Le pregunto a Andrea de dónde sale su melancolía. Si acaso es una herencia familiar o biológica. Me dice que no sabe. Que ni su padre ni su madre son ni fueron melancólicos. Tampoco sus hermanas. Me pregunta Andrea de dónde sale mi melancolía. Si acaso es una herencia familiar o biológica. Lo pregunta mientras lava las frutillas que acabamos de comprar y prepara la crema con que festejaremos juntos el día de la madre. Melancolía sin causa y sin por qué. Imposible saber. Hay un cuento de Bradbury -Remedio para melancólicos- donde una joven con tendencia a la tristeza es curada, al menos en parte, por un desconocido que entra a su cuarto y duerme con ella. Recordamos ese hermoso relato con Andrea y olvidamos, de pronto, a nuestros respectivos padres.
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