miércoles, 30 de abril de 2014
Lo imposible
Hay otros mundos pero están en éste, decía Éluard. Pero hay que buscarlos o crearlos. Arte y amor inventan un mundo propio para olvidarse del mundo. No copian lo que está. Producen una realidad más acorde con la irrealidad de los sueños, del ojalá, de lo deseado y fantaseado. Lo dice una canción. De lo posible se sabe demasiado. Mejor es entregarse en cuerpo y alma, o al menos en alma pura, al horizonte inalcanzable, lejano, extraño, raro, nunca visto.
L.
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Elogio del desnudo
Renoir (1841-1919) creía que sería admirado por sus pinturas de mujeres desnudas. Curiosamente quien se detenga a ver sus cuadros observará que las figuras femeninas jamás están desvestidas del todo. Lo que las rodea está cubierto por un velo invisible. El artista ilumina la sinuosa carne de las damas, la piel, la luz que juega con ellas. A veces los desnudos de Renoir parecen castos. Se ven hombros, pechos, muslos, pies, montículos, hoyuelos. El observador se maravilla con la suavidad y la tibieza que parecen emanar de la tela. Pero el conjunto se diluye al fin debido a que la figura humana se oculta eternamente en la acción artística. ¿Por qué atraen tanto los desnudos? Quizás en medio de la soledad colectiva e individual que avanza en el mundo se haga necesaria la presencia de cuerpos, ya no de fantasmas, para consolarnos, fortalecernos, alentarnos o inspirarnos. Lo visual, se sabe, desempeña un papel importante en la existencia de muchos animales. La pornografía explota ese dato para imponerla en los humanos que aún no superaron la condición bestial. Como sea y por lo que sea. Pero la visión de pechos, genitales, ombligos o piernas sin ropa adquiere a veces una categoría inexplicable. La atracción del desnudo es poderosa al comienzo. Pero decae tras unos minutos de contemplación. La sexualidad humana no se basta a sí misma con la exposición de piel. Ni siquiera el alma desnuda, un imposible, garantiza nada en tal sentido.
L.
martes, 29 de abril de 2014
La verdad artística
La verdad artística presenta una dificultad teórica nada fácil de resolver en los talleres literarios o creativos en general. Esa dificultad tiene que ver con que la profunda verdad del arte se basa en una falacia total y absoluta. Podría usar incluso la palabra mentira aunque no suene bien. El arte miente para decir su verdad. Miente porque no copia el mundo. Miente porque utiliza materiales evanescentes. Miente porque si por ejemplo Van Gogh pinta sus propios zapatos, como lo hizo en un cuadro, todos sabemos que no hay zapatos ahí sino apenas una tela, dibujo, pinceles, pintura. Eso no sirve para calzarse. Y sin embargo ese cuadro es la aproximación máxima al calzado destrozado y bello de Van Gogh. La honestidad pasa por otro lado que podríamos postular como negación militante de lo falso para construir no ya una verdad sino un micromundo autónomo. Es algo que quizás no pueda nombrarse con palabras y de ahí, claro, la enorme dificultad que se presenta en el plano teórico y también en el práctico. Habrá que buscar la forma de transmitir a los alumnos curiosos esta idea tan molesta como salvadora.
L.
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El diálogo no existe
La frase es de Lacan. Así como no existe relación sexual (otro famoso lema lacaniano) tampoco existe el diálogo entre las personas. Existe no como diálogo sino como un doble monólogo en el caso de que intenten conversar solo dos personas. No dialogan sino que monologan. Raramente hay intercambio. Cada uno se despacha a su gusto y el otro escucha en atención flotante. A veces sí. A veces no. Por eso mismo puede decirse que el diálogo, ya sea entre facciones políticas o en una pareja, está sobrevalorado. Importa más la actitud física, el gesto de los cuerpos, el tono de la voz. Ahí está el verdadero mensaje y no en las palabras por mejores que sean. Y si el diálogo no existe como ha dicho Lacan, ¿de qué hablan las personas que de cerca o lejos parece que hablan? Imposible saberlo.
L.
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Ideogramas chinos
Siempre me interesaron los ideogramas chinos. De ningún modo se los puede comparar al idioma occidental. Desde sus orígenes, cuando se grababan signos en conchas de carey o huesos de búfalo, los chinos tendieron a las combinaciones. Y eso duró tres mil años por lo menos. Cada ideograma está compuesto por lo menos de dos elementos. Corazón + otoño es igual a melancolía y tristeza. Hombre + árbol equivale a descanso o descansar. Cielo + tierra es universo. Tambor + danza es alentar, incitar. Lanza y escudo es contradicción. Mano y pie aluden a sentimientos fraternos. Quién entiende a los chinos. Después están los sintagmas que forman expresiones simbólicas. Polvo rojo alude a cosas de este mundo o a la vanidad de la gloria. Pino verde o bambú recto deben leerse como rectitud y pureza de sentimientos. Aguas que corren hacia el oriente representan la huida del tiempo. Oca salvaje que vuela hacia el oeste es separación, añoranza. Luna llena significa reunión de amantes separados. Cuando me entero del sentido metafórico de los ideogramas tengo muchas ganas de ser chino, sabiendo que en esa cultura el lenguaje poético se nutre del lenguaje corriente, o grosero, como si fuesen la misma cosa. Ganas de ser chino en un día como hoy, martes de otoño como el jueves de Vallejo. Ganas de hablar por elevación evitando que la línea mate a la entrelínea. Ganas de estar para siempre en otra parte. Ideogramas chinos. La salvación.
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La vida nos acerca a la vida
La sociedad enferma y cura. Solemos olvidar esa doble condición. ¿La sociedad nos oprime? Claro que sí. ¿Nos destruye? Por supuesto. Pero también nos libera de nosotros mismos al menos por un rato. Recorta en parte nuestro ego en riesgosa expansión. Y sin querer nos construye gracias al efecto curativo que los demás producen en nosotros. En esa duplicidad la vida se parece al comprobado efecto doble de los remedios. En determinadas dosis contribuyen a la cura. En otras dosis el remedio se vuelve un peligroso veneno. Todo consistiría en dar con la proporción justa. Hallar el equilibrio adecuado. La sociedad enferma y cura. Habrá que salir a la calle y poner el cuerpo. No estaría de más salir con escudo protector.
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L.
lunes, 28 de abril de 2014
La vida nos aleja de la vida
Me escribe A. para decirme que está desanimada con todo. O con casi todo. Quiere irse. Quiere volar. Quiere borrarse. Le digo que no se pierda en lo cotidiano. Le digo que escriba. Le digo que la vida nos aleja a veces de la vida. La escritura es más pobre pero más clara. A. me dice que se cansó de todos mis discursos. Quiere ser feliz ahora y la entiendo. No quiere esperar. Le teme con razón al futuro. Le digo que es poco lo que podemos hacer para cambiarlo pero que justamente por ser tan poco debemos hacerlo. Y todo así.
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El blog distrae
Si algo no debo hacer ahora es entrar al blog. Es una tarea completamente inútil, no atada a nada como los domingos o dormir la siesta o enamorarme de un hada. Es una pérdida de tiempo total y absoluta. Tengo que corregir textos, escribir libros, ir al baño, hacer llamados, contestar llamados, barrer la casa, lavar platos y elaborar proyectos de vida entre otras prioridades. Y sin embargo cuando todo eso se me viene encima como una montaña de barro o un tsunami lo único que se me ocurre es entrar a este lugar para decir que no es bueno este lugar, que el blog distrae y molesta, que mejor sería ocuparme de lo que realmente importa. Por suerte ya lo dije y quedó escrito. Y ahora sí. Y ahora no. Y vivo así y no hay otra manera.
