Dice Abelardo que una gran virtud de las mujeres es la de hacernos recordar, de algún modo, que venimos de su vientre. Hasta cuando hacemos el amor con ellas se ocupan de subrayarlo. Se diría incluso que en el fondo desean volver a meternos adentro. Bien en el fondo. Resulta imposible odiarlas o querer prescindir de su compañía. Pero, como también dice Abelardo, tampoco puede negarse que dan miedo.
L.
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