Las habladurías de aldea señalaron a Lai-tu como una joven de costumbres disolutas. Un campesino la trató de puta. Su vecina Fan-tse dice que la vio en la alcoba con dos hombres a la vez. Un monje budista la observó desnuda en el estanque sagrado. Acosada por el mundo Lai-tu preguntó a su maestro si debía rectificar la conducta a fin de acallar tantas murmuraciones. Hay pocas ocupaciones que perjudiquen tanto la moral como ocuparse de la moral -respondió el anciano sabio-. Oigo decir: hay que ser fiel a la verdad, hay que cumplir las promesas, hay que luchar por las buenas causas. Pero los árboles no dicen: hay que ser verde, hay que permitir que los frutos caigan verticalmente al suelo, hay que dejar oír un susurro de hojas cuando el viento atraviesa el ramaje. Lai-tu comprendió la lección y eligió -aunque los perros ladren- seguir cabalgando hasta el fin.
L.
Lai-tu no pertenecía al lugar donde estaba. Su partida sin objetivo evidente reveló una voz interior que sólo podía escucharse lejos de donde se encontraba.Es importante que haya dudado sobre lo que estaba haciendo y buscado a su maestro. Su decisión es entonces de razón y corazón. ¿Murmuraciones? Hojarasca del camino.
ResponderEliminarGraciela B
Todo el mundo habla de los nosotros y ninguno de sí mismo. Por todas partes hay vecinas mirando a los demás por la mirilla. Son vecinas frígidas y frustradas. Ya quisieran lleva la vida de Lai tu
ResponderEliminarEvelyn
Lo que se dice Sabiduría Oriental...
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