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Contra el castigo
El que mata debe morir, dice la filósofa argentina Susana Giménez. El que las hace las paga, profundiza más aún el filósofo argentino Sergio Massa. Ojo por ojo diente por diente, se lee en el Antiguo Testamento. Desde la vereda se oye la voz de Doña Rosa repitiendo en sus palabras el fervor punitivo. Vigilar y castigar, torturar, vengar. Es el único sentimiento crudo que nace del alma como las peores y más obvias ideas que nacen del alma. El que mata debe morir. El que las hace las paga. Ojo por ojo, etcétera. Y todo así desde el pensamiento fácil. ¿La solución final es el linchamiento de los supuestos malos a manos de los supuestos buenos? No al castigo.
L.
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La pareja I
Poner demasiada energía en la pareja no parece aconsejable. La tarea generalmente termina mal o muy mal. Una pareja funciona cuando cada uno de sus integrantes tiene un proyecto propio y cuando entre los dos se acompañan solidariamente a estar solos. Porque así es. Todos estamos solos. Podemos acompañarnos en un tramo del camino o en todo el camino si así puede decirse. Pero no mucho más. Con lo que falta hay que soñar, producir y crear artísticamente hablando. Lo dicho se aplica a otros campos de la vida. Es casi una ley de la física cuántica. No tanta energía puesta en un único centro. Mejor repartirla un poco. El punto es la mezcla.
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La falsedad
La falsedad se ha convertido en un sistema de vida ideal para un gran número de personas. La falsedad, el autoengaño, el fingimiento sutil, la sonrisa que no muestra los dientes. Lo falso asoma incluso en los ambientes supuestamente cultos, bienpensantes y progresistas. Asoma en el interior de las familias y aún entre los niños así educados por los adultos. Entrenados en el ocultamiento y la falacia cotidiana. ¿Qué hacer ante semejante invasión de mentiras instauradas y aceptadas? Ni siquiera puede pensarse en construir una verdad. Pero algo sí puede intentarse. Algo puede hacerse incluso en el mundo de la escritura y el arte. Y ese algo consiste en rechazar y perseguir la falsedad sin descanso y hasta las últimas consecuencias.
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domingo, 27 de abril de 2014
Lo mejor del blog
En este espacio existen por lo menos seis mil entradas. Si se consideran los cuatro años de historia no es tanto. Si no se consideran es mucho. Los posteos incluyen textos míos y de la inconstante Andrea pero también fotos, videos, el resultado de los concursos literarios que Suspende organizó, reflexiones y provocaciones diversas. Algunos textos fueron agrupados con etiquetas y pueden verse buscando el tema en la columna gigante del costado. Otros, quizás la mayoría, son inhallables a no ser que se disponga de tiempo y ganas de buscar. Aunque suene arrogante puede decirse que algunos intentos adquieren ya la categoría de clásicos. Por ejemplo la saga relacionada con la increíble vida y muerte de mi gato Grusswillis. O el posteo titulado Piropos. O la serie conocida como Conclusiones generales. Hay algunos más pero no los recuerdo. O sí pero no viene al caso. La inconstante Andrea escribió un posteo dedicado a su primer contacto con algo llamado sexo masculino. El texto es breve, la sensibilidad de la autora es máxima y el nombre del posteo, si se lo quiere encontrar en las etiquetas o en el buscador, es Foto explícita. Si no me equivoco el título dice algo así como breve ensayo para una foto difícil.
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sábado, 26 de abril de 2014
Punto fijo
El maestro de yoga da una indicación para una postura especialmente difícil. Imposible describirla con precisión. Un pie va adelante sin dejar de avanzar. Los brazos a los costados. La pierna libre va hacia atrás. El tronco se eleva con la cabeza buscando el cielo. El pubis tiene que buscar el suelo hasta casi tocarlo. El maestro de yoga insiste en la necesidad de ubicar un punto fijo que permita alcanzar un punto móvil. La idea es interesante. Para que algo pueda moverse libremente hace falta que otro algo permanezca seguro e inmóvil. Dos elementos básicos para la vida se necesitan mutuamente. Dicho de una manera más simple. Para volar muy alto, como las azafatas y los pájaros, hay que tener por lo menos un pie en la tierra.
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viernes, 25 de abril de 2014
Fidelidad
Está ese barco enorme que llegó al puerto sin pasajeros ni tripulación. Parecía un barco fantasma pero no lo era. Aún vacío o casi pertenecía al mundo de las cosas reales y flotantes. Por alguna razón difícil de determinar arribó al puerto silencioso y lento. Llegó sin haber tocado ni una sola costa. El trayecto empezó en tierra y terminó muy cerca de la playa. Al arribar la poca gente de a bordo fue tirándose al agua hasta que sólo quedó en cubierta el capitán de la nave, un hombre oscuro y de pocas palabras. El capitán no quiso abandonar la nave y se hundió sin decir palabra como si fuera parte indivisible de la embarcación. ¿Por qué? Por fidelidad.
L.
L.
Mujeres idealizadas II
Una vez liberados de la cuota habitual y necesaria de misoginia los hombres tendemos a idealizar a las mujeres. Tenemos razones de sobra para hacerlo. Ellas no sólo son divinas, cuando lo son, sino que en general se muestran leales, atentas, fieles, sacrificadas. No rivalizan con nosotros en el terreno en que los hombres solemos competir. Con ellas sabemos a qué atenernos. O están de nuestro lado o contra nosotros. No hay punto medio. Además, y esto es cierto, las mujeres nos ponen en contacto con la vida en su sentido más inmediato y también más profundo: la compañía, la conjunción, el placer, la fecundación, los hijos. Todo muy lindo. Pero enseguida percibimos en algunas de ellas a seres odiosos, competitivos, amargados, intrigantes, peligrosos incluso. No deberíamos idealizarlas tanto entonces. Habrá que amarlas y listo.
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Un toro melancólico
El toro fue usado la vida entera como semental. Alguna que otra vaca se enamoró. Pero fue hace tiempo y el toro lo recuerda con tristeza. La sensación puede ser intolerable. Y si hay viento peor. El gran semental es ahora un cuerpo enorme y solitario que fatiga el campo en silencio. Se mueve apenas y de noche imagina un bosque o la costa de un mar con olas de verdad. Por momentos quisiera dejar de ser quién es. Convertirse en perro o caballo. Volverse piedra o cascada. O hundirse de nuevo en el pantano donde orinó largamente su desgracia. En días de calor se pone a mirar fotos echado así tan grande como es en la tierra oscura. O huele frutos en avanzado estado de descomposición. Fue usado la vida entera como semental y a veces prueba un canto de ordeño. Es algo que aprendió durante un viaje a las islas. El toro pisa la vaca y el novillo se retira. Cuando el novillo era toro la vaca siempre lo mira. Quien fuera el rey de los llanos es hoy una especie de dibujo inacabado y torpe. Mañana o pasado mañana dirá y hará, por fin, lo que se espera de él.
L.
