miércoles, 24 de febrero de 2010

Ciento trece puñaladas


En estos días vuelve a sonar el nombre de Carolina Aló, una joven asesinada en 1996 de 113 puñaladas. El autor de la increíble tarea (Fabián Tablado) cumplió en parte su condena. Ahora dice que hizo lo que hizo en un instante de locura (lo cual es indudable) y aseguró que hoy es otra persona. No voy a meterme en vericuetos judiciales. Tampoco voy a pedir venganza eterna ya que no soy el padre de la víctima. Pienso apenas en un hombre que de pronto somete a una chica de 18 años a ciento trece puñaladas. Tiene razón Tablado cuando dice que a cualquiera puede pasarle. Y así es. Aunque cualquiera sea lector de Página 12 o de Suspendelviaje. El amor está demasiado cerca del horror. Y lo digo sin ignorar las cosas lindas que tiene. Pero la pasión ilimitada -que goza de tan buena prensa en la canción romántica- puede desembocar ya sea en unos cuantos piquetitos (título del cuadro de Frida Kalho que ilustra este post) o en lo que hizo una pobre mujer de Tokio en un día de luna negra. Estaba tan enamorada de su amante que le cortó el pene, se lo metió en la boca y así anduvo paseándose por la capital japonesa. En base a esta historia real de los '50 se filmó el intenso y recomendable film El imperio de los sentidos, cuyo estreno comercial sigue prohibido en la Argentina. Oh la divina pasión...
L.

4 comentarios:

  1. Palabras como pasión, locura, amor, horror; suenan tan cerca de felicidad y de muerte, sin que medie un instante de razón...

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  2. Ese individuo que a las cuatro de la madrugada, armado de un cuchillo, entró furtivamente en la vivienda de su ex esposa, carecía, por lo visto, de mala intención (alevosía, en términos técnicos). ¿Que actuó mal? De acuerdo. No se debe pisotear el cuello de una mujer hasta dejarla tetrapléjica, mucho menos en presencia de los hijos. Ahora bien, digámoslo todo: es cierto que allanó la morada, pero sin mala intención. Que portaba un arma blanca, pero sin mala intención. Que sorprendió a la víctima mientras dormía, pero sin mala intención. Que la golpeó y la arrojó al suelo, pero sin mala intención. Que le retorció el cuello hasta creerla muerta, pero sin mala intención... Por Dios, ¿qué leen en sus horas libres los jueces del Tribunal Supremo? ¿Qué tipo de publicaciones esconden entre las páginas de los voluminosos libros de consulta que tapizan las paredes de sus despachos? ¿Qué les ha hecho la vida? ¿Quién los trató mal? No obstante, y dada la madurez que se supone a estos profesionales de la justicia, cabe pensar que también ellos actuaron sin mala intención (sin alevosía, en términos técnicos). Estudiaron detenidamente el asunto, contaron las patadas propinadas a la mujer, calcularon su intensidad, quizá el grado de emoción que puso el maltratador en todas y cada una de ellas, y determinaron, con la mayor nobleza del mundo, que no había habido mala intención. Tal vez, añadimos nosotros, ni siquiera hubo, pese a la hora de autos, nocturnidad. ¿Cómo es posible que una ausencia tal de malas intenciones hiciera tanto daño? Si no hubo mala intención en el verdugo ni mala intención en quienes lo juzgaron, ¿dónde deberíamos buscar el origen de todo este cúmulo de desgracias? Lo han adivinado ustedes: en la víctima, sí, que debió de provocar de algún modo sutil a ese pobre ex marido cargado de buenas intenciones.
    Juan josé Millás
    Citado por Vera, de Tijuana, México.

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  3. Luis, me es impráctico comentarte en cada post. Lo que quisiera decirte es que me parece que ultimamente estás escribiendo más lindo que nunca. Me gusta mucho lo que estás proponiendo.
    Saludos,

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