No sé de qué le hablé al taxista (un semáforo, la ciudad vacía, el lindo culo de una rubia) la cosa es que su conclusión fue totalmente bizarra. Así no se puede vivir, me dijo. ¿Así cómo?, repliqué. Así. Era de noche pero el calor no aflojaba. Enseguida vino la bonita lista de radio 10: gobierno montonero, delincuentes sin castigo, la edad de imputabilidad (¿acaso un niño es menos asesino que un adulto?), piqueteros, pena de muerte ya. En el pasado hubo cosas peores, susurré mirando impaciente hacia la calle. ¿Cuándo?, quiso saber el hombre. Con los militares -detallé sin ganas-. O con Menem y De La Rúa. Lo que siguió fue de rutina. Hasta supe que los desaparecidos o subversivos o terroristas andaban en algo raro. Bajé del auto con una mezcla de rabia, pena y resignación. Estamos perdidos, pensé. Pero enseguida soñé un sueño de rubias desnudas y olvidé, al menos por un rato, la infaltable cuota de fascismo cotidiano.
L.
L.
La frase "estamos perdidos" a esta altura se ha convertido en un mantra para mí... La odio, pero cada día la repito más convencido. La cuota de fascismo y estupidez -que son la misma cosa- no distigue edad ni sexo. Otrora pensaba que sólo un señor mayor podía tener un pensamiento de ese tipo, pero hoy siento temor hasta cuando charlo con gente de mi edad.
ResponderEliminarA veces creo que la gente elige abandonarse, no pensar más, no hurgar ni siquiera en las cosas que no entiende y le interesan... Es un tema largo e inexplicable como la guerra. Anhelo la llegada del día en que yo también pueda decir "Sí, andá a saber...", mirar para otro lado y dar por terminada dicha charla.
Que la salvación empiece por uno entonces.
Gracias por el blog Luis.
Diego S.
PD: sin ánimo de ofender ni discriminar, los taxistas suelen pensar así (al menos, los que he cruzado yo). Son fantásticos.
Es toda una ventaja esta de poder soñar con rubias desnudas, si ello no pasara, al levantarme diría: estamos perdidos...
ResponderEliminarYo también tuve viajes incómodos por mantener discusiones indeseables con taxistas. Y por un momento pensé que todos escuchaban radio 10 y derramaban ideas fascistoides por las calles de Buenos Aires. Pero hubo un taxista (uno)que era todo lo contrario. De ideas socialistas y pensamiento propio. Le confesé que tenía un prejuicio y que él lo había derribado. Hay esperanzas...
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