L.
jueves, 24 de abril de 2014
Defensa de la exageración
Se me dice que nada es tan así, que debo ser cuidadoso, no generalizar todo el tiempo, atender a los matices, opinar de una manera equidistante y equilibrada. Los extremos no son buenos, me dicen. Mejor el agua tibia que el agua muy caliente o demasiado fría. Vengo escuchando estos consejos desde siempre. Los equilibrados advierten contra mi evidente desequilibrio. Los normales cuestionan mi anormalidad y en todos los casos lo hacen con inteligencia y argumentos imbatibles. Hay un punto, sin embargo, donde la moderación sistemática se parece demasiado a la cobardía y la mediocridad. La vida misma exagera. Ni siquiera el artista más creativo y loco del mundo podría alcanzarla en eso. Y yo, exagerado y extremista como siempre, no puedo ser menos que la vida.
L.
Ordenar las pasiones
¿Pueden ordenarse las pasiones? Claro que sí. No sólo pueden sino que deben. Un poco de orden en la sala es buena base para el desorden. Demasiado caos con la excusa de la libertad, la creatividad infinita y todo ese tipo de tonterías acaba mal. Un apasionado de verdad se ordena justamente para dar rienda suelta a sus deseos. Para galopar hace falta por lo menos un caballo. Para nadar al menos una pileta. Para besar como mínimo una boca dispuesta a vivir esa experiencia única. Ordenar las pasiones y recién después enloquecer.
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L.
miércoles, 23 de abril de 2014
No hay manera
No hay manera de quedar bien con todos. No se trata acá de cuidar las reglas de cortesía y urbanidad sino de decir por fin lo que debe decirse. Hablar sin rodeos trae problemas. Hablar sin adornos trae problemas. Fingir no trae problemas. Mentir es lo que casi todos esperan de nosotros. Pero no hay manera de quedar bien con todos. Mejor decir lo que debe decirse le guste a quien le guste. La vida se hizo para vivirla. Y si no es para vivirla...que se la coman toda.
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La belleza
Desde un sentido práctico y vulgar se nos quiere convencer que no hay belleza en el mundo, que todo es una pura mierda, que mejor adaptarnos a la evidencia y convertirnos todos en una pura mierda. De tal modo podríamos ser parte de un sistema de vida que privilegia el consumo, el entretenimiento vacuo y la resignación como formas excluyentes y definitivas de pasar la vida. Pero basta abrir los ojos así sea una única vez para comprobar que la belleza existe, que asoma invencible como diosa entre las grietas y nos interpela a cada instante. Depende de cada uno decidir qué hacer con ella.
L.
L.
martes, 22 de abril de 2014
Sábanas
Me gusta ver el balanceo lento y oscilante de las sábanas colgadas en las terrazas vecinas. El viento juega y se divierte con ellas y ellas gozan con el viento aunque el mundo las ignore. Anoche, tal vez anoche, hubo cuerpos amándose sobre esas sábanas que ahora danzan, húmedas aún, en el viento y bajo el sol. Me gusta verlas así y me gusta pensar en los cuerpos mudos y desnudos en el viento, bajo el sol, ante la vida que, como las sábanas, no acaba de secarse.
L.
Redes I
Un tal García Márquez, del cual hasta ayer se hablaba mucho gracias a que tuvo la buena idea de morirse, se anticipó a las redes sociales rechazando de plano la supuesta novedad cultural que implicaban e implican. En un artículo célebre, El mejor oficio del mundo, el autor de La mala hora dijo que algunas escuelas de periodismo le dan más importancia a la información que a la formación de los futuros periodistas. El autor colombiano se burló del esplendor tecnológico y del vértigo de las comunicaciones. Ninguno de esos presuntos avances, dijo, dio resultados positivos. Al contrario, los nuevos periodistas ya no escuchan a nadie, no van a los lugares donde ocurren los hechos, se complacen en el orgasmo de la primicia, confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. García Márquez propone volver a las fuentes, investigar, entender que el camino es la pregunta y no la respuesta formulada a los apurones y sin el menor cuidado. Y así es la cosa. No recordaremos mañana los titulares del día pero sí recordaremos, siempre, la increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. García Márquez, por suerte olvidado por el periodismo que ayer estaba tan emocionado, sobrevivirá a Facebook, a Twitter, al correo electrónico y a todos los celulares juntos y por separado.
L.
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Redes II
Es hora de admitir que las mal llamadas redes sociales en todas sus formas y modalidades se han convertido en una trampa especialmente pensada para incautos. La invención es casi tan perfecta como el gigantesco espejismo en el que tanta gente cree como si se tratara de una nueva religión. Seres bien intencionados compraron esas redes en nombre de la comunicación, del intercambio horizontal (¿será en la cama?), de un supuesto mayor acceso a la información. Seamos honestos y pensemos un instante al menos. En el caso de que ese mayor acceso a las noticias sea real, ¿en qué nos ha cambiado o mejorado como seres humanos? La trampa incluye a todas las variantes de teléfonos celulares ante cuya invasión definitiva desaparece cualquier intento de contacto cierto entre las personas o entre las palabras y las cosas. Al contrario. La telefonía celular instaló para siempre la interrupción como forma de vida. Redes y celulares nos alejan de las personas, de los árboles, de los ríos, del silencio, del olor a lluvia y a sudor, del amor entendido como encuentro de las almas y los cuerpos, del mar, del viento, de las piedritas, de la simple observación del cielo estrellado. ¿Me quedé en el siglo XIX o XVIII? Perfecto. Me quedé ahí y seguiré viajando hacia atrás hasta llegar a la Grecia de los filósofos presocráticos, perdón Heráclito, y de la enormísima poeta Safo de Lesbos que un día se arrojó al mar desde un arrecife. Basta ya. Abandonar definitivamente la trampa y retomar el camino que por algo lleva ese nombre. Camino. Y recuperar el tiempo perdido. Y, por encima de todo, volver a sentir la vida que se escapa del mundo como un ciervo herido. Las manos, los puentes, el fuego, las piernas, los caballos. Todavía es tiempo de seguir el ejemplo de los peces que alcanzan a saltar de la red antes de ser subidos a cubierta y convertirse en tristes pescados. Y más atrás todavía. Libres o muertos. Jamás esclavos.
L.
L.
lunes, 21 de abril de 2014
Se le pide demasiado
Se le pide demasiado al amor. Se le pide que solucione al mismo tiempo problemas habitacionales, culturales, sexuales, económicos. Es mucho. Por si fuera poco se le pide al amor que nos libere de la angustia, del dolor, de la muerte, de la soledad. Sobre todo esto último. Se le exige al amor que no permita que estemos solos jamás. Y ahí no acaba la lista. Se le pide al amor que nos organice las vacaciones, que nos ayude a formar una familia, que nos entretenga, que nos libere del tedio interminable y nos regale momentos felices a cada instante. Pobre amor. No puede con todo. Y además conviene estar preparados. El amor puede cansarse de tantos reclamos.
L.
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Viajes y turismo
Una cosa es viajar, entregarse a la experiencia de lo nuevo, relacionarse con otros distintos a nosotros, conectarse con la naturaleza, entrar al mar, subir montañas, etcétera. Eso hacen los viajeros. Distinto es el caso de los turistas. Van con paquetes organizados, se llenan el cuerpo de cremas espantosas, ensucian las playas y los bosques, miran todo con desprecio, consumen, destruyen, no intentan comunicarse con nadie como no sea en un plan de triste seducción. Los viajeros al menos saben que hay otros mundos pero están en éste. Los turistas, en cambio, son siempre extranjeros y, como ciertos amantes de ocasión, tocan y se van.
L.
