Una de las lecciones arrojadas por la creciente rebelión popular en los países árabes es la inutilidad casi completa del periodismo en sus formas habituales. Dado que los periodistas sólo viven en un eterno y hueco presente no se enteran (ni les importa enterarse) de los procesos que ocurren de manera sigilosa, oscura y demorada. La pobre formación profesional y cultural de periodistas gráficos, radiales, televisivos y digitales es evidente en casi todos los medios de incomunicación masiva. Esto se observa con especial virulencia en el periodismo argentino. En función de tirar abajo un gobierno que no responde a sus conveniencias de clase o sectoriales los grupos que monopolizan la información ya no citan fuentes, no chequean datos ni por Internet, hacen denuncias que luego no se confirman, escriben notas a las apuradas y pensando en otra cosa. Ni los más avezados corresponsales de política internacional, muchos de los cuales son ahora enviados especiales a Egipto, sabían hasta ayer dónde queda ese país, qué idioma se habla ahí o quién gobierna en Túnez. Después, cuando terminen la nueva misión, cambiarán de tema graciosamente y mirarán fijo, como siempre lo han hecho, la pantalla del celular o comprarán las mentiras que aporta la señal de noticias preferida. La realidad del mundo circula por canales más profundos y menos vistosos. Hacia ellos debemos mirar.
L.
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