El corso de Boedo -a la vuelta de mi casa- es un poco triste. Aún así alcanza a reunir todas las virtudes de la fiesta del mes: descontrol, humo de asados, chicas y chicos alegres, diversión barata para gente que no va al Malba. El carnaval de Río es comercial y turístico. Pero esa condición no le quita brillo al fabuloso desfile del sambódromo carioca. Los favelados encienden las luces de toda la ciudad. Y son los reyes del país por un instante. Para estos días en las parejas de Brasil rige una regla: ninguem é de ninguem. Nadie es de nadie. Hombres y mujeres se dan la mutua libertad de pasar la noche (o el día) con quien sea. ¿Todo el año es carnaval? No. Todo el año es represión. Pero algún pequeño dios instauró una tregua que se desvanece como un sueño el miércoles de ceniza.
L.
Hay dioses pequeños capaces de alimentar ilusiones fugaces que renacen cada año a pesar de todo. Todo un año por un instante. ¡Qué fuerza tiene la ilusión!
ResponderEliminarGraciela B
Cuándo vivía en el barrio del abasto los niños de las familias pobres confeccionaban sus trajes, las madres trabajaban para pagar las telas y ellos practicaban las canciones y los pasos. A partir de septiembre comenzaban los ensayos, una vez por semana, los sábados desde la mañana. Exactamente en la puerta de mi casa que temblaba con la música de Los Chiflados de Abasto. No por gusto del género lo viví durante una década y pude descubrir que tiene su encanto y su razón de ser. Como en el barrio bahiano del Pelouriño, más ligados a las raíces africanas combinándose con el samba y el candomblé que a divinidades egipcias y católicas, aquí como en todas partes del mundo el carnaval, tiene su marca personal en el paso de la historia de cada pueblo.
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