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Dieciocho meses
Los que se entusiasmaron con García Márquez a raíz del circo mediático y quieren emular su literatura deberían escuchar sus oportunos consejos sobre el tema. En un pequeño opúsculo (perdón) sobre cómo fue la composición de Cien años de soledad el autor recuerda que desde muy joven jamás levantó la cabeza de su máquina de escribir. En tal o cual ocasión tuvo que levantarse para ir al baño, recibir un premio o aceptar a regañadientes una entrevista periodística. Todo lo demás fue pegar el culo en la silla, como se dice, y escribir. Cuando cumplió 38 años y ya con cuatro libros publicados desde sus veinte años se sentó una vez ante la máquina de hacer pájaros y escribió una frase que quedaría para la historia. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". El autor colombiano recién fallecido no tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde iba a conducirlo. Lo que luego supo es que no dejó de escribir ni un sólo día durante dieciocho meses (no es tanto) hasta terminar un libro imposible. No tenía un peso, carecía hasta de papel para escribir y no le alcanzaron las monedas para enviar sus Cien años de soledad a una editora argentina. En síntesis. Los que se entusiasmaron con el show mediático ante la muerte de García Márquez deben escuchar sus consejos que llegan ahora desde el otro mundo. No deben idealizar la escritura. Deben pegar el culo en la silla y disponerse a trabajar. Por lo visto hay premio al final.
L.
L.
domingo, 20 de abril de 2014
Utilidad de lo inútil
Discutimos con Paula acerca de lo útil y lo inútil. Ella acaba de salir de la ducha y aún no se quitó ese ridículo turbante de toalla que suele llevar en la cabeza al salir del baño. Está desnuda, eso sí. Pero el cuerpo no interviene en la charla. No por lo menos ahora. Discutimos acerca de la utilidad de las cosas. ¿Es útil tener hijos?, provoco yo para ver qué pasa y de paso molestar. Mientras Paula se pinta de verde las uñas de los pies responde que no es útil tener hijos. Peor, dice, toda madre que da a luz condena a muerte a un ser humano. Le recuerdo que la frase no es de ella sino de Sartre. Lo admite pero para el caso da igual. Queda una uña sin pintar y ya cayó al suelo el turbante. ¿Las novelas de García Márquez son útiles?, pregunta ella buscando en los cajones una bombacha nueva que compró en Lima. Le digo que no. El mundo viviría lo más tranquilo sin García Márquez, sin los Beatles, sin Mozart y sin el Indio Solari. Los temas se van ampliando peligrosamente. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos entonces? ¿El amor es útil? ¿Y los tomates? ¿Sirven para algo? La charla no tiene ni pies ni cabeza. Que algo sea efímero no le quita valor, digo yo para moderar el tono. Lo efímero y no lo útil. Eso justifica la existencia. La vida que es eterna mientras dura. En caso contrario ya nos habríamos matado todos. Paula aprovecha para vengarse y me recuerda que la frase está inspirada en algo que dijo Vinicius de Moraes. No sé qué pasó después, pero, ¿acaso le importa a alguien?
L.
L.
Sin firma
Habría que dejar de firmar lo que se escribe o se hace. En ese acto de poner un nombre al pie, así sea la letra L o la bendita letra A, veo un gesto de arrogancia y una especie de mensaje larvado que significa miren qué bien escribo, soy un genio o más que eso. Un iluminado. Cuando me muera (¿mañana? ¿pasado mañana?) mi nombre recibirá los mismos homenajes oficiales que García Márquez, Mandela o Carlitos Gardel. Blogueros amigos tienen miedo de que alguien les robe las ideas volcadas. Otros se ocupan de incluir un copyright amenazante. No deberíamos sentirnos tan importantes. Conviene quizás pensar en el insondable olvido que seremos. O en los graves problemas sociales, políticos, espirituales y ambientales que el mundo enfrenta. Mejor sería hacer todo sin firma pero hacerlo bien. El nombre conspira contra la belleza. No soy creyente pero pensemos en un dios posible que creó los bosques, los mares, el sexo, la luz, el amor, Internet y otros milagros aún más asombrosos. Pensemos en ese dios posible. En apenas siete días apenas creó todo y no firmó ni se jactó de ello. Es más. El domingo, tal vez un día como hoy, se dio el lujo de descansar. No pensó en el nombre. Estaba muy ocupado. Voy a empezar por algo. No voy a firmar este posteo. Y como si fuera un pequeño dios, claro, voy a echarme a descansar.
sábado, 19 de abril de 2014
Crónica de mi muerte anunciada
Crónica de mi muerte anunciada. Así se titula una carta firmada por García Márquez el 20 de marzo de 1982. Que yo sepa nadie la mencionó en tantos homenajes pomposos e intrascendentes que se le hacen al escritor no se sabe si porque escribía bien o porque se murió. En esa carta por nadie mencionada y publicada ayer por el diario peruano La República el autor colombiano cuenta que fue amenazado de muerte por un grupo paramilitar de su país llamado Muerte a Secuestradores. García Márquez había sido incluido en una lista negra para ser asesinado. La lista no era para tomarla en broma. Al final de la carta el autor de Crónica de una muerte anunciada escribe lo siguiente. "No hay en este mundo una gloria más fácil que la de asesinarme -dice-. No tengo ningún arma de defensa distinta a la máquina de escribir, y a estas alturas no estoy dispuesto a cambiar de vida sólo para vivir unos años de sobra (...). Lo único triste sería ser víctima del gobierno más chapucero que ha tenido mi país en toda su historia, y por un atentado que no sería ni siquiera un crimen político sino un simple acto administrativo cometido por miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia". Junto a la publicación de este fragmento debe decirse por último que en caso de no haberse ido a vivir a México García Márquez hubiese sido asesinado con total y absoluta seguridad. En su país, como lo sabe cualquier colombiano mínimamente informado, las amenazas de muerte se concretan de manera tan disciplinada como eficiente.
L.
L.
Un señor muy viejo con unas alas enormes
Leo en un diario una frase notable. Conmoción mundial por la muerte de García Márquez. Impresionante. Todo el mundo emocionado. Hasta Obama. El presidente Santos, de Colombia, dice que fue amigo del escritor. Los periodistas se sienten ya hermanos del Premio Nobel. Todos fueron y son ahora sus amigos. Pocos lo leyeron a fondo, eso sí. Algunos chicos me dicen que debieron leer en la secundaria, por obligación, algo llamado Relato de un náufrago. Pero no importa. La noticia tiene categoría y da para llenar varias tapas de diarios, unas cuantas páginas interiores y suplementos culturales. Facebook debe estar que arde. La gente tiene el llanto fácil. Hasta ayer a nadie le importaba García Márquez. Pero se murió y la humanidad se conmueve hasta las lágrimas. Estoy llegando a la conclusión de que la muerte tiene prensa. Ahora quizás se publiquen libros-homenaje. Eso no significa que vayan a ser leídos pero sí comprados por los amantes de las modas. Voy a pensar en positivo como dicen los modernos. Quizás la muerte de García Márquez estimule a alguien para abrir un libro de él y leerlo. Para ese ser eventual mi sugerencia es buscar al menos un cuento y después seguir con algunas novelas. Ya recomendé acá Ojos de perro azul. Ahora voy a proponer la lectura de un cuento titulado Un señor muy viejo con unas alas enormes. Está en un libro lleno de cuentos memorables. El libro se llama La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. ¿Será necesaria la muerte de los escritores para que el mundo recupere el hábito de leer?
L.
