jueves, 17 de febrero de 2011
La luna y la verdad
Las jóvenes irlandesas veían en la luna el rostro de su futuro amor. Los puritanos de Boston a un duende maléfico. Los nativos de Samoa a una anciana hilando nubes. Los chicos de hace treinta años a la sagrada familia rumbo a Egipto. Galileo, el más grande escritor en lengua italiana de todos los siglos, prefirió hablar con precisión ascética de lo que alcanzó a vislumbrar con su humilde telescopio. Puede entenderse la devoción lunar de los poetas. Pero...¿por qué negarle valor poético a los mares llenos de arrugas y agujeros? ¿Por qué oponerse a la luna real? Repensar la luna. Repensar la verdad.
L.
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