La peor pregunta es para qué. Para qué escribir, para qué tener hijos, para qué enamorarse, para qué separarse, para qué estudiar, para qué viajar, para qué ésto, aquello y lo de más allá. La respuesta no podría ser más desalentadora. Para nada. El mundo no necesita que ninguna línea sea escrita, tampoco requiere de nuevos habitantes, enamoramientos, estudios, acciones y pensamientos de ninguna especie. Si aún así algo de todo eso existe o persiste se debe exclusivamente a nuestro deseo de hacerle un lugar. Conclusión. La mejor respuesta a la peor pregunta es el deseo.
L.
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