Estado de ausencia
Lo más difícil es estar en el lugar donde uno está. Dicho o escrito así parece una estupidez. Y sin embargo. Estado de presencia llaman en artes marciales a la máxima concentración en la acción física y mental a desarrollar. Quien en cambio se inclina por estar en dos o tres sitios a la vez, quien en una situación de cualquier tipo mira por si acaso el celular, quien hace el amor con una persona pensando en otra, quien lee y en realidad no lee ni una línea, quien mientras se baña supone que no aprovecha el tiempo como es debido, en fin, ese sujeto está sumido en lo que podríamos llamar estado de ausencia. Hoy resulta admirable conocer a alguien que se detenga a observar un árbol, sí, apenas un árbol, y se limite a eso y nada más que a eso. A diferencia del estado de ausencia el de presencia es un estado de gloria y, sobre todo, de inusual entrega. Quien lo probó lo sabe.
L.
Planeta en peligro
Astrónomos de la NASA acaban de descubrir un planeta muy parecido al nuestro. Está situado a quinientos años luz de la Tierra y no a quinientos millones como informó erróneamente el principal diario de este país. Parece que tiene agua, gira alrededor de una estrella similar al sol y fue bautizado como Kepler-186f. Es cierto que en los últimos veinte años se han detectado cerca de mil ochocientos exoplanetas en condiciones similares. Pero el nuevo añade algunos datos que lo vuelven más familiar. El tamaño, la composición, el aspecto. Cada vez que leo noticias de este tipo siento más miedo que alegría. Temo que en un futuro los habitantes de este planeta ya casi arruinado se dediquen a destruir otros como por ejemplo el Kepler-186f. Me alivia saber que está lejos y me ilusiono pensando que quizás en ese nuevo astro viva el Principito, el que no responde preguntas, el que tuvo con un zorro una conversación inolvidable, el que volvió al asteroide B-612 con el plan de cuidar y amar a su rosa coqueta, traidora en parte, pero fundamental para su vida.
L.
L.
Noticia
Primera y última noticia sobre Javier Heraud, poeta peruano asesinado en al río Madre de Dios frente a la ciudad de Puerto Maldonado. El hecho ocurrió el 15 de mayo de 1963 cuando Heraud tenía 21 años. Lo que aquí se cuenta no le interesa a nadie. Pero alguien, desde Lima, me llamó recién para recordármelo y dejé todas las tareas, bañarme y lavar los platos entre ellas, para dar esta primera y última noticia sobre Javier Heraud. No hay mucho que decir. Eran otros tiempos. Una ráfaga de odio acabó con él. Quién sabe. Tal vez fue linchado por los vecinos de Buenos Aires. Nada que ver. No voy a escribir una elegía (esto no es una elegía, diría Silvio Rodríguez) sobre alguien que para colmo no se llama García Márquez. Javier Heraud. Apenas un hombre triste que agotó sus palabras. Era guerrillero. Soñaba con un mundo mejor. Cosas de época. Su grupo, integrado por ocho combatientes, atravesó la enmarañada selva de Madre de Dios y arribó a Puerto Maldonado, una población fronteriza de no más de seiscientos habitantes. Aquí las informaciones periodísticas y oficiales se contradicen. Es probable que el grupo, agotado por el esfuerzo, fuera sorprendido por la policía o el ejército. Viéndose rodeados los guerrilleros alzaron una bandera blanca de rendición. Como en las películas. Pero fue inútil porque los mataron a todos. Hasta la bandera blanca fue asesinada. Heraud fue acribillado a balazos. Y como el miliciano de un célebre poema de César Vallejo el cuerpo fusilado de Javier Heraud siguió muriendo infinitamente. Todavía hoy sigue muriendo. Antes del fin escribió un breve poema. Dice así. Yo no me río de la muerte. Sucede simplemente que no tengo miedo de morir entre pájaros y árboles. Y eso sería todo.
L.
Mar abierto
Avanzando ella abre el mar por el medio. Para hacerlo no necesita coraje. Ahora ya es antigua en el ritual. Mete la cabeza adentro del brillo del mar y retira una cabellera que sale escurriéndose toda sobre los ojos salados que arden. Con el cuenco de sus manos hace lo que siempre hizo en el mar. Y con la altivez de los que nunca darán explicación ni siquiera a sí mismos, con el cuenco de las manos lleno de agua bebe a grades sorbos. Grandes y buenos. Y era eso lo que le faltaba. El mar por dentro como el líquido espeso de un hombre.
Los viajes
Para llegar lejos, muy lejos, más lejos que nadie en el mundo, no hace falta moverse del lugar donde uno está. Ni un centímetro. Esto lo saben sobre todo los viajeros de ley, los soñadores, los locos, los niños, los poetas sin hogar. Lo saben pero no lo dicen. Y no lo dicen porque saben que en tal caso serán mal mirados o aún maltratados. Se sabe que para una parte significativa de la población feliz no existe nada mejor que viajar. Y a la vez, para esa parte compuesta por millones y millones, no hay nada peor que quedarse en el lugar donde se está sin moverse casi. Como piedras, como estacas, como sombras a la sombra de otra sombra. Por eso van tan rápido los autos a lo largo de cintas brillantes. Por eso hay tantos aviones en el cielo. Se mueven a velocidad de crucero y llegan veloces a los parajes más distantes. Algo hay allá, dice alguien. Allá seguramente hay algo que aquí no se encuentra. Pero para llegar lejos, muy lejos, más lejos que nadie en el mundo, no hace falta moverse del lugar donde uno está. Porque la meta más añorada del viajero es volver al punto de partida. El viaje es adoptado como una técnica para evitar el sufrimiento y alcanzar un estado de satisfacción constante e inmediata. Más allá debe haber algo, dice alguien. Algo seguramente debe haber allá. El viajero apuesta a curarse de sus males a través del desplazamiento físico. Tarde o temprano entiende lo inútil del esfuerzo. Entiende que vaya donde vaya no encontrará nada que no lleve consigo. Al final de todos los viajes, aún los más hermosos, se aprende que para llegar lejos, muy lejos, más lejos que nadie en el mundo, no hace falta moverse ni siquiera un centímetro.
L.
viernes, 18 de abril de 2014
Sed del vaso
Sed del vaso y no del agua, dice el poeta. Una sed sin nombre que no se apaga ni se rinde. Como el fuego en la nieve. Como todo lo que sigue más allá del torrente que pretende acabar con el incendio. Sed del bosque y no del viento. Sed de viento y movimiento. Un río entero jamás alcanzaría a calmar la sed del vaso y no del agua.
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Un vaso lleno de sed
La memoria selecciona, escribe, niega, borra, reescribe, es obscena e infiel. Yo también. Fui periodista en los principales diarios y semanarios argentinos. Hice notas y entrevistas en revistas coquetas, hablé por radio, por favor y por teléfono, escribí una obra de teatro y gané un premio. Fui finalista en un concurso de ensayos, recibí un diploma por mi trayectoria, publiqué cuatro o cinco libros que fueron leídos con desconcierto por amigos y enemigos. Creí en la revolución y trabajé por ella. Hoy mis pretensiones son modestas y tienen que ver con cambiar la vida así sea en parte y no el mundo. Conocí mujeres, me casé, me divorcié, tuve hijos. Conocí el amor mucho después. He visto el mar. Caminé de noche por la Plaza Roja de Moscú y subí al cerro Guanaco en Tierra del Fuego. Me senté a ver el río en la isla Martín García y en París contemplé Noche estrellada, un cuadro de Van Gogh. Me traslado en bicicleta. Me gustan la lluvia, el viento, los bosques, las olas, algunos relatos y ciertas canciones. Disfruto de los poemas de Jorge Teillier (¿Por qué me escribiste esa carta? Ya no podré ir solo al cine) o el cuento El otro cielo de Cortázar (Mi único reposo verdadero estaba en otra parte). Doy clases de escritura y periodismo narrativo. No sé de qué hablar en las reuniones. Una psicóloga me dijo que no puedo cambiar a nadie. Detesto el egoísmo, los celulares, los libros de autoayuda, el calor, las bromas en las fiestas, la tortura, la insensibilidad generalizada. Tomo distancia de quienes se sienten santos, profetas o poderosos. Pienso que el mundo está en manos de gente que debería ser combatida hasta el fin. Soy pesimista en la idea y optimista en la acción. No tengo esperanzas ni desesperación. Sólo un par de trabajos pendientes y un vaso lleno de sed.
