Cuando ella se va todo vuelve a ser lo que no era. La vieja cama desecha, las toallas mojadas en el piso del baño, algunas revistas abiertas, perfume francés del bueno impregnando parte del aire. Todo eso cuando ella se va. Trato de hablar con el gato o con las plantas pero no es igual. Las plantas y el gato no entienden las bromas. Además, después de la visita, empiezo a ver las cosas con los ojos de ella. Y entonces no sé qué pensar, qué nombre darle al universo, cómo continuar el día sin desvanecerme o estallar como el volcán del sur de Chile. Quedan algunas cenizas que blanquean el patio por donde ella acaba de pasar. Alcanzo a ver todavía las huellas de sus pies desnudos y me quedo mirándolas un rato. Casi como si fuera un arqueólogo que lee los rollos del mar muerto. Conclusión. Cuando ella se va todo vuelve a ser lo que no era.
L.
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