jueves, 3 de febrero de 2011

El placer


El objetivo final de todas y cada una de las personas es la obtención de placer. No importa si son buenas o malas, altas o bajas, jóvenes o viejas, hombres o mujeres, ricas o pobres. La meta es la misma. Pero, qué pena, al divino principio del placer se opone con tenacidad el no tan divino principio de realidad. Bajo el imperio de éste último se hace necesario a veces aplazar la satisfacción para más tarde. O incluso privarse de ella.  En ocasiones creemos que el principio del placer es capaz de anular el principio de realidad. Sin embargo la sensación es pasajera. ¿Quién pondría en duda el goce que otorga, por ejemplo, el acto sexual? ¿Acaso no es el mayor de todos? Pero la cumbre, ya se sabe, va acompañada de su rápida extinción. Conviene saber de antemano que así son las cosas.
L.

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