L.
Teoría del error inicial
Solemos pensar que en algún momento de la vida cometimos un error inicial. Nada importante, claro, pero de consecuencias definitivas. Acaso tomamos el tren equivocado, besamos la boca errada o cometimos un descuido imperdonable en la cocina o el baño. En esa línea de ideas suponemos que todo lo ocurrido después estuvo mal debido a esa serie de graves desvíos de origen. De no haberlos cometido, pensamos también, todo andaría bien ahora. No dimos con el camino correcto y todo se fue al diablo. Quizás el problema está en la teoría paranoica del error inicial. Uno hace lo que puede en el momento que puede. Vamos viviendo y a golpes o sin ellos aprendemos a vivir. No hay teoría. No hay error. Hay, apenas, vida.
L.
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Las esposas felices se suicidan a las seis
Estadísticas citadas hace tiempo por García Márquez, o sea falsas, concluyen que las esposas felices se suicidan los domingos a las seis. Otras estimaciones agregan que las inmolaciones se concretan en días soleados y no lluviosos como podría suponerse. Según el escritor colombiano recién fallecido el problema no es difícil de entender. En otro tiempo esas mujeres fueron bellas y se casaron jóvenes con hombres también lindos, potentes y emprendedores. Satisfechas con el hallazgo las damas se concentraron en los oficios del hogar, y naturalmente en los hijos, con resultados catastróficos. Después de las tareas de la casa, después de despedir al marido, después de las novelas de televisión, después de la siesta y de alguna incursión por internet o el blackberry (para preguntarle a una de sus hijas qué está comiendo) se quedan vacías e inertes frente al abismo de las seis de la tarde. A esa hora o bien se consiguen un amante, tarea compleja para una mujer que no se ha preocupado por volverse física y espiritualmente interesante, o se toman un frasco lleno de pastillas. ¿Queda una opción menos drástica para las esposas felices? Por supuesto que sí. Pero un blog no es lugar ni para planes de autoayuda ni para cualquier otra variante al uso de la estupidez humana.
L.
García Márquez y el periodismo
A los interesados en la obra de un autor no nos preocupa su muerte. La muerte de una persona es algo tan esperable como banal. Tampoco los detalles minuciosos de su vida cotidiana. Nos importa menos todavía si el hombre, el caso de García Márquez resulta ilustrativo, murió de tal o cual enfermedad, si tuvo amigos, con quién se casó, dónde vivía, qué comía, etcétera. Veamos los diarios de hoy. Leamos la cantidad de tonterías pretendidamente cultas de tantos periodistas con buenas intenciones que ya quisieran escribir no digo un libro sino al menos una frase de, por ejemplo, El coronel no tiene quién le escriba. Pasó algo parecido con Borges (todos hablaron/nadie lo leyó), con Alejandra Pizarnik, con Juan Carlos Onetti, hasta con Hemingway en su momento. A los interesados en la obra de un autor nos interesa única y exclusivamente su obra. Veamos los diarios de hoy y de mañana. Veamos las redes sociales exultantes de falsa emoción y condolencias. Y en un año volvamos a ver esos diarios y esas redes sociales. Ya podemos imaginar el título de esos medios sin remedio. Un año sin Gabo. Porque además los que jamás conocieron personalmente al autor de Ojos de perro azul lo llaman Gabo como si fueran sus amigos. En fin. Hasta este posteo da asco. A quienes amen la buena literatura les recomiendo leer o releer, si quieren pasar un buen momento, El ahogado más hermoso del mundo o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, dos cuentos insuperables. Dos cuentos para siempre. Insisto. Cerrar los diarios. Abrir o reabrir los libros amados.
L.
L.
jueves, 17 de abril de 2014
Mundo a la deriva
Leo acerca del pueblo inuit. Son 155 mil personas repartidas por las regiones árticas de Alaska, Canadá, Groenlandia y Rusia. Entre esos países y el calentamiento global la vida de los inuit está en riesgo. El hielo se derrite a velocidades nunca vistas. La fiebre del oro estalló en la zona y la biodiversidad se reduce a la mínima expresión. Ballenas y osos polares están desapareciendo y, sin hielo, los habitantes del Ártico pierden los caminos. Alguien preguntará por qué me interesan los inuit y no los villeros argentinos, los decapitados de México o las mujeres golpeadas en España. No sabría qué responder. La palabra inuit, de origen remoto, significa gente.
L.
Relato de un desencantado
El drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
Relato de un náufrago
Usé los brazos como remos. Pensé en algo o en alguien. Un pez. Después no pensé más. Yo era un barco esperando turno para entrar al puerto. Menos aún. La torre oxidada de un barco. Traté de imaginar una playa. La gastada punta del faro, la silueta borrosa de un cuerpo de mujer, un bosque de alisos fatigando médanos. Todo era lejos entonces. Y lo que estaba cerca no importaba.
L.
García Márquez prohibido
García Márquez tuvo que irse de Colombia después de escribir Relato de un náufrago. El libro fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla. Sin querer el testimonio del náufrago entrevistado puso al desnudo un caso de contrabando en la marina de guerra. En la Colombia de Uribe el escritor era mal mirado por su franca amistad con Fidel Castro y con la revolución cubana en sentido amplio. Y sigue siendo mal mirado por sus posiciones políticas de izquierda aún después de muerto. La última novela de García Márquez, no muy buena en realidad, se llama Memoria de mis putas tristes. El título solo generó escozor en algunos críticos mojigatos. García Márquez denunció al imperialismo estadounidense y su responsabilidad central en el miserable golpe militar contra Salvador Allende y, más en general, en la preparación de los ejércitos para secuestrar, torturar y asesinar como ocurrió en Argentina, Chile, Brasil, Guatemala, Colombia y otros países de la región. Esto último, como se sabe, se llevó a cabo en la Escuela de las Américas instalada en Panamá. En Cien años de soledad García Márquez produjo uno de los mejores comienzos literarios que se recuerden. Y uno de los mejores finales también. Irreverente, brillante, polémico. Ese fue el García Márquez prohibido y eterno como todo aquel que además de vivir la vida deja una obra para que la disfruten los que siguen.
L.
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García Márquez II
Y ahora soportar el llanto y el aplauso fácil del periodismo de opereta, los homenajes pomposos, la opinión inútil de los académicos, todo el coro de observadores del mundo alabando la figura del recién fallecido Gabriel García Márquez. Lo siento. No voy a sumarme al grupo. Desde siempre soy lector del escritor colombiano y por lo tanto nada tengo que decir al respecto que no esté ya en su inmensa obra. Apenas quería recomendar un cuento de él no muy conocido y que de lejos es mi preferido. Lo es pese a que me encantan muchísimos textos de ese autor. El cuento se llama Ojos de perro azul y narra la hermosa historia de un hombre y una mujer que sólo se encuentran en sueños. Jamás en la vida real. Ojos de perro azul. Se lo puede leer y releer ahora mismo por Internet. Y con eso alcanza y sobra.
