miércoles, 12 de octubre de 2011

Alegría en el corazón


Los que anoche fuimos a escuchar a Fito Páez y sus amigos en el Gran Rex de Buenos Aires sentimos, de pronto, la pura alegría de estar vivos, de conectarnos con la música y el tiempo, con el sexo y la desesperación, con el teclado vibrante y perfecto del piano y con la voz, cascada pero conmovedora y sutil, de Charly García. Sobre el final la gente, el público, le pedía al músico que regresara una vez más. Fito ya había cantado todo pero se le pedía una gota más de rocío y liberación. Dale alegría a mi corazón / Es lo único que te pido al menos hoy. Eso cantábamos. Y Páez volvió, claro, y todo fue una gran felicidad. Al día siguiente, hoy, leo en Clarín la amargura de esos periodistas lacayos, de esa gente sin swing, haciendo una lectura sucia, turbia, no relacionada en absoluto con la inolvidable noche de ayer. Pensé qué bueno es indignarse. Pero qué malo amargarse. La amargura es lo peor que hay en esta vida. Y Fito, no hace falta aclararlo ni reiterarlo, Fito es una bendición.
L

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