Una mujer casada, dos hijos, italiana, vive en Iowa feliz pero insatisfecha. Conoce a un fotógrafo de la National Geographic y tiene con él un romance intenso que dura cuatro días exactos. Él le propone que se vayan juntos pero ella no se atreve a dar el paso y sigue unida a su familia. Así podría resumirse Los puentes de Madison, un clásico cinematográfico de Clint Eastwood. La película plantea dilemas interesantes. ¿Debemos ir detrás de los sueños aún sabiendo que jamás se realizan por completo? ¿Sólo cabe resignarse a la vida real dado que es la única posible? ¿Conviene cambiar una existencia riesgosa por un mundo apenas sostenido en los detalles? Naturalmente el film no responde ninguna de estas preguntas. En una escena memorable, en la casa de la mujer adúltera, el fotógrafo propone un brindis. Están en la cocina y en las copas brilla el brandy. Por noches pasadas y música lejana, dice él. Por noches pasadas y música lejana, dice ella como un mantra.
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