L.
Enamorarse
No creo decir nada nuevo si digo que uno se enamora no de alguien sino de la imagen de alguien que de pronto se cruza con nosotros. Esa imagen, recordarlo tampoco es novedad, algo tiene que ver con el objeto que el espejo refleja. Algo hay del cuerpo en el ensueño que un otro genera. Pero es tan poco que da gracia. Por eso el enamoramiento dura lo que dura y después viene la fase decisiva. La nube inicial, lluvia incluida, deja lugar a cierta realidad que tampoco es absoluta. Es, si se quiere, una nueva imagen un poco más pegada a lo cotidiano, a los actos que siempre son más elocuentes que el bello discurso, al conflicto inevitable que en todos nosotros genera el mundo de los hechos reales. Pero es tan hermoso el enamoramiento como sensación o utopía inalcanzable que uno trata luego de reproducir lo experimentado o inventado gracias a los sueños, las fantasías, el arte, la literatura. No hay otro modo. Se equivocan los que tratan de resolver el problema a través de una especie de enamoramiento eterno que cambia de objeto una y otra vez como el pájaro que salta de rama en rama hasta caer, agotado y solo, en el nido irremediablemente vacío, hueco, inexpresivo. Salvación por los sueños una vez más. Salvación por el arte y el encanto.
L.
La tercera cosa I
Algo no funciona bien entre hombres y mujeres. Mientras en su inicio el amor aspira a la absoluta fusión, la vida parece obstinarse en lo contrario. El máximo placer está ligado a su extinción. En el orgasmo, perfecta metáfora de lo efímero, la conquista del goce es simultánea a su pérdida. Todo sucede en el mismo instante. Almas y cuerpos se comunican sólo de manera intermitente y un mínimo roce puede arruinar la fiesta. Quizás pidamos demasiado. No hay amor sin conflicto. Más aún. Los amantes estarán de acuerdo mientras no estén por completo de acuerdo. La otra opción, la del amor total e idealizado, conduce al aburrimiento y la separación. ¿Cómo aliviar el evidente malestar? Quizás no apostando todas las fichas a lo amoroso visto como tabla de salvación. Y concentrándonos más en los proyectos de vida y creación de cada miembro de la pareja. En el amor, como en todo, hace falta siempre una tercera cosa.
L.
L.
La tercera cosa II
El sabor de una manzana no está en la manzana misma. El señalamiento podría enriquecerse si recordamos que la manzana, cualquier fruta en realidad, no posee un sabor propio de ella. El gusto, naturalmente, tampoco habita en la boca de quien la come o la muerde. Para que se produzca el milagro del sabor es necesaria la fusión entre la manzana y la boca. Algo parecido pasa con el beso y el amor. Ninguna boca lo asegura en sí misma. Tampoco dos. Hace falta siempre una tercera cosa. Lo mismo sucede también con la escritura literaria. La calidad de un texto no es una propiedad del texto mismo. Requiere del encuentro de las palabras y el lector. Depende, cabe insistir, de una tercera cosa que nadie sabe qué es.
L.
L.
La tercera cosa III
Se cuenta la historia de Lai-tu, una mujer que vivía con un hombre y se llevaba mal con él. Entre otras cosas no le gustaba acostarse con ese hombre y no la ligaba a él nada más que un poco de simpatía. Tras escuchar las enseñanzas de Me-ti sobre la tercera cosa Lai-tu propuso al hombre que trabajara para mejorar la vida en el mundo, una causa por la cual también ella trabajaba. El hombre aceptó y Lai-tu continuó acostándose con él. Me-ti, el maestro, censuró su conducta y habló severamente con ella. ¿Que valor tiene encontrar una tercera cosa que los une y mantener una tercera cosa que los desune? Sería como recibir un pedazo de pan y untarlo con veneno.
L.
L.
Barco
Cuando un barco se aleja lo hace definitivamente. Desde el puerto lo vemos tomar distancia. Primero se ve grande, después apenas un punto en el horizonte y finalmente nada. Cuando un barco se aleja no se lleva todo. Queda el mar inmenso y agitado. La larga estela de la nave en el agua, la sombra, los recuerdos. Pero aún así no hay consuelo. Cuando un barco se aleja lo hace definitivamente.
L.
miércoles, 16 de abril de 2014
Si la vida misma
Si la vida misma alcanzara, quiero decir, la vida que veo ahora en los edificios cercanos y en el propio departamento donde vivo, el piso lleno de polvo, el baño esperando una limpieza profunda, el agua hirviendo para alguna comida veloz, los diálogos cortantes y la noche lunar, quiero decir, si con todo eso no faltara nada, entonces no estaría yo escribiendo ahora en este blog, nadie haría cuentos, novelas o poemas que quizás nunca se publiquen, no habría alumnos en las escuelas de danza contemporánea, no soñaría tanta gente con viajar a cualquier parte, evadirse o desaparecer. Todo sería más sencillo y a la vez más chato e inútil si la vida misma alcanzara. Pero no. Siempre falta algo. Y en eso que falta nace el deseo de avanzar. Por eso amamos y por eso inventamos lo que sea para poder seguir.
L.
L.
Poesía incandescente
Ya nadie lee poesía. El género, si así puede llamárselo, quedó recluido en grupos muy cerrados, cenáculos de gente supuestamente culta y sensible que se reúne a leer y tomar vino en cafés literarios o centros culturales. Lo hacen para practicar lo que dio en llamarse erotismo lírico, es decir, los autores se leen entre ellos para darse mutua satisfacción. Y sin embargo la poesía sopla donde quiere y debería ser hecha y vivida por todos. Y sin embargo la poesía es lo más cercano que existe a la angustia, al desasosiego de existir, al deseo prohibido, a las preguntas que todos nos hacemos en algún momento sin hallar una sola respuesta. El poema nos revela lo que somos y nos invita a ser eso que somos. El poema abre para siempre las tres heridas que observó Miguel Hernández, el sufrido y heroico poeta español. ¿Qué tres heridas? La de la vida, la del amor, la de la muerte. Parece poco pero es todo. Son los únicos temas que de verdad nos importan a todos. Y, sin embargo, ya nadie lee poesía.
L.
L.
Poesía indecente
Oliverio Girondo (1891-1967) escribía poesía indecente, alejada de lo sublime, directa y encantadora a la vez. Pensaba que lo cotidiano es una manifestación admirable y modesta del absurdo (pienso igual). Y arrojaba sus poemas al viento como una piedra y sonriendo ante la inutilidad del gesto. En su Paisaje Bretón decía por ejemplo que "había un olor a sexo que desmaya". Oliverio se animaba a decir. Las chicas de Flores es quizás su poema más audaz. Ahí las muestra colgando sus pechos sin madurar desde los balcones. Todas ellas esperaban, y quizás esperan aún, que los hombres les eyaculen palabras al oído. Las chicas de Flores estaban desesperadas de amor. Pero no tenían el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo a todos los hombres que pasaban por la vereda. Oliverio fue fiel a su verdad. Por eso fue quien fue. Porque pensaba que ningún prejuicio es más ridículo que el prejuicio de lo sublime.
L.
L.
