Cuando supe que las bailarinas hacen pis sufrí una gran decepción. Pensaba que eran mujeres ideales, sin carne casi, sin peso, sin angustia, sin olor. Personas generalmente bien informadas me avisaron a tiempo que las bailarinas no sólo hacen pis sino que también son a veces celosas, competitivas, crueles y fatales a la hora del sexo y el amor. Yo nunca entendí nada de la vida. Pero la noticia de que las bailarinas tienen cuerpo, la desgracia de saber que son humanas y que incluso tienen pelos y uñas y huesos, en fin, para qué seguir, fue como asistir al gran derrumbe de una nube para verla convertida en una bailarina de pies sucios bien plantados en la tierra.
L.
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