En Autopista del sur, conocido relato de Julio Cortázar, un embotellamiento genera el milagro del encuentro solidario y amoroso. Gracias a la interrupción los que antes se movían como autómatas empiezan a descubrirse humanos y semejantes. La avería de un auto en cualquier camino del mundo puede también dar lugar a un abrazo y un beso imprevistos. Y así con lo demás. Las manchas en el cuadro no deberían enojar al artista. Al contrario. El creador puede alegrarse del accidente que le deparó el azar e incorporar la mancha a la obra. Si algo sale mal, si un viaje se frustra, si nos quedamos sin trabajo o sin amor, si hasta dudamos de nuestra vocación y todo empieza a tambalear a nuestro alrededor, podemos ver en eso una desgracia o, quién sabe, una oportunidad de transitar nuevos caminos. ¿El motor ya no funciona? Qué importa. Podemos seguir a pie, distraídamente, y así dar lugar a la gran aventura que tanto esperábamos. Tal vez el secreto de vivir esté en la mancha y no en la tela virgen, limpita, perfecta y (por eso mismo) inútil.
L.
Unas palabras de Hölderlin también reivindican las manchas:
ResponderEliminar"La ola de la vida no rompería tan alto en espuma convitiéndose en espíritu, si no se le opusiese la vieja y sorda roca del destino".
Es una paradoja tal vez pero aquello que parece hundirnos a veces es lo genera aquello que nos salva.
Graciela B
A veces llamamos a la mancha error, equivocación lamentable, suciedad, algo que debemos evitar. No lo veo así. Concido por eso con el post. La "mancha" puede ser el camino hacia la verdadera limpieza.
ResponderEliminarEmiliano