Un sabio inconformista
Todavía se comenta el extraño caso de Hui-Tzu, un sabio de la antigüedad china. Cuando el hombre viajaba sus libros llenaban cinco carruajes. Sus doctrinas eran contradictorias y tortuosas. No siempre eran claras las razones en que las fundaba. Intentó probar que el cielo es más bajo que la tierra. O que las montañas están debajo de las playas. Hui-Tzu decía que uno puede salir de viaje hoy y llegar ayer. Su defensa de estas ideas le valieron la burla de sus contemporáneos. Un pequeño grupo de discípulos, sin embargo, apreciaba sus pensamientos. Las palabras del sabio causaban curiosidad y agitación entre los retóricos, reacios a las ideas rupturistas. Hui-Tzu no tuvo éxito con su prédica. Sus ideas de apariencia alocada no llegaron al público sediento de novedades y entretenimientos. El sabio chino fue como aquel hombre que quiso detener el eco con un grito, o, también, como el cuerpo que quiere adelantarse a su sombra.
L.
L.
Distancia
Hay un texto del peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) donde el autor se refiere a la distancia necesaria para evaluar estéticamente a una persona. Dice por ejemplo que algunas mujeres tienen buen cerca pero a lo lejos se nota que tiene las piernas torcidas, que caminan raro, que el culo se les cae un poco al avanzar. A la vez dice Ribeyro que hay mujeres que tienen buen lejos. Muy lindas a la distancia pero al acercarse notamos que son chuecas o que tienen una voz horrible o que hablan todo el tiempo. ¿Cuál debería ser el patrón de medida más exacto en los casos mencionados? Sin duda lo es la conversación. Ahí se aclara todo y ya no importan ni piernas chuecas ni culos caídos. Sólo importa un alma que empieza a fluir hasta envolvernos por completo, o, también, hasta desaparecer. El texto del escritor introduce de paso la idea de distancia más en general. ¿Cerca o lejos? Pienso en las obras de arte, por ejemplo cuadros, que sólo pueden apreciarse tomando la debida distancia. Pegados a la obra no entendemos nada. Desde lejos se ve el conjunto. Distancia. Tan necesaria y decisiva a veces.
L.
L.
martes, 15 de abril de 2014
Dos naranjas
Llega la hora de revisar la noción habitual de pareja. Se terminaron las medias naranjas. La pareja se compone de dos naranjas. Ya no son mitades unidas. Son dos frutas que ruedan juntas a veces y a veces cada una por su lado. Son naranjas enteras. Cada una con su cáscara propia, sus jugos, sus juegos, sus propias semillas y gajos y ombligos. Llega la hora de revisar la noción habitual de pareja.
L.
L.
Decir
No hay que hablar literariamente de la literatura. No hay que hablar poéticamente de la poesía. No hay que hablar amorosamente del amor. No hay que hablar sexualmente del sexo. No hay que hablar filosóficamente de la filosofía. No hay que hablar brutalmente de la brutalidad. No hay que hablar políticamente de la política o musicalmente de la música. Decir las cosas en el idioma de las cosas.
L.
La mezcla
Los momentos de plenitud plena o felicidad feliz son bienes escasos. Qué bueno cuando suceden. Qué bien se sienten esos maravillosos instantes de exaltada exaltación. El problema, porque siempre hay un problema, es qué hacer con los otros momentos que también existen. Podría compararse la situación a lo que sucede tras un orgasmo. Lo que estaba alto y muy alto de pronto se vuelve bajo y muy bajo. Entonces sobreviene la decepción. ¿Eso era todo? ¿No hay más? ¿Y después qué? Tras haber disfrutado de los extremos se hace difícil convivir con la amplia gama de grises. La medianía tiene menos glamour que la emoción mayor. Quién sabe. Quizás debamos aprender a aceptar esa alquimia como parte del asunto. La nota más alta se nutre de las bajas y de las del medio. Grises. Medianía. Intensa intensidad. Todo no se puede. El punto es la mezcla.
L.
L.
La casa vacía
No sé de quién son esos libros, la mesa llena de raros objetos, el futón, la cama del cuarto nunca tan ancha e inútil. La casa fue vaciada para siempre y nada puede esperarse en el lugar abandonado. Espacio despojado de olores amados, escenografía para una obra que nunca va a estrenarse, televisor mudo, plantas muertas y fantasmas de gatos imaginarios. Voraz, deshabitada, la casa volvió a ser lo que no era. No sé quién dibujó en los papeles inútiles. No sé de quién son las bombachas puestas a secar. Todo sin novedad en la veteada casa. Hasta el baño perdió su divina intimidad.
L.
L.
Adolescencia
Yo era menos que un imberbe en la playa cuando Leonor surgió de pronto por atrás, tapó mis ojos con las manos y preguntó quién era. Sorpresivamente se había pegado a mi cuerpo adolescente en una especie de caricia plena, tibia y raramente abarcativa. La respuesta era fácil. Ella vivía en el pueblito costero. Ella fumaba. Ella usaba un dos piezas demasiado audaz para la época. La descubrí un verano especialmente ventoso y agitado de la costa. Por si no se entendió. Leonor apretó sus pechos aún escasos contra mi espalda recta y sin pelos. Fue una mañana en la que yo estaba mirando barcos o algo más lejano en el horizonte inalcanzable. Para esa época sin forma ni planes yo no me había mirado al espejo siquiera una sola vez. No había viajado a ningún lado. No sabía quién era ni por aproximación. Admito que esa ignorancia de fondo se mantiene aún hoy en lo esencial. Quién soy volvió a preguntar ella desde atrás y convertida ahora en una especie de cálida toalla que me cubría desde la cabeza a los pies. Quedé paralizado. Casi mudo. Cuando por fin asomó la palabra Leonor en mis labios ya era demasiado tarde para todo.
L.
L.
lunes, 14 de abril de 2014
Prácticos
No sé si se llaman prácticos o remolcadores. Sé que son barcos de tamaño muy reducido, juguetes casi. Insignificantes pero claves a la hora de guiar a los buques gigantes rumbo al puerto de aguas profundas. Los capitanes de las grandes embarcaciones dejan todo en manos de esas lanchitas de equipamiento mínimo. Saben que nada es posible sin los prácticos o remolcadores. Ellos, los grandes, no podrían entrar al puerto sin esa guía fundamental. Los capitanes se vuelven inútiles en manos de niños. Pensaba en eso hoy. En los prácticos o remolcadores. Pensé que quizás el mundo entero depende a veces de una soga fina y un bote, para no decir un botecito, en función de su objetivo. Entrar al puerto, descansar del mar y sus tormentas, eludir por un tiempo el naufragio inevitable.
L.
L.
Blog transitorio
Así como hay hoteles transitorios existen también los blogs transitorios, es decir, un lugar donde se hace algo que no dura más que un turno de dos horas o dos minutos. Después uno sale a la calle y la vida sigue con sus planes. En el lugar abandonado cambian las sábanas a la espera de una nueva incursión textual, sexual o parcial. ¿A qué lugar irían a parar tantas palabras inútiles, tantas ideas pasajeras, si no fuera a éste? Por un rato el viaje se suspende y se produce la gran interrupción. Y una vez generado el corte brota un discurso inesperado y va a parar acá, mar negro y resumidero, blog transitorio de cuyas camas entran y salen cuerpos extraños, duras espinas, pelos sin sueño, las canciones que ya nadie escucha, el sinsentido del ser. Blog transitorio, bodrio o sanatorio. Un turno de dos horas que deja un hijo en el peor de los casos pero jamás un buen recuerdo. Esto, claro, con excepciones propias del azar.
L.
L.
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