Cansado de rodearse de gente que sabe todo (porque todos saben todo) el último ignorante decidió cambiar de vida. A partir de entonces ya no comió manzanas sino frutas redondas de carne blanca y cáscara verde, o roja, que al ser mordidas se quiebran ligeramente. No supo qué cosa es el pasto y mucho menos su color. Le preguntaron por el amor y apenas recordó un cuerpo borroso y un camino bajo el sol. Pero ni siquiera entendió el significado del recuerdo. Palabras simples como casa, luna, perro, mujer, muro, teclado perdieron para él todo sentido. El último ignorante ya no tiene ideas sobre nada y sobre nadie. Pero está dispuesto a tenerlas.
L.
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