jueves, 27 de octubre de 2011
Sexo como descarga
Leo un diario íntimo demasiado íntimo de una alumna de taller literario que, en el primer ejercicio, admite cierta adicción al sexo como forma de descarga. Dice que si bien es algo pasajero, no relacionado con la idea de amor o algo en esa línea, se alivia un poco haciéndolo a los saltos, es decir, de manera indiscriminada. La chica no se jacta de eso. Al contrario. Lo ve como un problema, un grave error o algo así. Pero dice que por el momento no encuentra otro modo de amortiguar su angustia. Pensé en la cuestión y decidí escribirle diciéndole que el sexo es algo casi sagrado. Que no es un delivery o una bebida que se toma y chau. Le dije que no somos tanques de agua o mangueras que necesitan descargarse. Al contrario. El sexo bien entendido no es una descarga sino una carga oscura y luminosa a la vez. No nos vacía sino que en realidad nos llena. Pero que incluso el acto en sí no está aislado de las palabras, de sentimientos, de complicaciones. Le dije a esta alumna que se calme. Hasta cité a Silvio Rodríguez cuando en su tema Paladar se pregunta qué negocio es éste donde hasta el deseo es un consumo. Hasta ahí fue todo. La chica no respondió aún al aburrido sermón.
L.
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