martes, 8 de febrero de 2011

Oficinas


Las oficinas del mundo se parecen. No puedo confirmarlo pero se parecen. Reina en los pasillos un entusiasmo fingido por tareas igualmente fingidas. La gente se saluda con entusiasmo al entrar y al salir. Si es viernes dicen buenfinde. No sé qué dirán en España, Colombia o México cuando se despiden. No debe ser muy diferente. Los empleados parecen concentrarse en las tareas pero saben que se trata de una perfecta actuación. Todos, o casi todos, chequean sus mails, miran perfiles de Facebook, pasean por Internet, le escriben mensajitos calientes a sus amantes frías. De tanto en tanto hacen algo relacionado con la cadena productiva. A veces almuerzan juntos y parecen amigos. Luego, de regreso al yugo, conspiran secretamente. En las oficinas se forman dúos o grupos para defenderse contra los dúos o grupos enemigos. En los cumpleaños levantan copas. En los mundiales de fútbol preguntan por los resultados. Si alguien oyó en la radio que va a llover acosan a los que vienen de afuera para saber si empezó el diluvio. La conexión con el mundo exterior es mínima. Los sentimientos no cuentan. Las pasiones duran lo que dura una jornada. Al anochecer las oficinas quedan solas. Computadoras y máquinas diversas siguen inexplicablemente encendidas. Los empleados fingen, ahora, en sus casas. Y esperan, como los demás, que la oficina vuelva a salvarlos mañana del tedio y la melancolía. No falta el que, en algún momento, hace la pregunta fatal. ¿Hay vida más allá de la oficina?
L.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario