidió. A Kabul, sí, se hace un congreso de psiquiatría. ¿Y vos que tenés que ver con la psiquiatría? La conversación es absurda. Cuando entro al baño vuelvo a deslumbrarme con el cuerpo desnudo de Paula. La imagino en un hotel de Kabul siéndome infiel con un talibán o un marine de pelo cortito. Afganistán es un país en guerra, le digo. No parece un buen destino. Paula se pone una toalla como turbante y con otra frota su cuerpo duro, los pechos en punta, las nalgas redondas. Kabul, insiste Paula. Me voy a Kabul en noviembre. Fui invitada a un congreso de psiquiatría. Quiero conocer el mundo. Acaba de cerrar la canilla. Se ha quitado el turbante y me mira, envuelta en vapor, desde el baño perfumado. La palabra Kabul resuena peligrosamente sobre la cama.
L.
jueves, 24 de octubre de 2013
Paula y el deseo
Paula se sienta en la cama entredormida como siempre. Está desnuda de la cintura para arriba y permanece atenta como si quisiera probar que está despierta. La miro sin hablar y le pregunto cosas de manera inesperada. ¿Ya no te gusto? ¿Ya no querés dormir conmigo? ¿Acaso te gustan otros hombres? Paula piensa en lo que va a decir. Antes bosteza. Antes se rasca la cabeza y acomoda la almohada como si quisiera volver al pasado. Sus pechos siguen empujando el aire hacia adelante. Yo te amo a ti, dice en su colombiano que por momentos parece español de Extremadura. Y tú me gustas. Eso dice. Insisto sin embargo y sin convicción. Pero hace mucho que no...Los puntos suspensivos son más fáciles de llenar que un cuerpo sin sed. Podríamos tomar un mate, dice. La idea no es mala, digo. Hablando nada se resuelve. Quizás desayunando o callando o uniendo los cuerpos otra vez bajo la sábana. Silencio. Paula cierra los ojos como si hubiera vuelto a ser la bella durmiente que hace tiempo conocí.
L.
martes, 22 de octubre de 2013
La casa
La casa tan amorosamente construida, llenada y fecundada por sus habitantes, la casa como una mujer cubierta de libros y papeles y huellas de gatos desaparecidos, la casa, es decir, ese lugar o arrecife o promontorio que pronto será un amontonamiento de ruinas y escombros, la unidad fragmentada por siempre y para siempre donde ya nada podrá identificarse como se debe, la cama o la casa donde durmieron bellas durmientes ahora convertidas en dibujos primero animados y luego arrugados, quién sabe, la nueva casa en que se transformará la antigua luego de la mudanza hacia otro sitio destinado a volverse, también, ruinas y escombros, sábanas manchadas de amor y deseo sin nombre, puertas que ya no abren ni con siete llaves de oro, la casa descasada, convertida una vez más en madre soltera y sus nueve puertas, las que conducen al fondo de toda esperanza, cerradas ventanas de viento y apenas marcadas, las finas paredes, por huellas de gatos, de gatas, corpiños y perras.
L.
lunes, 21 de octubre de 2013
Urubamba
El recuerdo es borroso. Yo iba camino a Machu Picchu y, en Aguas Calientes, justo al pie de las ruinas, había un pozo natural de aguas termales donde los europeos, hombres y mujeres jóvenes en su mayoría, se bañaban desnudos a la vista de todos. Yo era adolescente entonces y el espectáculo no me dejó indiferente. Los turistas se sacaban fotos y yo permanecía atento a esa feliz aglomeración de pechos, genitales, pelos y glúteos. Después subí hasta la ciudad sagrada y, desde arriba, pude adivinar el fino perfil del río Urubamba. Era una línea brillante apenas insinuada en el abismo sombrío y hondo. De pronto olvidé mi excitación para concentrarme en las aguas que, muy abajo, fluían veloces entre selvas y montañas. Como envuelto en humo el río se adivinaba lejano y terrible. Y todo eso ocurrió cuando el mundo era hermoso, como un cuerpo joven y desnudo, y nadie todavía estaba muerto.
L.
sábado, 19 de octubre de 2013
viernes, 18 de octubre de 2013
Nadie decía nada
Y nadie decía la palabra nadie. Después de aquello se hizo un silencio espeso, y lo más bello se tornó el horror de haber visto lo tan húmedo y secreto, la sombra que asombra, lo que en general se oculta ante la vista obscena de los otros. Y a pesar de la evidencia o la inconsciencia, a pesar de los pelos de abajo y la piel de gallina ensimismada, a pesar del peso y los rezos sin vuelo, nadie decía nada. Y todo se volvió un puro maquillaje, un engaño de ceniza, un disfraz a tono con la escena. Las cabezas giraban al derecho y al revés. Y más de siete cielos velaban el mundo acabado. Y de ese modo se impuso al fin la complicidad con lo malvado, los baldes de agua seca, la pereza que nace y muere de una vida tejida con murmullos, el pie mudo y desnudo, la pasión amortiguada, todo lo que se cae. Y después de aquello no quedaba mucho por decir.
Y qué otra cosa pudo ser si nadie dijo ni decía nada.
L.
Y qué otra cosa pudo ser si nadie dijo ni decía nada.
