viernes, 21 de octubre de 2011
Los asesinos
El reciente asesinato de Gadafi (O Khadafy según la notación más correcta) y varios de sus hijos, debe ser rechazado con la mayor firmeza por la humanidad que aún cree en alguna forma de justicia, marco jurídico o como se llame a eso. Es curioso como tanta gente que se dice amante de la vida festeja el crimen con alegría inocultable. Obama anuncia que ahora, gracias a este nuevo cadáver, empieza un mundo mejor. La gran prensa entusiasmada y cebada muestra fotos espantosas del cuerpo ensangrentado y acabado. De aceptarse esta lógica, es decir, la del crimen glorificado y santificado por los podridos poderes y hasta por la opinión pública, el mundo que viene no sólo no será mejor sino que se abismará en la barbarie. Podría decirse lo mismo de todos los demás asesinatos. Bin Laden en Paquistán, el Mono Jojoy y Raúl Reyes en Colombia, tantos otros. Hasta la persona más vil de la tierra merece un juicio justo donde se cumplan los procedimientos establecidos internacionalmente. El otro camino, el asesinato discriminado e indiscriminado, es indigno y, además, infructuoso. Los procesos históricos trascienden a los hombres. La eliminación del otro es una ilusión más y, también, una trampa mortal. Hay un otro siempre. Es conocido el grito viva la muerte del general franquista Millán-Astray en la Guerra Civil Española. Miguel de Unamuno se opuso con firmeza y valentía a ese lema tan caro al fascismo de todos los tiempos. Gadafi fue asesinado por hombres sedientos de sangre y petróleo. Pero no será de ellos el futuro. La vida vale mucho más.
L.
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