lunes, 17 de octubre de 2011

Autoayuda


Los libros de autoayuda siguen al tope de las ventas. Sus autores son periodistas llenos de combustible espiritual, santos improvisados, gente culta y entrenada para estafar. Es cierto que la palabra que designa al género triunfante encierra una contradicción esencial. Si autoayuda es ayudarse a uno mismo, ¿para qué necesitaríamos esos libros plagados de indicaciones? Ya no hay famoso que no tenga su coaching aunque ni siquiera sepa qué cosa es. El negocio de la autoayuda es obviamente lucrativo y no puede negarse la sagacidad de sus promotores. Especulan con el apuro de tanta gente por resolver sus problemas existenciales (¿quién está a salvo?) de manera rápida e indolora. En el fondo late el fantasma de la satisfacción inmediata o la felicidad sin costo. Pero es inútil. Nadie puede salvar a nadie. Salvo que consideremos a ciertos médicos, a ciertos analistas y a ciertos bañeros, o guardavidas, que de tanto en tanto se meten al agua y sacan a alguien de su ahogo.
L.

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