L.
jueves, 17 de octubre de 2013
Balas
Cualquier disparo va a acompañado del efecto boomerang. Las balas arrojadas, así sean de fogueo, retornan en cualquier momento y con efecto, a veces, mortal. ¿Por qué entonces nos empeñamos en disparar? ¿Qué clase de impulso nos mueve a hacer algo cuyos resultados no serán beneficiosos? No es fácil responder. No es fácil para nada. El disparo se origina en una especie de acto reflejo. Sentimos un golpe ligero en la rodilla y la pierna reacciona, claro, con una patada. ¿Una patada contra quién? No importa mucho el destinatario. Contra cualquiera que se presente como un blanco fácil. A la larga entenderemos que también nosotros, hombres bien armados, seremos víctimas de las balas. Y lo entenderemos tarde. Habrá que cuidarse entonces. Cualquier disparo va acompañado del efecto boomerang. Un día vuelve la bala y nos interpela. ¿Pero por qué lo hiciste? Nada podemos responder. O sí. Cambiar de técnica.
L.
martes, 15 de octubre de 2013
Lo habitual
Solemos pensar que algo, por ser habitual, es deseable y conveniente. Pero nada es habitual. Hasta lo común resulta raro y excepcional. Ni siquiera los encuentros familiares, las vacaciones, los trabajos o los amores responden siempre a lo habitualmente esperado. Y no sólo eso. Situaciones históricas, sociales, ambientales o políticas como la tortura o la eliminación física de miles y millones de personas, también la pobreza o la injusticia en cualquiera de sus formas, también la destrucción del medio ambiente global, han sido y son consideradas normales y aún necesarias por una sociedad narcotizada. Bertolt Brecht, que algo sabía del asunto, llamó la atención sobre el tema. "Examinen sobre todo lo habitual -advirtió-. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante lo cotidiano no digan que es natural. En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada, nunca digan -si desean que alguna vez la vida cambie- es natural, es común, es habitual".
L.
lunes, 14 de octubre de 2013
Dos mujeres turcas
Hablaban un idioma parecido al alemán. Pero no. Luego sabría que hablaban en turco. Una de ellas tenía ojos grandes y una sonrisa liviana. La otra contaba algo en voz muy baja. Esta última, con un leve aunque perturbador escote, levantaba la vista y observaba lo que afuera corría velozmente hacia atrás. Nunca fui a Turquía. Nunca viajé a Ancara o Estambul. La escena ocurría en un tren. Había un río cerca. El vagón estaba lleno de gente cansada y expectante. Como salidas de un baño turco las mujeres eran las únicas pasajeras que no miraban pantallas. Yo era el tercero. Tres sobre un millón o diez mil millones de personas. No puedo siquiera imaginar un lugar llamado Turquía. Apenas retengo el nombre ya olvidado del poeta Nazim Hikmet. El hombre era austero y comunista. Pasó casi toda la vida en la cárcel. Recuerdo un viejo poema suyo. Un verso en realidad. El más hermoso de los mares es aquel que no hemos visto. Eso dice el poema en uno de sus versos. El más hermoso de los mares es aquel que no hemos visto. No conozco a las mujeres turcas. No caminé jamás por las calles de Ancara o Estambul. Pero siento hoy, ahora mismo, el movimiento lento y profundo de los mares.
L.
domingo, 13 de octubre de 2013
viernes, 11 de octubre de 2013
Lo que tenemos
Nuestra fuerza está en lo que tenemos. No en lo que tuvimos o en lo por tener. Lo que tenemos es la plataforma de lanzamiento. No hay salvación sin ella. Solemos degradar lo que tenemos. Suponemos que hay algo mejor en otra parte. Pero nuestra fuerza está en lo que tenemos. Aún así solemos quejarnos de lo que tenemos. Lo vemos como un pesado fardo, una mochila insoportable, algo de lo cual deberíamos deshacernos cuanto antes. Decimos. Tengo que hacer esto y lo otro. Decimos tengo que y no quiero hacer esto y lo otro porque me resulta útil y necesario y porque es la base de donde arranca lo demás. En conclusión. En vez de tengo que mejor es pensar y decir quiero hacer esto y aquello porque ese es mi deseo. Se trata en suma de un leve cambio en la gramática. El futuro depende de ese cambio. Si no cuidamos lo que tenemos nos perdemos en lo que no tenemos, es decir, en la nada. Pero nuestra fuerza está en lo que tenemos. No en lo que tuvimos o, menos aún, en lo por tener.
L.
L.
jueves, 10 de octubre de 2013
Y aún
Y aún sin ganas, sin justificación, tarde ya y sin fuerzas, sin cuerpo casi, sin respiración y sin entender nada, persiste la palabra aún, ainda en portugués, todavía en este idioma, el mientras tanto que tanto ignoramos, el instante gris donde las olas se levantan el vestido y no acaban de caer o mostrar la intimidad de espuma, aún hoy, quizás mañana, sin necesidad, eso que no acaba de ser o seguir siendo, lo que aún no nació, aún sin ganas ni sed ni justificación.
L.
L.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Los sensibles
Los sensibles no siempre son sensibles. Lloran en el cine, en los velorios, en la calle. Todo parece indicar que se conmueven porque difunden la foto de un niño perdido en una pared o en las redes sociales, o porque levantan el puño, o porque gritan a viva voz en una marcha callejera. Pero los sensibles de verdad se ven, se huelen, se adivinan en situaciones verdaderamente críticas, es decir, aquellas donde se impone poner el cuerpo, dar sangre o dar vida a los otros, los que no llegan a la costa, entregarse a ellos así sea por un instante que es todos los instantes. Es fácil ser sensible en un museo o leyendo un libro conmovedor o escuchando un discurso falso y profundo. Lo difícil es dar en silencio y hasta ser capaz de multiplicar los panes y los peces en las condiciones menos favorables. Y no jactarse de ello. Y seguir dando y siendo y caminando.
L.
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