viernes, 28 de octubre de 2011

Poligamia en Polinesia


Tema de debate en un taller de escritura universitario. Ocurrió esta mañana. Hacía calor y nadie quería escribir o comentar algunos cuentos de lectura obligatoria. Surgió, no sé cómo, el tema de la infidelidad y sus consecuencias para la pareja. Traté de darle nivel intelectual al intercambio y mencioné el malestar en la cultura. Se trata de un libro clave de Sigmund Freud donde el fundador del psicoanálisis desliza la idea de que existe algo del orden de lo instintivo o del deseo que interfiere en el mundo civilizado. Es una especie de mosquito cuyo zumbido no deja nunca de sonar. A todos nos gustaría portarnos bien, no derramar vino en la mesa, ser obedientes, sanitos y buenas personas. Pero hay un malestar de fondo que conspira secretamente contra las mejores intenciones. Un alumno admitió que podría serle infiel a su novia pero que no quiere hacerlo. Son dos temas resumidos en formas verbales. Podría. No quiero. Entre ambos polos se dirime la cuestión. Una participante mencionó un proverbio conocido. Ojos que no ven/ corazón que no siente. La idea sería cometer el acto pero garantizar que no se difunda. Alguien no estuvo de acuerdo. Dijo que de todos modos la culpa, o la responsabilidad, genera angustia en la pareja. No nos poníamos de acuerdo. Cuando el debate parecía llegar a su fin Lucila, otra integrante del taller, dijo que el hombre es polígamo por naturaleza. Sí, dije yo guardando las carpetas y los libros en la mochila. Pero ninguna poligamia es tan polígama como la de las islas de Polinesia. Allá nadie es de nadie y todos son de todos.
L.  

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