Anteriormente se pensaba que la vida, para ser vivida, debía tener un sentido determinado. Ahora se piensa con razón que, por el contrario, se la vive mejor gracias a que no tiene sentido, es decir, porque es absurda, es decir, porque el significado está en manos de cada cual. Vivir una experiencia es aceptarla plenamente sin pensar en la posteridad. El hombre absurdo se deja tomar por su tiempo y actúa en vez de esperar. No hace grandes planes. Poco importa para él cómo se presenten las cosas. Le importa, sí, qué hacer con ellas.
L.
L.
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