Todo lo que nos pasa es accidental. Nacer o no, viajar o no, ser amado o no, fracasar o tener éxito. Conocemos a alguien por azar. No lo conocemos, también, por una causa similar. Nos llaman para un trabajo importante debido a un accidente banal. No nos llaman por lo mismo. Estudiamos carreras que pudieron ser otras. Amamos a personas que podrían ser otras. Caemos de montañas o edificios por un desliz imprevisible. Nos salvamos de ahogarnos por un error. Y hasta los hijos nacen por casualidad. Ojalá no lea esto mi analista lacaniana. Diría, seguramente, que el accidente no existe.
L.
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